Astrid
Luego del agua pasamos al viento. Otras de las cualidades que sabía que Helen tenía. Mostrándole como invocar a los cuatro vientos para sus rituales. Maravillándose con todo lo que le mostraba. De todos, el fuego fue un gran reto para ella, que con el pasar de los días terminó por controlar. Y al final la tierra. Mostrándole como ayudar a las plantas a crecer y como usarlas para la sanación y la abundancia.
Nos quedábamos horas en la profundidad del bosque. Una de mis metas es que sintiera la energía de las plantas y los seres vivientes. Ser brujo no solamente consistía de hechizos, pociones y demás. Si no también en entender la vida y el medio ambiente, valorarlo. Hablar su lengua. Pasando a algunas normas que los verdaderos brujos llevábamos a cabo. No agradándole mucho a la chica.
— No entiendo para que hay normas — dijo Helen caminando a mi lado por el bosque.
— Los brujos no podemos andar por la vida pregonando lo que somos. No es bueno alzar el orgullo ante los dones de la tierra. Tenemos que ser humildes con nuestro poder, sin contar que crea aun mucha polémica. Es por eso que nos mantenemos escondidos entre otras cosas. Tampoco escogemos a cualquiera para mostrar el camino, tiene que haber algo de afinidad — dije.
— Entiendo. ¿Y que pasa con eso que practican la magia abiertamente?
― Decadentes ― solo conteste un poco molesta ―. Las artes mágicas no se pueden emplear para alzar el orgullo o la vanidad. Es un arte divino y por lo tanto es sagrado.
Además es mejor estar ocultos, todavía hay personas que nos temen y creen que somos adoradores de Satán.
— Es la mentalidad de mi hermano Owen. Es algo escéptico —me contestó soltando una sonrisa —. Si sabe que estoy aquí por esos motivo buscara a todo el escuadrón de la policía para sacarme de aquí.
— Owen te ama Helen. Es normal que sea sobre protector contigo— expliqué sonriendo un poco— Ven, vamos a la casa.
Caminamos en silencio el tramo hasta llegar a mi casa. Entrando para dirigirnos hacia la biblioteca, mostrándole algunos símbolos y demás a Helen. No consistía de elementos si no de mucho mas. Numerología, sigilos, angelología y adivinación. Le di una de las muchas barajas tarot para que aprendiera y practicara. Con el pasar de los días era algo que le llamo mucho la atención a la chica. Pero se molestaba cuando hacía una lectura y no entendía el significado. Recordándole que la consulta podían significar muchas cosas a la vez. Que se dejara llevar por si gran intuición. Y mientras le hablaba en ese día soleado su teléfono no paraba de sonar. Colgándolo algo frustrada.
— Es Owen. Está preocupado por mi — me dijo Helen mirando las cartas.
— Contéstale — sugerí.
— Ni loca, te dije que es muy paranoico.
— Veamos en las cartas que es lo que siente — dije poniéndoles en orden para que practicara —. Barájelas y tira tres.
Y así lo hizo. Poniendo las tres cartas sobre la mesa del balcón.
—Si, está preocupado — asintió Helen soltando un bufido—. Hay posibilidades de que descubra que le mentí.
— Haz algo al respecto — dije levándome para darme una ducha —. Si dirás una mentira, entonces miente bien.
—Pero las mentiras son malas no importa cual sea.
— Pero son menos pesadas cuando tiene un motivo poderoso para decirlas — contesté sonriendo.