Al llegar a mi casa Andrew simplemente se despidió con un escueto adiós y se fue tan rápido que ni me dio tiempo a corresponderle el saludo. No creí que fuera importante, pero sabía que algo le estaba pasando. Entré a en casa con sumo cuidado por si mi madre aún dormía, pero en cuanto entré supe que no era así.
-¡Oh! ¡Ahí estás querida! Ven, debes lavarte las manos y luego ve a la sala. Preparé tus bocadillos favoritos: lingotes de dulce de leche. Ve y apresúrate – me instó mi madre, pero yo solo me quedé allí parada en silencio observándola con asombro y temor – debes lavarte las manos querida.
Busque de inmediato a Eleonor, pero no la encontré por ningún lado, solo encontré a Lisa que estaba igual de desconcertada que yo; e incluso asustada y no podía culparla, ya que me sentía igual.
-Isa, vamos que los bocadillos no esperarán por siempre.
Isa. Hacía una eternidad que mi madre no me llamaba así; era el sobrenombre por el cuál solía llamarme cuando era más pequeña y los lingotes de dulce de leche aún me gustaban, pero por supuesto olvidó que dejaron de gustarme hace una década. Cuando en uno de sus arranques de odio y frenesí revoleo una bandeja de lingotes que yo misma había horneado para que comiéramos juntas y en su lugar quedaron regados por el suelo. Luego me ordeno juntarlos uno por uno y colocarlos en la fuente nuevamente y que los comiera; dijo que la comida no se podía desperdiciar. Se quedó allí parada para asegurarse de que cumplía con su orden, afortunadamente alguien tocó a la puerta y ella tuvo que irse, Eleonor se encargo de deshacerse del resto. Solo había comido uno, pero el mal sabor aún perduraba allí, no porque estuvieran sucios ya que lo limpiaban a fondo cada día y enceraban cada piso, sino por la actitud de mi madre.
-Mamá – dije con voz temblorosa y titubeante - ¿Estás bien?
Ella me miró con asombro sin comprender mi pregunta, seguro debía parecerle ridícula, pero lo ridículo allí era su actitud y me asustaba. Por un momento su mirada se alteró, pero entonces sus ojos se normalizaron y sonrió amablemente. Eso solo me perturbo aún más.
-Por supuesto cariño. ¿Qué clase de pregunta es esa?
-Entonces ¿Hay visitas a caso? – susurré mientras paseaba la vista por cada rincón buscando alguna persona extraña e indiscreta deseosa de ver una discusión, pero no vi a nadie más que a Lisa que se encogió de hombros. – Si tienes visitas entonces, mejor diles que hoy no me apetece acompañarlos porque si debemos fingir llevarnos bien, creo que no lo toleraré.
-¿Cómo que fingir? ¡Pero si tú y yo somos muy unidas! Y nos contamos todo princesa. Vamos Isa, deja de jugar con tu madre.
Entonces ella frunció el ceño extrañada y corrió hasta donde yo estaba e intento tomarme de las manos, pero yo me hice para atrás con temor. Por un momento creí que me iba a abofetear, pero solo chisto y tomo mis manos entre las suyas como cuando era pequeña.
-Dime hija. ¿A caso tus compañeritos de la escuela te molestaron hoy? ¿Lo volvieron a hacer? Dime y hablaré con sus padres.
-¿La escuela? Pero, mamá, ya dejé la escuela y lo sabes. Voy a la universidad.
Ella sacudió la cabeza con ímpetu negando mis palabras y soltó mis manos repentinamente.
-¿¡Porque dices esas tonterías!? No quieras crecer tan rápido pimpollo, debes disfrutar de la niñez es una etapa única. Ahora, acompáñame a la sala y comamos.
No la contraríe. Temía su reacción de hacerlo y solo la seguí sin entender lo que sucedía. Cuando pasamos junto a Lisa la tome del brazo suavemente y le susurré al oído que buscará urgentemente a Eleonor. Ella asintió y corrió para cumplir su tarea sabiendo la seriedad de la situación. Seguí a mi madre a la sala con temor, pero también con curiosidad de saber que estaba tramando.
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Editado: 20.09.2024