Sostengo el pequeño bolso en donde guardo varias prendas de vestir que suelen donar las personas. Sé que no debería haber robado ropa destinada a personas sin hogar, sin embargo, no puedo vestir todos los días las mismas prendas, sería extraño para los humanos, por lo cual, decidí tomar prestado varios pantalones, blusas y abrigos para usarlos durante mi estadía en este pueblo.
Un cartel con la palabra “Camusterrach” junto a una flecha, me da la bienvenida al pueblo. Camino en la misma dirección de la flecha y me preparo para comenzar mi actuación de una humana sencilla.
Tras varios minutos encuentro una camioneta estacionada frente a un camino de tierra en dirección a una valla alrededor de un terreno. Varios hombres se encuentran concentrados en sus labores. Algunos reparan la valla, que parece haber sido destruida en una parte, mientras que otros, construyen, lo que parece ser la última parte de la pared de enfrente del primer piso de una casa de unos ciento cincuenta metros cuadrados.
En mi mente empiezo a enlistar todas las acciones que suelen realizar los humanos en un día normal.
1. Los humanos no vuelan.
2. Los humanos se alimentan tres veces al día.
3. Los humanos usan prendas de vestir distintas todos los días y no una bata sencilla de color blanco como lo hacen los celestiales.
Fijo mi mirada en aquella pared en plena construcción y observo a dos humanos, uno camina encima de la pared, sosteniendo madera en sus manos, mientras que el otro utiliza un destornillador para sujetar las tablas en su lugar con pernos. Al analizar los pernos me percato que parecen sobresalir demasiado y se encuentran inclinados.
De inmediato, empiezo a preocuparme por la seguridad de los humanos en la cima de la pared, por lo que me acerco a ellos, aunque de inmediato soy interceptada por una figura masculina.
El hombre se posiciona frente a mí con una mirada de curiosidad. Su estatura es mayor a la mía, por lo que tengo que levantar la cabeza para observarlo a los ojos. Tiene un cuerpo bastante musculoso, sin embargo, su rostro puede ser confundido con el de un adolescente. Calculo que tendrá alrededor de veinticinco años y parece analizarme de pies a cabeza. Sus ojos son de color gris y su cabello cubre ligeramente sus oídos.
- Hola.
Mi saludo llama su atención y parpadea un par de veces antes de contestar.
- ¿Quién eres?
Ignoro el hecho de que no haya respondido a mi saludo y me concentro en responder a su pregunta.
- Mucho gusto, soy Arlynne.
Extiendo mi mano en su dirección para realizar uno de los típicos saludos humanos. El hombre frente a mí, esta vez, responde a mi saludo y aprieta ligeramente mi mano.
- ¿Arlynne...?
Me tardo unos segundos en comprender que pregunta por mi apellido, por lo que me regaño mentalmente por no haber recordado ese detalle de los humanos.
4. Los humanos tienen nombre y apellido.
- Arlynne… Roberts.
No puedo decir que me siento orgullosa por mentir, sin embargo, me sorprende que haya logrado encontrar un apellido en mi mente en una fracción de segundo.
- Arlynne Roberts. ¿Qué haces aquí?
- ¡Oh! Me envía el gobierno para ayudar con la reconstrucción de las casas derribadas por el huracán
De inmediato la mirada del hombre cambia por completo y sonríe alegremente tras recibir la noticia de que he venido a ayudar.
- ¡Qué bien! ¡Kam!
Sus ojos se desvían hasta un hombre de pie a varios metros a la derecha que habla con una señora de edad avanzada. Quien deduzco, es Kam, atiende la llamada del primer hombre y se aleja de la mujer, para caminar en nuestra dirección.
- Esta mujer dice que llegará más ayuda para la reconstrucción de las casas.
- ¿Qué? ¿En serio? Ya era hora.
El primer hombre regresa su atención hacia mí y sostiene su mirada en mis ojos, mientras parece esperar más noticias de mi parte.
- C-creo que ha habido un malentendido.
De inmediato, la sonrisa del hombre desaparece, dando a entender su confusión.
- ¿Qué?
- Yo no dije que vendrían más personas a ayudar. Dije que me enviaron para ayudar.
En ese momento, el hombre entiende que la única ayuda que recibirán es la mía, por lo que parece decepcionarse por completo.
- ¿Qué? ¿Una sola persona ayudará?
El enojo del segundo hombre es evidente, por lo que regreso a verlo, con la intensión de enfrentarme a él.
- Lamento si no soy suficiente para usted, señor Kam. Tengo experiencia en construcción por lo que seré útil.
La mirada celeste del segundo hombre me demuestra que no se esperaba mi respuesta y cuando parece que está a punto de explotar, el primer hombre vuelve a intervenir.