Luego de una batalla que parecía no tener fin, logré subir hasta mi habitación sin llamar mucho la atención, excepto claro, por Giselle; nuestra entrometida y chismosa vecina que al parecer tenía un radar que le indicaba cuando había algo interesante para observar y de inmediato la encontrabas por la zona merodeando. Por supuesto me vio trepar la reja de mi propia casa como si yo fuera una criminal muy prometedora, eso sí obviábamos las 10 maldiciones y 3 blasfemias que pronuncié al tener que apoyar el tobillo dolorido, a lo cual ella negó muy enérgicamente con la cabeza dando a entender que no le agradaba en lo absoluto mi educación. Pero esa era mi menor preocupación en ese momento ya que tenía mi cabeza trabajando a cien revoluciones para que inventara una excusa creíble del porque me estaba levantando de la cama con un tobillo que posiblemente tuviera un esguince. O al menos esperaba que eso fuera y no algo peor. Pero para mí fortuna, o desgracia mejor dicho, ya no era necesario pensar en semejante situación ya que en mi cuarto me estaba esperando algo peor.
-¿Hace cuánto te fugas de la casa Isabella?
Del susto o la sorpresa, o incluso puede que de ambas a la vez, termine enredando mi pie bueno con el dobladillo de la cortina traslúcida larga de mi ventana. Era la que Eleonor solía poner cuando la temporada de frío se iba, decía que entonces los rayos del sol entrarían al sitio sin ser demasiado agresivos, pero en este momento la cortina estaba siendo agresiva conmigo. Con el pedazo de tela sujetando mi pie y con el tobillo quemando de dolor terminé dando manotazos al aire intentando sujetarme de algún sitio sin éxito alguno por lo que caí de culo al suelo y terminé observando directamente a los ojos de mi madre; solo que ella estaba sentada cómodamente en mi silla de escritorio favorita y yo estaba tendida en el suelo de una manera penosa y lamentable sin recibir siquiera una mano de ella. Desde mi posición su rostro parecía neutro, sin atisbo de enfado, pero claro eso pasaba desde una perspectiva en la que estaba viéndola de cabeza.
-¿Entonces? ¿A caso piensas ignorar mi respuesta Isabella Anderson?
Esa era su señal de que no estaba para juegos y que sí estaba realmente enojada.
-Mamá, por supuesto que hay una explicación razonable para esto.
-Me parece bien porque la estoy esperando.
-Si bueno, quizá ayudaría un poco si me dieras una mano para ponerme en pie y así poder verte desde el mismo ángulo y no de revés como ahora.
Al ver que ni siquiera pestañaba comprendí que no me ayudaría.
-O, puedo simplemente acomodarme yo sola.
Y de paso ver si lograba crear una historia que ella creyera, pero la verdad es que no se me ocurría nada ingenioso. El pánico comenzó a aparecer mientras me agachaba en dirección a mis piernas. En ese momento la puerta se abrió de golpe y Eleonor asomó su cuerpo por ella con cara de preocupación. Entonces supe que estaba salvada, ella era mejor tirándome salvavidas que mi madre dándome una mano.
-¡Srta.! ¡Le dije que yo lo solucionaría! ¿Por qué no me hizo caso? ¿A caso quiere usted abrirse la cabeza en esas alturas?
-Eleonor.
-¿Si Sra.?
-¿Podrías explicarme de que estás hablando? Porque no comprendo a que te refieres.
Pues en eso ya éramos dos. Estaba sacudiendo las piernas de mi pantalón quitando suciedad inexistente cuando ella apareció por la puerta gritando y como olvidó darme el guion de la novela, no tenía ni idea de que papel interpretaba yo, ni mucho menos lo que debía decir. Por lo que no podía colaborar con su historia del porque estaba entrando a hurtadillas por la ventana a mi habitación a estas horas sin que me dijera las palabras claves.
-Si Sra. Es que hace unas horas la Srta. Se despertó mientras yo aún organizaba el desayuno, me dijo que deseaba salir a correr…
-¿Isabella se levantó temprano para correr?
Eleonor me dio una mirada furtiva pero lo suficientemente clara para saber que debía intervenir.
-Si mamá. Quizá no lo sepas, pero también tengo un lado deportivo en mi.
-Si, claro. ¿Entonces?
Regresó su atención a la pobre Eleonor que sudaba miedo y nervios.
-Entonces al regresar quiso ducharse en el baño de su habitación, pero no logro entrar ya que la había trancado.
-Si… por tonta al salir de mi cuarto presione el pestillo del picaporte y al cerrar la puerta se tranco.
-Así que la Srta. dijo que subiría por el balcón para poder abrir desde dentro. No me dio tiempo a decirle que no, ni bien lo dijo desapareció por la puerta principal. Entonces fui a la cocina y tome el haz de llaves y así logré abrir la puerta.
-¿Entonces es por eso que estaba sin tranca cuando yo entre?
-Si Sra. Una vez que la abrí corrí escaleras abajo intentando alcanzar a la Srta. Pero ya era demasiado tarde.
Estaba sorprendida y agradecida por la gran historia que había creado para engañar a mi madre. Al principio creí que no se la tragaría, pero entonces hizo ese gesto de “Creo en lo que me dices.” Y se fue de la habitación sin decir nada más. Una vez que Eleonor se aseguro de que estábamos solas cerro la puerta y corrió hacia mi.
-¿Bella estás bien?
-Gracias a ti lo estoy Elo. Gracias.
-Nada de gracias niña. ¿Sabes el susto que me diste?
Su cara se contorsiono en un intento inútil de parecer enfadada, pero la conocía lo suficiente como para saber que en realidad estaba por asomarse una gran sonrisa de hoyuelos. Cinco segundos después los pocitos se abrieron paso en su redondo y bello rostro. Para ser una mujer de edad algo avanzada tenía una cara por la que los años parecían no pasarle, ella solía contarme historias de como sus compañeros se reían de ella por su “problema de peso” y yo siempre le decía que estaba bien así como era, y era cierto. Ella no era una mujer obesa como sus compañeros señalaban, sino que tenía una figura con curvas y estás lucían bien con sus ojos celestes y su pelo rubio arena. Aunque en la actualidad estaba salpicado por canas.
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Editado: 20.09.2024