Narra Edward...
Aún tenía muchas cosas que procesar, pero con la frente marcada por el pomo de Peter, no sería nada fácil. Pensé que había despertado en mí cama, con la almohada de peluche que usaba cuando tenía 5 años y aún vivía en Seattle, antes de que la compañía de seguros de tía Susan se transfiriera a Montana, mi habitación era de lo más genial, estaba llena de cuadros de pintores increíbles, Miguel Ángel, Da Vinci, y muchos otros, aunque... miento, realmente había uno o dos cuadros, pero, de lo que sí estaba repleta, era de posters de Star Wars por todos lados, y ni hablar de las figuritas, tenía una mesa tan llena de ellas, que muchas estaban al borde de caer, y en mi closet, mi disfraź de Darth Maul, listo para Halloween, pero al escuchar la familiar voz de John, la imagen se convirtió nuevamente en un fugaz recuerdo. Lo que pensé que era mi almohada, resultó ser el suave pelo de un caballo color naranja, que olía particularmente bien, intenté incorporarme, pero el dolor de cabeza había aumentado, y la última imagen que estaba en mi mente era la del redondo y metálico pomo de la espada de Peter impactando en el centro de mí frente, ah, sin dudas, algo que todo el mundo desearía experimentar. -Finalmente despertaste- dijo John, aliviado mientras sostenía el marco de sus gafas, ahora vuelto añicos
-Trata de no moverte mientras curo la herida, ¿está bien?- le interrumpió Jennifer, el cabello blanco le caía por encima de los hombros.
-Herida, ¿qué herida?- pregunté, viré la cabeza y me topé con la herida más profunda que había visto en mi vida, no toleraba bien la sangre, por lo cual, estuve a punto de desmayarme de nuevo, y esta vez, con ánimos de no despertar en unos seis meses, tal vez en ese tiempo podría procesar todo lo ocurrido esa noche. Recordé que la rodilla de Alice había sido fuertemente lastimada, la sangre brotaba a chorros, cosa que solucionó con un largo trozo de su camiseta, pero eso no ayudó mucho al momento. Mi brazo derecho estaba casi partido en dos, Jennifer sacó de su cinturón un frasco con un líquido violeta.
-El dolor será momentáneo- me advirtió- cuenta hasta tres- obedecí su sugerencia, pero no tuve tiempo de contar ni el uno cuando ya había vertido el líquido dentro de la herida.
-¡Argh!- grité, el caballo se sobresaltó y detuvo su caminata, Alice, que estaba algo más adelante de nosotros, giró sorprendida hacia atrás, a Patrick que estaba a su lado, pareció no importarle mucho. Mi herida empezó a cerrarse mágicamente, aunque después de lo vivido ese día, tenía un concepto muy distinto de lo que era mágico, eso fueron los quince segundos más dolorosos y largos de toda mi vida, pero en un parpadeo, el dolor se detuvo bruscamente y la herida se había curado completamente, de pronto sentí mi cuerpo en llamas, mi energía consumiéndose, igual que cuando conseguí usar mis poderes por primera vez, en la cabaña de Chris, pero, por más que intenté, no logré recordar nada de lo ocurrido luego del violento golpe de Peter
-Te acostumbrarás con el tiempo- dijo Alice acercándose, tenía una venda con empapada con un líquido azul alrededor de sus costillas
-Dejame adivinar- pedí- perdimos por paliza ¿no?
-Te equivocas, logramos ganar, pero, Chris pagó el precio
-Mis gafas también pagaron el precio- interrumpió John, sosteniendo el marco destrozado de sus gafas
-No hagas drama, amigo, recuerda, si algo soporta los poderes de chicos mágicos sin destrozarse, es tuyo, si por el contrario se rompe como papel mojado, nunca lo fue- respondí con intencional insensibilidad y marcado sarcasmo.
-¿Qué no haga drama?- respondió algo ofendido- ¿Hablas en serio? He destrozado cuatro pares tan solo este año, aunque, estaría dispuesto a repetir esta ocasión cientos de veces- añadió mientras apretaba sus destrozadas gafas- no me había divertido tanto desde que ganamos la competencia de esgrima, ¿recuerdas?
Lo recordaba muy bien, hacía dos años, nos inscribimos en la competencia anual de esgrima del colegio, que había sido dominada por los hermanos Green, un chico y una chica que habían llegado de intercambio.
Entrenamos de modo diario por 3 meses, cosa que a John no le hacía mucha gracia, puesto que prefería estudiar, o en los casos más extremos, dormir. El día llegó, afrontamos cada uno de los retos que se nos interpusieron, hasta llegar al que para muchos era un suicidio, enfrentar a los Green; Michelle, la chica, era muy atractiva, tenía un cabello larguísimo azul teñido, unos ojos verdes preciosos, y un piercing en su nariz que la hacía más bella aún, pero en el campo de batalla, debías olvidar eso, o te convertirías en otra de sus víctimas. Michael, el chico, era una especie de gorila musculoso, con el cual no quisieras discutir ni de broma, cosa que lo llevó a tener pocos amigos, los primeros en acercarnos a él, fuimos John y yo, solíamos hacer amigos muy rápido, y fue ahí cuando descubrimos que su personalidad era todo lo contrario, era el chico más amable del mundo, y se volvió popular en muy poco tiempo luego de eso. Las reglas del torneo eran simples, tan sólo existía un toque sin la oportunidad a toques dobles, por lo demás, jugábamos con las reglas de la esgrima deportiva convencional