—¡Sophie! ¡Sophie!—Jonas me sacude los hombros y abro los ojos de manera morosa. Enfoco a Jonas quién me mira y grita con desesperación—Cariño–Me alzo y lo abrazo. Dejo salir el llanto que no puedo evitar—Lo siento... lo siento tanto, nena—Me soba la espalda—Tenemos que irnos. Hay que irnos ya.
—Quiero verlo a la cara y hacerlo pagar por esto
—No, no te vas a exponer de esa manera ¿Me escuchas?
—¡Tú no lo entiendes! ¡Mi hermana está muerta, Jonas, muerta! Murió por culpa de ese infeliz y no me quedaré de brazos cruzados.
—No vas a hacer nada para manchar tus manos de sangre ¿Vale? La policía se encargará
—¡La policía no llegará a tiempo!—Me desespero
Un disparo nos hace saltar y voltear hacia atrás. El ex marido de mi hermana camina de entre los árboles hacia nosotros y vuelve a soltar un tiro hacia arriba alertando a los pájaros, que vuelan en todas las direcciones.
—¿Me estaban buscando?—Sonríe y Jonas tira de mí para adentrarnos a la cabaña.
—¿Dónde están las malditas llaves del auto?—Busca por el perchero, el mueble y la sala. Pero no están.
—¡No sé! ¡Las dejé ahí cuando llegamos!—Digo señalando el perchero.
Un nuevo disparo suena y quiebra una de las ventanas.
—¡Al suelo Sophie! ¡Cúbrete!—Grito cuando una nueva lluvia de vidrios cae y me arrastro como puedo por el suelo. Mis manos se incrustan en los vidrios y mis ojos se empañan al ver la sangre salir de las heridas.
Jonas sujeta su teléfono marcando al 911 y se lo lleva a la oreja como puede.
—¡Ayúdenos, por favor ayúdenos!
Cuando he llegado a la cocina corro hacia la puerta y la cierro con pestillo para después ponerle un banco debajo de la perilla. Prendo la licuadora y el microondas, dejando que haya un escándalo en la cocina. Jonas se encuentra conmigo y lo hago subir las escaleras con prisa.
Corro por el pasillo y cierro todas las cortinas, ventanas y puertas. Entro al baño y guardo en los bolsillos rastrillos para afeitar, navajas y cuchillos pequeños. No sé si los llegue a utilizar cuando esté frente a frente con ese infeliz. Sé que tiene un arma, pero no le van a durar tanto las balas ¿Verdad?
Jonas busca las llaves del auto desesperadamente por el cuarto y vuelve a gruñir cuando no hay nada.
—¡¿Adivinen quién se quiere divertir?!—Gritan afuera.
Me asomo con cuidado a la ventana sin dejar que se mueva la cortina y contengo el aliento mientras que veo cómo Redd vuelve a recargar su arma.
Oh mierda...
Mi corazón golpea con fuerza mi pecho y quiero gritar hasta quedarme sin voz. Quiero deshacerme de él.
—¿Lograste dar aviso a la policía?—Le pregunto a Jonas que saca las pinzas de no sé dónde.
—Sí. Vienen en camino Sophie. Tenemos que irnos—Niego
—No van a llegar a tiempo—Se me empañan los ojos
—Piensa con cabeza fría, como me dijiste. No dejes que las emociones te nublen el juicio.
Un tronido y vidrios volando por todas partes nos hace caer al suelo y Jonas grita sujetándose el muslo izquierdo. Abro los ojos con horror al ver el rojo carmesí emanando de la herida.
¡Le ha disparado!
—¡Jonas!
—¡Redd 1! ¡Mirrell 0!—Gritan afuera—¿Por qué no salen para que esto sea más divertido?
—Sophie...—Jonas me llama y mi pecho se oprime al ver cuánto sufre.
—No, Jonas...
—Tienes que buscar...—Gruñe sujetandose el muslo—Busca algo para que hagas una especie de cóctel casero—Mi cabeza va a mil por hora y entiendo lo que quiere hacer.
—Tienes que...—Trago con fuerza—Resistir ¿Sí? No le des la satisfacción a ese maniático. Tenemos una boda que planear ¿De acuerdo? Por favor...—Las lágrimas se derraman por mis mejillas calientes y el dolor se incrusta en mi ser al sentir que la vida de mi prometido se me va de las manos.—No puedo perderte a ti también—La sangre sale con rapidez y todo me da vueltas.
—Te amo nena—Cabecea ligeramente y mando mis manos hacia su herida presionando con fuerza. El gime con dolor—Debes hacerlo Sophie.
—No quiero dejarte
—Tienes que ir, yo estaré bien—Sé que lo dice para darme una esperanza—Lo prometo Sophie, estaré bien—Su agarre se afloja y lo abrazo.
—Te amo, Jonas—Le doy un último beso antes de salir del cuarto.
El no morirá ¿Verdad?
<<No>>c
Bajo las escaleras como alma que lleva el diablo y me dirijo a la cocina en busca de cerillos. Los ojos se me vuelven a empañar y los restriego con fuerza.
—Por una vez deja de llorar, maldita sea—Me digo a mi misma. Abro y cierro las cajoneras y encuentro un mechero, el cual guardo en mi bolsillo trasero. Sigo abriendo las gavetas y no hay cerillos por ningún lado.—Por favor...—Mis manos no dejan de temblar y es como si me fuera a dar un paro cardíaco de los nervios y la ansiedad que me invaden de repente.