La Biblioteca de los sueños

Nelson

Peleaban encarnizadamente en el campo de batalla como soporte de la formación de la coalición de los reinos del norte los guerreros y los soldados tanto hombres como mujeres y adolescentes de Alfgard, valerosamente guerreaban valientemente para que los dioses al ver su pasión por la batalla se dignasen a inclinar la lanza de la victoria hacia ellos de manera que con toda la fuerza de espíritu y alma que tenían peleaban cada vara y palmo de terreno, cada azulejo de las calles, y cada vivienda de la ciudad, los soldados comandados por Nelson Agnarsson, con el estandarte lleno de runas de batalla y victoria con una inscripcion que significaba "El trueno y la espada de la guerra" y el emblema del iceberg, que era su escudo de guerra, combatían en menor numero que los aluces en una formacion de uve, en una proporcion de once a uno lanzando hachazos a discreción y resistiendo estoicamente la formación, el hacha de los berserkers descendía como un trueno fugaz de la misma manera que los relámpagos descienden e impactan un árbol, asi descendían las hachas alfgardianas sobre los invasores aluces, el ejército de Nelson Agnarsson la formacion flecha o formación flecha, formando un muro de escudos de metal y de madera con su runa Ehol pintada de rojo en ellos sin miedo a la muerte, deteniendo las flechas y los ataques enemigos mientras otros en medio de los que sostenían los escudos de acero Marrjerlnir lanzaban golpes con la hacha contra los aluces, peleaban en las callejuelas y salian de entre las casas para atacar de sorpresa a los invasores, pero aún resisitiendo con tanta valentía, y entrega total al sentido de vencer sin miedo, habían tenido que retroceder ante el constante pero lento avance aluz, tuvieron que replegarse a las afueras del castillo, la situacion no parecía tan facil, els castillo era, en resumidas cuentas, el último bastión defensivo contra la horda de los aluces quienes a pesar de tener muchos muertos y heridos gracias a las hachas alfgardianas, éstos parecían simplemente interminables como un enjambre de abejas.

Los escudos de madera crujían en batalla, a pesar de que recibían estocadas y cortes con espada y lanza de los aluces, los alfgardianos no deshicieron en ningún momento la formación ni tampoco fueron rodeados por ningun flanco, apoyados por los lados por los escuadrones de Magnus Frankard, y las jinetes comandadas por Idun, por un lado, comandaba un escuadrón de valquirias con hacha y lanza en mano con la misión crucial de evitar que el ejército de Alfgard fuera rodeado por el flanco izquierdo, que estaban hasta el momento desempeñando de manera tenaz.

-¡Hachas y espadas!, ¡Escudos se partirán!, ¡en formación, ¡por los dioses! ¡por nuestras familias! ¡Por vivir un día más para cenar banquetes !¡Ge sig pa!!- Eran los gritos que profería el comandante Nelson junto con sus amigos capitanes de escuadra Alfar, Gagnrad y la guerrera Idun para darle ánimos a sus tropas, que resistían estoicamente los embates, hombro con hombre, con verdadera entrega, los soldados de Alfgard solían ser amigos y se querían como hermanos, así lo demostraban en la batalla, habían sido críados desde muy pequeños en las llanuras frías e inviernos crudos llenos de nieve y grandes lagos congelados del Norte, acostumbrados a entrenar desde una edad muy temprana, eran conocidos por su destreza y su entrega en la guerra, Nelson recordaba muy bien a sus amigos y amigas de la infancia, muchos de ellos lo acompañaban hombro con hombro luchando a este momento, despues de años de pasarla practicando y bromeando sobre la guerra, ahora estaban ante la realidad la hermosa Indria, amiga desde los 6 años se había convertido en una mujer sumamente hermosa y peleaba codo con hombro con los demás, en el campo de batalla por cada soldado amigo caído, caían cuatro aluces del desierto, que comenzaban a tener miedo de enfrentarse en un duelo de uno a uno a los valerosos combatientes, que ya estaban al punto del límite del extenuamiento, estaban exhaustos y heridos, pero firmes sosegaban y proseguían de manera gallarda la paupérrima defensa que perdia cada vez mas metros, los arqueros y ballesteros de la ciudad comandados por la familia real, ayudaban pero era ayuda insuficiente, los campesinos peleaban con martillos, herramientas de trabajo, palos para acomodar el heno, escobas, cuchillos de cocina, varas de arado, piedras, todo lo que estuviera al alcance de la mano, les lanzaban desechos por las ventanas de las casas a los invasores aluces, solo para mostrar su desagrado por los invasores que, porseguian a capa y espada con el avance como una estampida de bueyes, las defensas de la ciudad seguían de manera extravagante resistiendo y peleando cada calle, los niños habían sido trasladados a las bodegas subterraneas para protejerlos, los ballesteros se dedicaban a cazar a los invasores, pero los aluces seguian siendo casi siete mil soldados a pesar de las perdidas magnas, entonces Nelson resulto herido en la pierna, pero siguó resistiendo, con  el escudo hizo retroceder a quien le había infligido esa herida en la pierna, mientras sus compañeros y amigos de armas le apoyaban a quitarse de encima la marea humana que atacaba con espadas de acero, y una lluvia de flechas, el muro de escudos protegia a los hombres de Alfgard mientras poco a poco la defensa retrocedio a paso forzado hasta el castillo de la ciudad, para resistir hasta el final, de manera tajante. En ese instante, Nelson escuchó los cuernos de batalla de el reino de Purias, que entraron por la puerta norte de la ciudad como un rayo de luz en medio de una tormenta imperiosa, los habitantes de la ciudad, creyendo que se trataba de refuerzos de los invasores se escondieron en sus casas o trataron de huir pero cuando vieron que eran los aliados, los que venían a socorro de la ciudad y del ejercito con sus contingentes de alabarderos, lanceros, guerreros con espada y jinetes con caballos acorazados y el estandarte de Purias de color Dorado, como un aluvión de esperanza, en ese momento una sensacion de alivio y de renovadas esperanza recorrió a los ciudadanos y a los defensores de la ciudad, los veían como mensajeros de los dioses de la guerra y de un cambio de vientos, con la fuerza que les quedaba los soldados del norte comenzaron a entonar una cancion mientras esgrimían las espadas y los escudos, hablaba acerca de las delicias de la vida despues de la muerte, mientras los guerreros del reino de Purias, comandado por una comitiva montada en caballos de pelaje color beige o marron ligeramente anaranjado con unos escuadrones de unos tres mil soldados a pie, se posicionaron en la primera línea, para prestar su prometida ayuda, de manera providencial, a los cansados alfgardianos de los que seguían en pie tan solo unos 178.mientras otro contingente de Purias que había entrado por las bodegas subterráneas y el sistema de drenaje y alcantarillado de la ciudad a traves de un tunel que sirvio como trampa, hizo estallar el suelo debajo de los aluces con una poción de los alquimistas de Purias, en barriles que colocaron a toda prisa justo debajo de la marea humana de los aluces que hicieron, como si se tratase de hacer volar el tercer piso de una casa, colocando explosivos en el segundo piso, una idea que fue de la hija de uno de los nobles de Purias, no la conocían aún pero su nombre probablemente le tomarían cierto aprecio , era Valiquia, mientras los barriles de la sustancia misteriosa hicieron que la calle colapsase haciendo que muchos soldados aluces se precipitasen a un agujero precipitándose a una caída de cuatro metros, haciendo que muchos soldados enemigos perdieran el balance y quedasen fuera de combate de los soldados aluces



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Editado: 31.08.2021

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