Creí que la oficina de mi padre sería el mejor lugar para hablar tranquilos, pero justo cuando estábamos encaminándonos, mi madre salió de mi cuarto con ojos adormilados.
-¿Bella?
Era gracioso ver a mi madre recién levantada con su cabello enredado, sus mejillas enrojecidas, la almohada marcada en la mitad de su rostro y sus ojos lagañosos y perdidos. Ella siempre era tan pulcra y detestaba que la vieran desarreglada, pero ahí estaba ahora recién levantada.
-Mamá, lo siento, no quería despertarte.
Hablé con cuidado y tratando de leer en su rostro lo que estaba pasando por su mente en ese momento. Quería corroborar que lo sucedido la noche anterior, no había sido síntoma de sus delirios, realmente deseaba que las cosas cambiarán para bien.
Entonces ella me sonrió amablemente y sentí la emoción en mi pecho, algo que hacía tiempo había dejado de sentir.
-Me hubieras despertado, pero no importa ¿Dormiste bien?
-Si. ¿Qué tal tu?
-Como nunca. No tenía idea de que tú cama fuera tan cómoda. -Mi madre se ruborizó al notar por fin la presencia de Andrew, quien estaba realmente confundido por la situación.- Oh, dios, Bella no me dijiste que había visitas.
-Créeme, tampoco tenía idea de que vendría, pero mira – dije elevando a la bola de pelo inquieta – me trajo un regalo.
La pequeña cachorra ladro juguetonamente en dirección a mi madre que rio sorprendida.
-Es realmente hermosa ¿Y como se llama?
-Aún no lo tengo decidido, pero quizá Sasha.
-Es un lindo nombre. Bien, iré a ducharme mientras ustedes hablan.
Mi madre se despidió de Andrew con una sonrisa y al pasar junto a mí, ella deposito un beso en mi cabeza rápidamente y se marchó.
-¿Qué está pasando?
-Andrew, hay mucho que explicar.
Ambos entramos en mi habitación y me sorprendió encontrar la cama tendida. Seguramente mi madre la ordeno al levantarse, pero me sorprendió la rapidez con la que lo hizo.
-Brownie ¿Qué pasó? ¿A caso los aliens abdujeron a tu madre?
-Te dije que también tenía cosas que contarte.
Mis labios se sellaron cuando vi los ojos de Andrew puestos en mí cama y cuando se percató de que lo había descubierto, puso su sonrisa lobuna y juguetona.
-Yo también quiero saber que tan cómoda es tu cama.
-No tan rápido vaquero, primero hablemos. Pero en el puf, no en la cama. -Aclare cuando vi que se dirigía hacia ahí. – Y tu pequeña ve a jugar que los adultos debemos hablar.
-Si, deja que tú madre y yo hablemos.
-¿Disculpa? -Pregunte viéndolo directamente a los ojos, pero el muy descarado solo sonrió mientras se encogía de hombros. - ¿A caso estás diciendo que la pequeña cachorra es nuestra hija?
-Por supuesto, nosotros somos sus padres.
Me reí al imaginarme a Andrew como una figura paterna, pero la sola idea hacia que me diera risa. Cuando nos sentamos en el pequeño puf, mis dedos se entrelazaban nerviosamente con la anticipación de lo que ambos nos teníamos que decir. Andrew era el más nervioso, creo que se debía al hecho de su temor de que al saber su secreto, entonces, dejaría de hablarle.
-Bella, quiero; no, necesito decirte algo muy importante y no se cómo te lo vas a tomar, pero realmente debes saberlo.
-Eres casado.
-¿Qué? ¡No! Por supuesto que no ¿De dónde sacaste esa idea?
-Solo quería romper el hielo.
-Es algo… más delicado y puede que peor. -Ahora si tenía toda mi atención y yo moría por decirle que… - Yo, Bella, mi familia y yo…. No somos simples empresarios, nosotros somos; en realidad, venimos de una larga línea de dos familias de muy respetadas y temidas. Es decir, pertenezco a la mafia.
-Ya lo sabia.
Andrew se volteo a verme boquiabierto creyendo que estaba bromeando, pero al verme tan tranquila y sin tener que asimilar lo que había dicho, comprendió que hablaba en serio. Y sí, yo sabía que él era hijo de la mafia ruso-italiano.
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Editado: 20.09.2024