La azalea de los brujos

1. La nueva familia Lair

El cielo estaba limpio, pocas nubes aparecían, el sol brillaba con fuerza sobre las pieles aceitunadas de los habitantes de aquella pequeña ciudad, algunos mas morenos, otros mas claros, otros trigueños y algunos tan pálidos que parecían de nieve, en el mercado se veían miles de colores, en la fruta, en la bisutería, en las alfombras, en todo.

En las escuelas los niños salían luciendo uniformes azules y blancos, que pronto quedarían cubiertos de polvo por jugar futbol, mojados por nadar en las playas o cubiertos por los colores brillantes y helados, producto de dejar caer un raspado en sus camisas.

Todos estaban apresurados, contentos o agitados, todos menos una persona, adentrándose en el bosque, entre riscos, acantilados y cerros, pasando por el bosque donde los arboles dejan de ser verdes y florecen en rosa, donde el césped es cubierto por una capa de flores rosadas, ahí estaba esa persona que no sentía ni quería hacer nada.

Recostada en una cama de flores, viendo al cielo, se encontraba una bella y pequeña niña de piel oscura, mas oscura que la de muchos en la isla, hermosos y largos rizos y enormes ojos cafés.

Aquellos bellos ojos eran hipnotizados por el azul cielo y el rosa de las flores, extendió su mano intentando alcanzar el cielo, enfoco su vista en su mano y la apretó en un puño al sentir un horroroso cosquilleo y la dejo caer sobre su estómago, alzo nuevamente la mano y tomo entre sus dedos algo liso y frio, agarro el papel y lo vio detenidamente.

En el papel se estampaba una fotografía que parecía mas un sueño plasmado, un ambiente tan elegante, gentil e iluminado que solo podía verse en la majestuosidad de los bailes de reyes y zares, en la fotografía se apreciaba un ambiente extraño y maravilloso, el salón de un castillo, y los protagonistas de la foto eran príncipes, no podían ser más, el primero en distinguirse era un joven moreno y muy alto, usaba un elegante traje negro con una corbata roja y gris y un lindo chaleco en un tono mas claro que su traje, le seguía una joven y bella mujer, sentada en una silla, lucia una reluciente sonrisa, su piel era pálida y su cabello corto y azabache el cual adornaba con una flor rosa, su vestido era al estilo princesa, blanco cual vestido de novia y con adornos rosados, la mujer sujetaba el hombro de una niña morena, una pequeña encantadora con un bello vestido celeste y amarraba su cabello en una coleta que dejaba caer de lado.

Esa foto fue de un evento hace muchos años, era la foto favorita de la niña, había sido el día más mágico de su vida y cuidaba esa fotografía cual tesoro de oro y plata, pero ese día la veía con mucha tristeza.

-Perdónenme- decía la niña pasando sus dedos por los rostros de los adultos en el papel- Les prometo, que hare lo posible por mejorar pronto, así todo volverá a la normalidad-

La brisa soplaba débilmente, haciendo que esos prados respiraran frescura junto con aquella niña, aquella brisa no venia de la nada, un sonido llego a sus oídos y rápidamente se puso de pie, las campanas de la iglesia sonaban, anunciaba que la misa de las tres de la tarde pronto comenzaría, la brisa se transformo en un fuerte viento que sacudió los árboles y arranco más flores rosas.

-Ya entendí, ya entendí- decía la niña, molesta, pues tanto las campanas, el viento y otra persona la obligaban a darse prisa.

La niña empezó a correr, se apresuró entre árboles, bajo laderas y continúo corriendo hacia abajo y luego hacia arriba, evitando un riachuelo y saltando de piedra en piedra.

Aquella niña no pertenecía a esa tierra, pero tampoco era una extraña, tenia un nombre raro, un apellido raro para esa tierra, y motivos raros para estar ahí.

Algunos niños tienen nombres comunes como Pedro, María y Pablo, otros tienen nombres más clásicos de Latinoamérica como Segundo, Diego, Miguel, Francisco o Guadalupe, otros tienen nombres extranjeros como Kimberly, Kevin, Stanley o Amber, esta niña no tenia ninguno de esos nombres, pero fuera en anglosajón o en latino, su nombre no era fuera de lo usual.

-Adiós Valeria- decía una anciana en el pórtico de una casa saludando a la niña cuando esta paso cerca de ella.

-Adiós Sra. Rodríguez- se despidió la niña corriendo por ahí

La pequeña paso corriendo al lado de una mujer que traía un canasto con flores de diferentes colores, por suerte la mujer aparto el canasto antes que la niña se estrellara con él.

-Cuidado Valery, suerte son flores y no jarrones- regaño la mujer

-Perdone Sra. García-

Cuando la niña ya estaba muy lejos la Sra. García recogió algunas flores que se le habían caído, la anciana en el pórtico miro con atención y ofreció su escalera para que la joven colocara su canasto.

-Vaya, esa niña siempre con prisa, un día va hacerse daño o a alguien-

-¿Puedes culparla Clarissa? Tu eras igual cuando niña, aun recuerdo cuando tropezabas con todo a tu paso-

-Tenia doce años, fue hace mucho tiempo-

-Se parece a Keira cuando era una niña- suspiro la mayor de las mujeres

-Si asi es su cuñadita no quiero saber como seria su hija o hijo-



#13557 en Thriller
#23219 en Fantasía

En el texto hay: brujos, magia, sectas

Editado: 30.06.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.