La asistente

-3-

Ella entró muy nerviosa, cuando contempló el rostro de su jefe se asustó. Estaba rabioso mirando en un punto fijo, sentado en su silla.

— ¿Se encuentra bien? —Preguntó cerrando la puerta tras sí. Caminó con cuidado en dirección al escritorio sin pisar demasiado los pedazos del marco; sin pisar demasiado en sus recuerdos.

<< ¡Qué pregunta más tonta, Jenna! Se está divorciando de su esposa, claro que no está bien >> Pensó Jenna, dándose una bofetada mental.

—No te entrometas y deja la botella aquí —Dijo irritado.

Se sonrojó de la vergüenza. Ella solo intentaba ser amigable.

—Lo siento —Se disculpó apenada —. Aquí tiene señor —Dejó la botella sobre la mesa —Yo limpiaré esto si usted me lo permite — Esperó la respuesta de su jefe, pero este solo le hizo un ademan con la mano como diciéndole "haz lo que quieres, no me importa"

Jenna se agachó a recoger los pedazos del marco en una mano y recogió la fotografía que se encontraba con algunos trozos de vidrios encima. Era él y su esposa, ¡que lindos se veían! Giró la cabeza hacia su jefe, tenía miedo de hablarle en ese estado.

—Yo... —Titubeó — ¿Qué debería hacer con la fotografía? —Preguntó en un hilo de voz, esperando gritos.

—Tírala.

Jenna iba a abrir la boca para protestar; era una fotografía muy linda como para tirarla, pero cayó inmediatamente. No era asunto de ella y ella no era nadie para decir algo. Se levantó del suelo y se acercó al pequeño basurero a lado del escritorio y lo tiró la fotografía con los restos, con mucha pena.

Alex simplemente miró el techo cuando su secretaria se acercó a tirar lo que él había roto. No quería ver como sus recuerdos iban parando al cesto de basura.

Abrió la botella y tomó su contenido hasta la mitad de un trago ante la mirada atónita de su secretaria que lo miraba con la boca entre abierta; eso le molestó bastante.

Frunció el ceño antes de hablar, dejando la botella sobre el escritorio.

— ¡¿Qué tanto me miras?!

— ¡Discúlpeme, por favor!

Agachó la cabeza avergonzada, esperando alguna otra orden.

—Tráeme otra botella.

Ella lentamente levantó la cabeza y lo miró, nuevamente sorprendida.

<< ¿Otra botella? ¡Pero de que va ese gilipollas! >> Pensó Jenna. No le hacía nada de gracia todo ese asuntito.

—Quiere... ¿otra botella? —preguntó inaudita.

¡Su botella estaba casi llena!

— ¿Acaso estás sorda? ¡Tráeme otra maldita botella!

Jenna salió casi corriendo de la oficina. Su corazón estaba bombardeando sangre muy rápido. Las lágrimas se habían acumulado en sus ojos, tenía ganas de llorar ¿Por qué le gritaba ese estúpido? Ella no había hecho nada. Algunos que había escuchado el griterío la miraban con curiosidad y lastima.

Caminó hasta la recepción que quedaba a unos pasos de ahí. Zoey se aceró rápido a ella y colocó sus manos sobre sus hombros. Algunas de sus compañeras y compañeros se acercaron a ellas.

— ¡Jenna! —exclamó preocupada al ver lágrimas caer de los ojos de su amiga — ¿Qué sucedió? Escuchamos como te gritaba.

—Yo no hice nada —sorbió por la nariz mientras se limpiaba las lágrimas de sus mejillas — ¡Me gritó por nada! Se va divorciar de su mujer y se tomó conmigo —murmuró enojada.

Una empleada ahogó un grito de sorpresa.

— ¿Se van a divorciar? —preguntó Zoey.

— ¡Con ese carácter! —gritó enojada Jenna —, bien merecido se lo tiene. ¿Quién es su sano juicio aguantaría a un hombre así?

—Eso lo dices porque no lo conoces bien —dijo Zoey —. Yo trabajo aquí más de un año, y tú estás aquí apenas un meses. Traté con él muchas veces. Es un hombre bastante formidable.

—Pues siempre que le llevaba el café me agradecía y hoy... ¡y hoy! —no terminó de decir lo que quería decir. Estaba bastante molesta.

 




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