La mañana lastimosamente había llegado. Los rayos del sol se colaban por la ventana de una habitación chocando con el rostro de una mujer que no aparentaba tener más de 20 años; tenía la cabeza ovalada, nariz respingona y unos ojos estándar del mismo color de la noche, que aún permanecía cerrados. Su cabello azabache ondulado estaba esparcido por toda la almohada. Levemente comenzaba a hacer muecas de desagrado por los rayos de sol que perturbaban sus sueños. Esbozo una sonrisa pícara y se cubrió el rostro con las finas sabanas.
¡Que cómoda era la cama!
— ¡Dios mío! —Gritó desesperada.
Intentó zafarse con brutalidad de las sabanas donde se había atascado.
— ¡Es tarde! —Volvió a gritar.
¿Cómo sabía que era tarde? Siempre se despertaba cuando el sol aún no estaba tan alto y los rayos de luz no alcanzaban a ser tan fuertes; a esta hora ya debería estar lista y esperando el ómnibus. Había dado algunas vueltas sobre la cama, intentando zafarse de esas malditas sabanas y sin querer había llegado al borde de la cama, chocando su cuerpo contra el piso. Rápidamente se puso de pie quitándose el camisón que llevaba y quedando en ropa interior. Corrió hasta su armario extrayendo el uniforme de su trabajo que se encontraba bien planchado.
— ¡Maldita sea! —Gruñó —Es la quinta vez que me pasa esto…—Se quejaba mientras se colocaba el uniforme. Se cepilló los dientes y salió corriendo de su departamento con un peine en la mano.
— ¡Santa madre! —Exclamo una joven de aproximadamente 24 años — ¡Jenna! Parece que te has peleado con un león — Habló sorprendida mientras observaba a su amiga con el cabello revuelto y su uniforme desordenado.
—Zoey, ¡es la quinta vez que me pasa! —Exclamó con disgusto mientras se acercaba a la recepción, en donde se encontraba Zoey, al otro lado, ordenando algunos papeles.
— ¡Deberías dejar de hacer esas llamadas! —Dijo un poco sorprendida.
Zoey, aparte de ser su única mejor amiga, es recepcionista de la empresa. Se encarga de atender a los clientes y proporcionar todo tipo de información y asistencia.
—Pero no puedo vivir sin las llamadas—Hizo una mueca de tristeza, muy infantil —. Es tan excitante hacer el amor por llamada — Jenna habló con deseo mientras se mordía el labio inferior suavemente. Le encantaba hacer esas llamadas con personas desconocidas.
— ¡Ay! Por favor —Exclamó Zoey, rodando los ojos —No quiero saber nada de eso. ¡Me da asco!
— ¿Ya llegó el jefe?
—Aun no. Es raro, él nunca llega tarde.
— ¿Le habrá pasado algo? —Se sobresaltó Jenna.
Zoey se encogió de hombros mientras contestaba el teléfono.
Alex se encontraba desayunando en la mesa con su hermano y su cuñada, en el departamento de ambos. Ayer le había comentado a su hermano lo que había pasado con su esposa Angelina por llamada, cuando llamó para felicitarlo por su aniversario. Y como todo buen hermano que es Robert, lo invitó a pasar la noche en su departamento.
— ¿Qué harás ahora? —Preguntó Robert.
—Esta mañana hablé con mi abogado, tiene que ir para que Angelina firme los papeles del divorcio.
De eso, hace una hora ya.
Alex se limpió la boca delicadamente con la servilleta y se puso de pie.
—Emma, el desayuno estuvo delicioso —Sonrió —Les agradezco por todo. Ahora debo ir al trabajo.
—Aquí estaré para cuando me necesites —Robert se despidió de su hermano con un abrazo.
—Ya verás que todo saldrá bien —Intentó animarlo Emma.
<<Lo dudo>> Pensó Alex.
Alex entró al ascensor y subió hasta la planta 18 donde se encontraba su oficina. Al abrirse las puertas del ascensor algunos de sus empleados lo saludaron amablemente, este solo asentía el saludo. Caminó hasta la recepción que quedaba frente al ascensor.
— Buenos días Zoey —Saludo amablemente.
— ¡Buenos días Señor Forbes! —Lo saludó con una sonrisa radiante —Su mujer ha estado llamando, preguntando por usted —Le comunicó amablemente.
Eso fue como una punzada en el corazón de él.
¿Por qué lo llamaba?
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Editado: 08.10.2018