La búsqueda del fénix dorado

11) La caída del trol

Llosty había crecido, pero aún era pequeño ante el gran tamaño del trol. Un velo de incredulidad se cernía sobre éste, pero desapareció en el instante mismo que el nuevo Llosty se lanzó sobre su fea cabezota. El tigre, mostrando sus garras de forma amenazadora, se había lanzado sobre la cabeza del trol. Éste lo tomó en el aire con sus fuertes brazos y lo estrelló con estrépito en el suelo. Llosty rebotó como una pelota. Cuando volvió a tocar el suelo lo hizo con sus cuatro patas e inmediatamente replicó embistiendo al trol. Éste perdió el equilibrio ante el impacto y cayó, haciendo temblar la tierra, con Llosty sobre él.

Max se había quedado estupefacto. Lo único que pudo hacer fue correr con la flecha en la mano hacia donde estaba Jennifer y se la entregó. Como un acto reflejo, mientras observaba en dirección al trol, desenfundó la espada que llevaba en la espalda. Tan absorto en la pelea estaba que no se percató que había desenfundado la espada hasta que ya la tenía en las manos.

Llosty había caído sobre el voluminoso vientre del trol y con sus poderosas garras rasgaba el cuero de la panza y el pecho éste. Extrañamente ahora el trol sangraba, cosa que las flechas de Jennifer no habían conseguido.

Después de varios intentos el trol logró atrapar a Llosty con sus manos, lanzándolo después a un lado para conseguir un respiro. Pero no duró mucho porque el tigre rugió como una fiera y se lanzó sobre el trol nuevamente. Era tan rápido que el trol no pudo hacer nada para evitar que clavara sus dientes en uno de sus brazos. El trol se agitó como loco intentando desprender al tigre de su brazo, lo cual consiguió después de varios golpes. Cuando lo consiguió, de su grotesco brazo manaban hilillos de sangre.

Sin perder tiempo, el tigre saltó primero a un árbol y después a la espalda del trol. Clavó sus garras en la espalda del monstruo, luego entre sus fauces atrapó el cuello de la criatura. Éste rugió de dolor e intentó alcanzar a Llosty con sus brazos para quitárselo, pero el tigre no se la ponía fácil. La sangre empezó a brotar a borbollones del cuello del trol. Poco a poco la gigantesca criatura fue debilitándose, hasta dejar de intentar zafarse de las fauces del tigre. Luego cayó.

Llosty soltó a su presa para evitar ser aplastado por la enorme masa que era el trol.

¡Había muerto! ¡El trol había muerto! No había duda. Max estaba seguro que el trol había muerto, nadie sobreviviría a semejante mordida en la garganta. Además, el cuerpo del trol parecía totalmente inerte. Llosty los observaba de pie, a un lado de su presa, con las garras y el hocico embarrado de sangre. Max sentía de pronto un gran respeto hacia aquel tigre, les había salvado la vida, y no solo a ellos, sino también a la aldea de los duendes.

A un costado de su salvador yacía el cuerpo del enorme trol, la sangre aún manaba de su cuello, tenía la piel del pecho y el vientre hecha jirones. La sangre era morada. Max seguía preguntándose por qué el trol sangraba ahora, si cuando Jennifer lo atacó no había pasado nada. Aunque a decir verdad, ya nada le sorprendía.

—¡Le ganaste, Llosty! —dijo Max emocionado.

Pero Llosty no parecía nada contento. Sus ojos brillaban maliciosamente y los miraba de la misma forma que uno mira una rica comida.

—¿Qué pasa, Max? —preguntó Jennifer con voz temblorosa, escasos metros atrás de él.

—No lo sé.

Llosty avanzó unos pasos hacia ellos, sin quitarles la vista de encima. Hilillos de babas se deslizaban en sus dos enormes incisivos. Max presentía el peligro. En ningún momento había pensado que la transformación del tigre también lo convertiría en peligroso para ellos.

—¡Llosty, tranquilo! —el tigre seguía avanzando—. ¡Ya ganamos, seremos libres!

Pero el tigre no le prestó atención.

Entonces el tigre saltó. Max creyó que iba a caer sobre él, pero no fue así, el tigre lo salvó con gran facilidad. «¿Si no iba sobre él, entonces sobre quién iba?», con horror volvió la vista: Llosty se encontraba justo enfrente de Jennifer. Max corrió como nunca y se interpuso entre el tigre y la niña.

El tigre rugió y lanzó un golpe a su humanidad. Max logró interponer su espada, con ello evitó que la garra del tigre destrozara su cuerpo. El golpe fue tan violento que la espada salió volando varios metros. Max, ante el horror retrocedió un paso. Antes de retroceder otro, Llosty lo volvió atacar, ésta vez las garras del tigre rasgaron el pecho del niño. Max cayó a los pies de Jennifer, sangrando y con un ardor indescriptible en el pecho. Jennifer dejó escapar un gritito.




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