La Bonita

Vuélveme a querer

Es de noche y me encuentro aquí, sentada en este enorme comedor, contemplando mi vida pasar. Gentes por todos lados, personas a mi mando, atentos de mis necesidades, en esta enorme y fría casa…y él, aquí sentado frente a mi observándome, sintiéndose imponente por que estoy con el… al fin gano. 
Miro a mi alrededor queriendo encontrar caras conocidas, pero solo veo extraños… ¿donde esta el amor? ¿acaso no existe? Esas preguntas que redundaban mi mente en cada momento, si algún día vería el sol nacer entre esta gran penumbra… tendría la oportunidad de volver a amar, con tantas fuerzas que acabaría con mi propia vida y aun así terminar feliz… pero seguía aquí, atrapada entre estas enormes paredes de falsedad, de mentiras, de engaños.  
Seguía pensado, escapaba de aquel sitio en mi mente, olvidaba que existía ahí… hasta que le escuche decir: 
- Deberías comer…- me dijo muy tranquilo mientras seguía probando bocado. 
Asombrada subí la mirada a donde el, y si, ahí estaba contemplando dulcemente. Sin duda era cambiante. Baje la mirada y entre labios musite: 
- No tengo hambre… -era la primera vez que le escuchaba tranquilo, pero obviamente el era el mismo. 
Deje los cubiertos en el plato y volví a verle, solo que esta vez estaba serio, me hizo quitar la mirada. Me levanté súbitamente y en cuanto decidí retirarme pregunto: 
- ¿A donde vas?- dejando de comer y mirándome fijamente. 
- Te eh dicho… que no quiero comer - le respondí algo asustada, mientras me alejaba de la mesa. 
El se levantó, se dirigió hacia mí, me tomo del brazo, se puso delante de mi y dijo: 
- ¡Eres mi esposa! aunque no quieras deberás acompañarme aquí, no estas para llevarme la contraria, así que haz lo que yo diga y punto… - su fuerte voz se escucho en todo el salón, incluso la servidumbre aun en la cocina escucharon.  
No dije nada más, trate de que me soltara, pero era mas fuerte que yo y sinceramente no quería mas problemas. Volví con el a mi asiento, probé bocado y seguí como si nada pasara. 
De pronto, entro a el gran comedor el señor Juan, capataz de la Hacienda, llego hasta donde estaba él y haciendo un gesto de respeto le dijo: 
- ¡Buenas noches patrón! Disculpe la hora pero…- el señor se veía algo nervioso mientras que Carlos le interrumpía diciendo  
- ¿Ahora que sucede? - con una mirada frustrante y dejando nuevamente de comer se levantó. 
- Lo que sucede, Señor, es que hemos encontrado unas vacas muertas en las afuera de la hacienda, por donde pasa el rio y… señor… tienen su marca - le respondió sabiendo muy bien que eso era grave para el 
- ¡Como es posible Juan! -suspiró frustrado- ¿es que aquí nadie puede hacer bien las cosas? - ya enojado empujo la silla cercana a el, tomo su sombrero y se fue junto con el capataz.  
Lo vi salir de el lugar como alma que lleva satanás, mire nuevamente a mi alrededor, volví a mi mente, esta vez me sentía mas tranquila, en paz… respire profundo. 
Se acerco a mi la nana Sofía y me abrazo, me solté a llorar, ella entendía  que de verdad era difícil tratarlo, cada vez me era imposible enamorarme de el como decían, que no era mi lugar, que no estaba dispuesta a soportar… sentía culpa. 
 




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