La cabaña Mirrell

Capítulo 11–Confesión

Sin darme oportunidad de siquiera rasguñarlo, Redd se voltea y con una sonrisa que eriza mi vello me empuja con ambos brazos haciendome trastabillar, para después caer al suelo soltando las botellas.

<<Maldita sea>>

Hago una mueca al sentir el dolor en mi cadera y él no duda en abalanzarse sobre mí. Intenta sujetar mi cuello pero no se lo permito. Mis dedos se van directamente a su cara e incrusto mis uñas en su irregular piel.

—¡Ahh! ¡Maldita!—Sigo arañandolo pero él utiliza todo su peso para intentar aplastarme. Me quejo cuando sus manos logran agarrar mi cuello con violencia y empieza a apretar como si su vida dependiera de ello. Trato de empujarlo con todas mis fuerzas, pero me es imposible alejarlo.

<<Vamos Sophie, no te rindas>>

Recuerdo el encendedor que guardé en uno de los bolsillos y desesperada lo busco, antes de que sea demasiado tarde. Cuando por fin lo encuentro, mi dedo pulgar prende la mecha y lo acerco a la cara de Redd, quien grita cuando le quema la carne. Deja de ahorcarme y rápido me giro hacia la derecha para después pararme y con toda la furia que poseo, le pateo la cara.

Si risa es escalofriante y le doy una última patada la cual hace sangrar su nariz.

Parece que eso no le duele y voy por los líquidos.

—¿Crees que me vas a detener, pequeña Sophie?—Trata de levantarse pero abro una de las botellas y empiezo a tirar el líquido por todos lados. Se pone de rodillas y la imagen que me brinda es terrorífica.

Camino de espaldas hacia las escaleras y cundo subo el primer escalón, prendo nuevamente el encendedor y lo aviento al suelo haciendo que rápidamente se levanten las feroces llamas.

—¡Te pudrirás en el infierno!—Su risa me hace correr deprisa hacia arriba.

—¡Qué comience la cacería, perra!—Corro lo más lejos que puedo y me arrojo al suelo cuando la casa se tambalea. Si con eso no muere ese hijo de puta significa que tiene un pacto con el mismo Diablo.

Empieza a oler a quemado y sé que no tardarán mucho las llamas en expandirse por toda la cabaña, así que me apresuro.

Tengo que ir por Jonas.

Subo las escaleras corriendo y mi corazón se arruga al ver todo tirado y roto.

—¡Jonas!—Grito su nombre. Voy hacia la habitación en la cual lo dejé y un jadeo escapa de mi al notar el charco de sangre que hay en la alfombra beige—Dios mío—Busco por todos lados pero no lo encuentro por ninguna parte. El desespero me toma y me asomo a la ventana y ahogo un grito cuando veo su cuerpo tirado en el césped metros más allá de la cabaña. Me apresuro bajando las escaleras y corro hacia el exterior.

El frío impacta mi cara y el viento feroz hace que tirite. Voy hacia él y caigo de rodillas con las lágrimas empañandome la vista. Su pecho se mueve hacia arriba y hacia abajo muy ligeramente y suelto un suspiro de alivio.

—Sophie...—Trata de moverse y yo niego calmandolo. Toco la parte izquierda de sus costillas y un gemido de dolor llega a mis oídos. Mis manos se mojan y cuando las veo mi corazón se detiene. Es sangre.

—¡¿Qué te hizo?! ¿Qué fue lo que te hizo, Jonas?—La impotencia, el enojo y la desesperación vuelven a mí y un grito a lo lejos hace que voltee. Y ojalá no lo hubiera hecho.

Un cuerpo devastado sale de la puertecilla externa del sótano. Se arrastra por el césped y se envuelve en la tierra para apaciguar las llamas que se adhieren a sus ropas. Se alza y me quedo sin aliento al ver al ex marido de mi hermana completamente quemado. Su rostro desfigurado me da escalofríos y la sangre seca cae desde su nariz hasta la boca.

Mira hacia al frente y se atreve a sonreír. Intenta pararse y cuando lo logra comienza lentamente a caminar hacia nosotros.

Ya no veo su arma. Está indefenso y eso es un punto a favor mío. Mi mirada viaja a todo lados y visualizo una rama gruesa al empezar el sendero del bosque. Corro hacia ella y la alzó con la fuerza que me queda.

No vamos a morir hoy.

Le echo una ojeada a Jonas, quién sigue sin poder moverse del todo y tomo la vara entre mis dedos, preparándome para enfrentarme al ser de pesadilla que tengo delante.

—¿Sabes por qué lo hice?—Dice deteniéndose por un momento jadeante. Mis dientes rechinan y mi pecho sube cuando respiro con fuerza.

Vidrios truenan más adelante cuando las llamas ya han alcanzado la parte superior de la cabaña.

—¿Por qué mataste a mi hermana? ¡Te amaba!

Él niega y sonríe con crueldad.

—Si me hubiera amado no habría estado de ofrecida

—¿Qué dices?—Doy un paso hacia atrás cuando el da uno hacia adelante.

—Ella me engañó durante mucho tiempo con alguien que se hacía llamar Bruno. Llegaba tarde a casa, salía todo el tiempo por las tardes y no dejaba el celular en ningún momento. Yo sabía que algo me ocultaba, así que decidí fingir no saber nada para después empezar a seguirla.

—No...

—¿Sabes lo imbécil que me sentí cuando la ví atascarse con ese hijo de puta? ¿Cuando los seguí a ese motel de la ciudad?—Mi respiración se entre corta. Mi hermana jamás pudo haber hecho eso. Está mintiendo. Ella lo amaba—¿Sabes lo que sentí cuando encontré un billete de avión? Uno a nombre de su amante. Fue descuidada y pensó que no vería en sus cosas pero lo tenía guardado en su agenda de mierda la cual tampoco nunca dejaba.



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En el texto hay: fantasia, verdades dolorosas, sanacion

Editado: 12.05.2023

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