Dos años después…
Baraquiel me enseñó que se puede vivir con el dolor y la culpa el resto de tu existencia. No es sencillo, aunque puede llegar a ser soportable.
- Arlynne…
El sonido de su voz retumbando en mis oídos me recuerda la culpa que albergo en mi corazón.
Kamron todavía me recuerda y de vez en cuando pronuncia mi nombre como si quisiera que lo escuchara.
Me esforcé por meses para convencerme de que mi decisión fue correcta y alejarme de él lo mantendría a salvo. De seguro, Archie cambió de planes y se ha mantenido junto a Kamron todo este tiempo.
Me levanto de la cama con la sensación de que mi corazón se ha roto en pedazos, aunque me he llegado a acostumbrar a ese pequeño dolor en el pecho que me recuerda el amor que todavía siento por Kamron.
Abro la puerta de mi habitación y camino sin levantar la mirada hasta la cocina.
- Buenos días, hermana.
Baraquiel me saluda, sin embargo, no respondo. Me limito a provocar un pequeño ruido con mi garganta como respuesta.
- ¿De nuevo escuchaste su voz?
No puedo engañar a Baraquiel. Él reconoce cuando Kamron ha pronunciado mi nombre, por la manera en la que camino o hablo. Las primeras treinta veces me esforcé por ocultarlo, sin embargo, los días en los que despierto con su voz en mi oído, el peso de la culpa se vuelve más pesado y Baraquiel lo nota.
- Todavía me llama.
- Lo estás protegiendo, Arlynne. Recuerda eso.
- Me esfuerzo por hacerlo.
Me acomodo en una de las cuatro sillas del comedor y centro mi mirada en un punto en la mesa.
- ¿Quieres desayunar?
- Por el momento no.
- Tienes que dejar de castigarte, Arlynne.
- ¿Así como tú lo hiciste, después de perder a tu esposa?
No es difícil deducir que trato de cambio de tema de conversación para aliviar un poco el dolor en mi pecho.
- Tienes razón. Nunca dejé de castigarme por perderla.
Puedo notar el cambio en la actitud de Baraquiel. Lo he lastimado al recordarle a su esposa y no debería haberlo hecho.
- Lo lamento, no quise…
- Sufrimos el mismo dolor, Arlynne. Aunque en tu caso, tu humano todavía vive.
- Tu esposa falleció al dar a luz a tu hijo. A Kamron no lo puede ocurrir lo mismo. Sería yo quien trajera a nuestro hijo a este mundo y jamás ha ocurrido eso.
Baraquiel no responde, provocando que levante la mirada para averiguar el motivo por el cual se mantiene en silencio.
- Serías la primera.
Sus ojos se mantienen concentrados en algún punto en el espacio.
- Ya no. Él está a cientos de kilómetros de aquí y yo estoy… sintiéndome culpable por alejarme de él y mantenerlo a salvo.
Baraquiel busca una taza en uno de los armarios de la cocina y empieza a preparar café en la cafetera.
- Tú sabías que tu esposa fallecería cuando diese a luz, ¿verdad?
- El poder requerido para traer a este mundo a un bebé mitad celestial es tan grande que ningún humano puede soportarlo. Sabía lo que ocurriría y aun así no le advertí.
- ¿Por qué?
- Decirle a una madre que su vida será tomada a cambio de que su hijo nazca. ¿Cómo crees que reaccionaría?
- Tristeza, desesperación, ira y finalmente aceptación.
- Eso solamente ocurre cuando el niño en su vientre es deseado.
Baraquiel tienes razón. Supongo que no había pensado en lo que ocurriría si el niño no es deseado por la madre.
- ¿Tu hijo no fue deseado?
- Se podría decir que fue una sorpresa.
Puedo notar una pequeña sonrisa que se le escapa a Baraquiel.
- Cuando nos percatamos del pequeño hinchazón de su vientre nos sorprendimos, aunque lo amamos desde el primer momento. La mamá de Naber era el mejor ser humano que he conocido en toda mi existencia. Amaba a todos los seres vivos en esta tierra.
Sus ojos se desvían a un punto en la pared a su izquierda y me percato que busca la entrada al Hortus Dei, donde seguramente se encuentra su esposa.
- La amabas demasiado, ¿verdad?
- Ella posee mi corazón desde que la conocí.
Sonrío nostálgicamente. Baraquiel se merece toda la felicidad del mundo.
- ¿Por qué abandonaste a tu hijo después de nacer?
- Si me quedaba a su lado, lo condenaría al mismo final que su madre. Los enviados me perseguían todo el tiempo y por consecuencia a él también.