Desde que me mude con mi abuelita, soy muy feliz, mi nombre es Carolina y el de mi nueva tutora es Francisca, tiene una casa muy bonita y grande, pero a pesar de tener otra recámara, las dos dormimos en una sola.
En estas vacaciones, la ayudaré a vender sus bordados que tiene en su taller, para esto tengo que ir por los trabajos terminados hasta atrás de la propiedad, a un cuartito de madera habilitado como taller de costura.
-Hija, tráeme el material de bordado, esta en una bolsa azul- me pidió mi abuelita.
-¡Si, abuelita!- conteste muy feliz aunque me daba miedo atravesar el patio, ya que no tenía luz y se encontraba en total obscuridad.
Apresurando mi paso llegué hasta el cuarto de madera y rápidamente encendí el quinque antiguo que se encontraba a un lado de la puerta, una vez encontrada la bolsa azul, le soplé a la mecha encendida en la lámpara quedándome una vez mas en tinieblas y salí del taller.
¡Dios mio!, hay una mujer parada frente a mi, siento un escalofrio por todo el cuerpo, ¿quien es?, mi abuelita y yo vivimos solas.
-¡ayudaaaa!- le gritó a mi abuela pues es lo único que se me ocurrió, mientras esa mujer empieza a caminar directo hacia mi, moviendo la cabeza de forma extraña.
-¿Qué pasó hijita?- francisca respondió a mi grito y se apresuró a ver que me sucedía.
-¡Abuelita hay una mujer!- le volví a grita, mientras esa figura estaba a solo un metro de distancia, me cubrí con la bolsa y cerré los ojos.
-¿Que haces aquí Teresita?, no te espantes Carolina, es la vecina que se saltó a la casa, seguramente sus padres no están- me informó mi abuelita apartándola de mí.
Me fui muy asustada a mi cuarto, mientras escuchaba a mi abuela, platicar con la vecina, sin que esta le respondiera.
Francisca es muy buena, le sirvió un café y esperaron en la cocina, hasta que escuchó como llegaron los padres de aquella chica, al saber que ya había alguien en su casa, mi abuela la llevó y la entregó.
-Ella es Tere, tiene problemas mentales y aveces se escapa de su casa, nunca se había saltado a mi propiedad, estaré más atenta, pero no te espantes, si tienes la oportunidad de ayudarla ¡hazlo!- me explicó mi abuelita y me sensibilice al ver el gran corazón que tenia mi anciana abuela.
Días después, regresaba del mercado con unos quelites que me habían encargado, cuando de pronto vi una multitud de chamacos, apedreando a una persona, al acercarme me di cuenta que era Teresita, dejé mi bolsa a un lado y me metí a defenderla.
-Lárgate bruja- gritaba la multitud.
-Quítate de ahí Carolina- me gritó un niño de 11 años que junto con sus amigos, se reían de ver lo espantada que estaba la chica.
-déjala de molestar, si no..
-Si no ¿qué?-
-Si no, en la escuelas se enterarán que un perro te mordió los genitales y ya no tienes p...
-¡Cállate! dijo mientras sus amigos empezaron a burlarse de la información que solté, ya que su mamá platicaba con mi abuelita y en una ocasión le pidió ayuda, por que José tenía mucha temperatura por una mordida que le propino un can.
El niño tenia mucha vergüenza y se fue llorando, junto con sus compañeros que no podían contenerse la risa, dejando a la muchacha en paz.
-¿Estas bien? ya paso- consolé a Teresita mientras la acompañaba a su casa.
llame la puerta y su padre salió muy enojado, la jalo, metiendola mientras la regañaba, ni siquiera me dieron las gracias y cerró de un portazo.
Me dió mucha lástima e impotencia y más verla amarrada de los pies cuando me asomé en la barda perimetral que tenía el patio trasero.
Después de un duro día, acompañando a mi abuela a vender sus creaciones, nos dispusimos a dormir, esa noche en especial, hizo mucho frío.
Cerré la puerta y le puse la tranca de hierro, que aseguraba e impedía que la puerta se abriera hacia dentro, antes de dormir, como era costumbre, rezamos un poco y después nos tapamos bien con las cobijas, no había puerta en nuestro cuarto, solo una cortina gruesa y mi cama estaba muy cerquita de la de Francisca.
3:00 am, me despertó un ruido muy fuerte, algo retumbó dentro de la casa, el sonido de un metal cayendo al piso.
-¡No te levantes, quédate en tu cama! dijo mi abuelita con voz temblorosa - ¡algo se metió a la casa!- exclamó con miedo.
La temperatura empezó a descender muy notoriamente en toda la casa, ni las cobijas podían regresarnos el calor corporal, nos dio mucho miedo levantarnos a encender la luz.
Intempestivamente se abrió la puerta principal, y comenzó a correr un aire aún más helado, las cortinas comenzaron a moverse a consecuencia de ese ventarrón.
Las dos nos quedamos calladas y empezamos a sentir un pánico tremendo al escuchar como alguien estaba registrando la casa, los ojos de mi abuelita crecieron y dejaron ver una expresión de terror, claramente se podía escuchar, como empezaban a tirar los trastes de la cocina, la puerta del baño empezó a golpearse de la misma manera en que la haría una persona enojada.