Hace cuatro semanas que Jenna escuchaba casi la misma conversación por llamada, detrás de la puerta de la oficina del señor Forbes, con su esposa. Sabía que estaba mal escuchar conversaciones privadas, un defecto muy grande que tenía era el de ser muy curiosa. Además si en una de esas, Alex la pillaba haciendo lo que estaba haciendo pegaría el grito del mundo y luego la despediría. Ella lo consideraba como una persona antipática y muy mal humorada pero guapo.
***
Alex suspiraba frustrado. Esa situación del divorcio le estaba estresando de sobremanera. Hace cuatro semanas que estaba intentando con su abogado localizar a Angelina para que firmara los papeles pero ella siempre le salía con una excusa diferente:
—Lo siento, no creo que hoy pueda.
— ¡Angelina! —Gritó harto, golpeando el escritorio con la palma —esto pasará para el juicio si no me firmas los papeles para esta semana, y saldrás perdiendo y debiendo dinero, estás advertida.
Tras aquellas últimas palabras, cortó la llamada.
¡Angelina lo volvería loco! Se levantó de su silla de cuero para estirar las piernas, mover los brazos hacia atrás y adelante y el cuello de un lado para el otro. Tenía mucho estrés acumulado en el cuerpo por culpa de toda esa situación. Su mirada cayó en el suelo, en dirección a la puerta, por debajo se notaba que había una sombra, alguien estaba parado detrás.
¡Lo que le faltaba! Tener empleados metiches. Bien que siempre se había dicho que las cosas personales debían dejarlo y hablarlo fuera del trabajo, no dentro porque las paredes oían.
Caminó sigilosamente hasta la puerta, colocó la mano sobre el pomo y la abrió de golpe, queriendo tomar por sorpresa a esa persona, en cambio, no fue así, él terminó sorprendido. Lo primero que vio fue una taza sobre el pequeño platito entre unas delicadas manos a la altura de su vientre, su mirada se levantó un poco más y observó unos senos medianos bajo una blusa a botones y luego una enorme sonrisa, los labios llevaban un brillo rosado clarito; su mirada pasó a una nariz respingona luego a sus ojos oscuros que tenían un brillo precioso.
— ¡Muy buenos días! —Exclamó Jenna, fingiendo no estar nerviosa, ¡la descubrió husmeando!, vamos Jenna, actúa normal. —Le he traído su taza de café, como a usted le gusta —No dejó de sonreír ni un segundo. Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal.
Alex sintió algo extraño al observarla ¿Quién era ella? Por el uniforme que lleva debe ser una empleada suya, pero nunca la vio trabajando ahí, ¿acaso era nueva? Sí, eso debía de ser.
—Buenos días —Contestó formalmente, a pesar de querer lanzarse a aquella preciosidad. — ¿Quién eres?
—Soy Jenna Miller, señor. Su secretaria —Contestó.
—Jenna—Repitió su nombre, saboreándolo entre sus labios. Hermoso nombre. —. ¿Eres nueva?
Jenna fingió una risa muy realista << ¡Idiota! He estado trabajando para ti cuatro semanas y he entrado aquí seis veces a la semana>> Pensó.
—Oh, no señor —Negó con la cabeza —He comenzado a trabajar aquí desde hace cuatro semanas. Soy su asistente personal.
—Siento no haberte notado antes, Jenna —Se disculpó cordialmente. —, últimamente he estado tan ocupado en otros asuntos que no me doy cuenta de lo que pasa a mi alrededor.
—Entiendo muy bien. No necesita disculparse, señor —Esta vez sonrió de verdad, él era agradable cuando se lo proponía —. Tome este cafecito bien rico que lo ayudará a relajarse —Le extendió la taza con el platillo abajo.
Alex frunció levemente el ceño, cogiendo la bebida. Él la había gritado cuando estaba ebrio. ¡Qué vergüenza, por Dios! ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Tomar en el trabajo? ¿Gritarle a uno de sus empleados?
—Siento haberte hecho pasar un mal momento —Se disculpó nuevamente —He estado de mal humor últimamente, pero ya no sucederá.
—No se preocupe por esas cosas, señor —Jenna tuvo que ser amable, pero bien que tenía ganas de decirle lo mal que le había hecho sentir —Si no necesita nada más me retiro.
—Claro, cualquier cosa te estaré llamando —Alex sonrió divertido mirándola hacer una reverencia. Luego de marcharse cerró la puerta. Era hermosa, no lo podía negar.
***
Jenna se recostó en la pared a lado de la puerta de la oficina del señor Forbes, cuando él la cerró. Colocó la mano en el pecho y se mordió suavemente los labios y luego sonrió como una idiota. Él era tan lindo y encantador cuando quería ¡estaba que moría de ternura! Caminó en dirección a la recepción que quedaba a unos 30 m de la oficina.
— ¿Y tú por que traes esa cara de boba? —Bromeó Zoey cuando vio llegar a Jenna con una cara embobada.
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Editado: 08.10.2018