Grito, los hilos se rompen, mi túnica se troza dejando un vestido negro, mi cuerpo se enfría mas, mi corazón se acelera junto con mi furia, los matare, del suelo salen rocas gigantes de piedra preciosa, la luna se muestra psicópata, estoy llorando, me pesan y duelen mis lagrimas. Mis brazos, hombros están azules y fríos, dejo de gritar tocando mi cara hallando gemas azules, se acercan muchos demonios, abro mi palma frente del enemigo creando una especie de barrera parecida a un espejo.
-somos hermanas.
-púdrete.
Del suelo salen disparados picos de cristal alcanzando dañar la bruja araña, me lance sobre ella, tocándola haciendo que su abdomen se cristalizara, me empuja cayendo a unos metros, me lanzo una red pero yo cree picos de cristal cortando la red, moviéndome rápido golpeándola con un puño en su cara, mi alrededor se rodea de gemas pequeños.
Los cristales se dirigen como balas directamente al arma humana y araña, camino empuñando una lanza de cristal de gran tamaño hacia ellos pero me vi reflejada en un ventanal de una panadería muy destruida, ¿esa soy yo? No, parezco bruja, no lo soy, soy la guadaña de la muerte. Algo se mueve entre el escombro, esta estúpida no se rinde, en el cielo hago aparecer picos de cristal cayendo solamente en los enemigos, Shinigami esta inmóvil, su alma esta apagándose, voy con el ayudando a levantarse, lo sostengo de mi hombro y caminamos al hospital; las brujas nos siguen, quieren acabar el trabajo, no llegaremos a tiempo.
Lo trasporto a la mansión de Eibon abriendo una especie de portal por una ventana cerca nuestro, para evitar que ataquen mas al Shinigami rompí la ventana y mire atrás de mi; limpiare el lugar, esta ciudad conocerá la paz.
Elimine a la mayoría de plaga que estaba, algunos lograron escapara sin embargo tarde en analizar mi situación, soy bruja, el lo sabía pero no puedo quedarme así que solo corrí hasta llegar a las fronteras de Death City. Perdí el número de semanas que me fui, seguro que todos me odian; cerca de aquí hay un osáis, en mi reflejo a un tengo piedras transparentes cerca de mis orejas como una diadema, en el contorno de mis ojos esta azul, mis hombros y piernas también están azules, no siento el dolor.
Los días estoy oculta en la cueva donde estuvimos los dos; leo los libros que me faltan, encuentro un cuento llamado "el cuento del cortador de bambú", ahora sé porque de mi nombre; limpio, descubro nuevos poderes que tengo, no ataco a los humanos; en la noche me la paso sentada fuera viendo la luna, alguien se acerca, no logro detectar quien es, ya está muy cerca.
Silencio abunda, ya es tarde, casi oscurece, tengo la ventaja solo necesito tiempo, apago las velas y espero a que entre, está en una trampa. Trae una vestimenta negra, se acerca más, toma un libro y se sienta en una silla.
-¿no tienes frio Kaguya?
Grite del susto que hago picos en toda la cueva, mierda, des hice los cristales volviéndolos polvillo y salgo a buscarlo; esta en lo más alto de la cueva, tuve que dar la vuelta a todo el lugar para poder subir, el está sentado admirando la luna, retrocedo dándole su espacio mientras cierro los ojos soltando un gran suspiro.
-¿tú me tienes miedo Kaguya?
-sí, mucho.
-¿por qué?
-porque soy una bruja, usted mata brujas como yo.
- ¿no dijiste que darías tu vida por la mía?
-sí.
-Kaguya, bruja de cristal, vengo por tu alma.
-está bien.
-¿no piensas defenderte?
-no, solo quiero saber el porqué me cuido a pesar que usted sabía lo que yo soy.
-pensé que eras una espía, si logaba sacarte información tendría una ventaja sobre las brujas, si me traicionabas te mataría enseguida.
Así que eso es, yo no le importo, me ve un enemigo más, que estúpida soy al querer ser alguien que no soy; oigo sus pisadas, los ojos de él son como el sol ardiente del desierto. Acaricia mis labios, mis mejillas, las yemas de sus dedos llegan a mi garganta y su mano rodea mi cuello, no recuerdo más.