La Bruja del Barrio- El Inmortal

Capítulo 8

Las chicas se encontraban en la cafetería de la Universidad, charlando animadamente con varios de sus compañeros, entre ellos, ese chico Zeke, el cual Natalie tiene una fascinación algo extrema. Leo puede sentir que hay algo diferente en ese chico, pero le es muy difícil saber qué es exactamente. Quizás solo sean ideas de ella, desde que conoce a Killian, y ahora con el problema de la piedra del alma negra, tiene desconfianza en todos a su alrededor y es muy consciente de eso. Si ese chico Zeke fuera de alguna otra especie, ella lo sabría y lo ha estado observando muy detenidamente, sin encontrar nada. Solo son malas jugadas de su mente y sabe que tiene que parar, ya que no es bueno para su tranquilidad mental, ni tampoco para su amiga Nat.

— ¿Esta noche irán a la fiesta? —quiere saber Zeke.

—Por supuesto que sí —se apresura a contestar Nat antes que Leo encuentre una excusa para zafar de esa fiesta.

—Iremos —asiente Leo sonriendo.

—Genial —exclama Zeke—. Tengo que ir a sociología, pero nos vemos en la noche —se despide el joven mostrando una amplia sonrisa.

—Nos vemos en la noche —corresponde Leo.

—Chau —canturrea Nat.

—Eres increíble —mofa Leo.

— ¿Qué? —entona Nat con inocencia.

—Todo el mundo se dio cuenta que te gusta ese chico —expresa Leo sonriendo.

—Como si me importara todo el mundo —suelta Nat, elevándose de hombros.

—Claro que no —suspira Leo—. Yo también debo irme —comenta levantándose de su silla—. En la noche paso por ti —enuncia.

—Sí, señora —se jacta Nat.

Leo niega con la cabeza, al tiempo que camina para salir de la cafetería. Se le hacía tarde y debía llegar a su loker para cambiar sus libros, pero al cruzar la puerta de la cafetería choca contra un chico que iba a toda velocidad, provocando que ambos terminen con un pequeño dolor en sus brazos y Leo puede sentir como una pequeña descarga de electricidad se instala en su nuca haciendo que arrugue la frente extrañada.

—Lo siento —hablan a la misma vez.

— ¿Joy? —Leo lo mira entre cerrando los ojos—. Eres Joy, ¿verdad? —el joven la mira con el ceño fruncido.

—Sí —asiente mostrando una forzada sonrisa—. Espero que no sigamos encontrándonos de esta manera —bromea, frotándose el brazo.

—Esperemos que no —sonríe Leo mirando fijamente los ojos del joven—. Sera mejor que vaya a clases —le hace saber.

—Sí, sí — habla Joy bajando la mirada al suelo—. Yo también debo irme.

—Hasta la próxima —saluda la joven.

—Adiós —saluda Joy con una tímida sonrisa.

Leo continúa su camino con una sensación extraña. Duda mucho que esa descarga que sintió fuera alguna alucinación, pero ya había pasado su cuota de locura para estar a solo medio día. Debía tratar de calmar su raro estado y comenzar a actuar como alguien normal. No todos a su alrededor eran especies sobrenaturales. Algo tenía que hacer para dejar de pensar sobre lo extraño. Seguro que la fiesta de la noche iba a poder mantenerla como una chica normal. O al menos eso espera.

Por la noche, Leo se encontraba en su sala, sentada en el sofá. Ya iba por la tercer copa de vino, su cabeza no le había dado descanso en todo el día y deseaba con todo su ser que la fiesta pudiera despejarla de todos los problemas que la turban. Killian, Caín, la piedra del alma negra, el clan de vampiros, toda la familia Sparrow; Leo podía seguir sumando para su desgracia, sin contar que todavía no sabía nada del vampiro que había matado a sus padres. No se había imaginado que iba a ser tan complicado buscar al responsable del fallecimiento de sus padres adoptivos y ahora no estaba muy segura en qué plano quedaba su cuenta pendiente con ese asesino.

— ¿Estás embriagándote antes de la fiesta? —escucha a su espalda. Ella se gira para encontrarse con Killian parado a pocos metros de ella. ¿Cómo era que no lo había sentido llegar? El vino estaba haciendo parte del trabajo.

—Una de las ventajas de ustedes es que eso no puede pasarles, ¿verdad? —pregunta retóricamente Leo. Killian sonríe.

—A veces extraño un poco el poder embriagarme —comenta caminando hacia ella.

— ¿Por qué? —curiosea Leo.

—Ya no puedo echarle la culpa al alcohol por alguna estupidez que haga —contesta, ya estando frente a ella.

—Bueno. De seguro hoy haré muchas estupideces y le echaré la culpa al alcohol —declara llevando su copa nuevamente a su boca.

—No creo que sea buena idea —sugiere Killian tomando la copa de las manos de Leo.

—No te comportes como mi cuidador —se queja Leo. Killian sonríe.

—No lo hago —niega él—. Pero, si sigues, mañana vas a arrepentirte, tendrás una horrible resaca —le advierte y ella rueda los ojos.

— ¿Qué haces aquí, Killian? Mi permiso para que entrarás era con fecha de caducidad.

—Lo sé —ríe él—. Solo quería saber cómo estabas —se interesa.



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En el texto hay: amor, brujas, cain

Editado: 29.10.2018

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