La calma en la bala

Parte 1

Hace unos segundos escuchaba a Kenneth hablar de sus sueños extraños, mostrando una sonrisa absurda al escucharlo decirme lo sofocante que es ahogarse en un océano de miel según él en sus sueños, no tengo ni la menor idea de en qué momento pasé a mirar a la nada y recordar como de pequeño sostenía una pequeña varita de chispas sintiéndome poderoso por pensar que llevaba en mano una estrella. Recordar el pasado fue algo que decidí no hacer más cuando supe que eso solo me estaba volviendo más frágil, me creaba una nube de fantasías en donde me hacía pensar que quizá todo volvería a ser como antes, como si la mente de un niño aún tuviera, yo, estando en el techo de mi hogar en Molét, acompañado de mis padres, las estrellas siendo observadas por nosotros y conmigo sosteniendo la varita de chispas.

Soñar

Esperanza

Paciencia

Esas palabras destrozan a alguien cuando el lugar donde creció comenzó a ser devastado, destrozan cuando uno espera que su madre salga viva luego de que grandes explosiones derribaron su hogar y fue obligado a dejarla atrás para evitar ser esclavo de los invasores, destrozan cuando uno sueña a que su padre vuelva al refugio con comida luego de ausentarse por tres días sin tener señal de él desde entonces. Son tres palabras que te destruyen si no sabes tenerlas lejos del pasado.

—...ret, Everet, ¿Estás ahí? —Kenneth me hizo reaccionar pasando su mano delante de mi rostro varias veces, a lo que yo volviendo de mi trance solo pude responder mirándole a los ojos grises de él por un par de segundos, para después lograr responder ya manteniendo control de mis pensamientos nuevamente.

—Si, perdona, lo recuerdos me hicieron una mala jugada. —No había necesidad de ocultarlo como parte de mis pensamientos me indicaban que hiciera, podía confiar en que podía conseguir una respuesta que me ayudara en este tipo de situaciones.

—Vamos, ya sabes que hacer con eso, pero te advierto que no me repetiré con la historia de las verduras come-mentes de mis sueños. —Aunque a veces debo decir que sus respuestas no son como suelo imaginármelas.

Verlo apoyarse tan relajadamente en el respaldo de la silla mientras mantenía sus manos ocultadas en su nuca me hizo olvidarme un poco de todo lo que pensé, junto con un pequeño suspiro seguí comiendo el estofado de carne del día. Una nueva temporada llegó hoy, en la cual las crías de animales ya estaban lo suficientemente maduras para ser cazadas, el trabajo debía hacerse rápidamente, no se debe acabar con todas en el mismo día, si no controlarlas para que la vegetación en la zona que nos pertenece a Grieta Rosa siga manteniéndose estable y los animales no la devoren por completo, si no se hacía, fácilmente la vegetación se acabaría y los animales se tendrían que ir fuera de los limites para buscar más comida, no contamos con barrotes o cercas a finales de nuestro territorio, ya que eso nos mantiene ocultos entre la naturaleza y asegura que no seamos un blanco fácilmente encontrado, nos ha servido, por ello no podemos dejar que los animales que son de nuestra propiedad se vayan.

Al terminar de comer, tomé rumbo a la armería, pasando por uno que otro conocido, me es curioso como luego de más de un año en Grieta Rosa aún no se me da el interés de conocer más a los demás, no lo siento necesario, ellos me saludan, pero yo solo respondo asintiendo la cabeza y con decir "Saludos" lo siento como suficiente charla con ellos. Al tener de frente lo que es la gran puerta mecánica de la armería me recibió

Camille, con su rostro pálido subió su verde mirada de los papeles unos segundos y asintió saludándome silenciosamente para seguir su camino, una a la cual yo respondí de misma forma. Los papeles en manos, seguro registros y demás, no le molesté en preguntarle, solo aproveché la puerta abierta para encontrarme con Camillo, el hermano gemelo, se podían fácilmente identificar uno del otro, ya que Camillo tiene ojos marrones, además de que la diferencia del habla es muy sencilla, Camille, mudo.

—¡Evereto!, ¿vienes por redes de pesca? —Preguntó con su tan característica sonrisa de mejilla a mejilla, intentando crear un intento de hacerme sentir pequeño colocándose frente a mí. No era lo suficientemente grande para tacharlo de un gigante, solo me lleva ocho centímetros.

—No esta vez, armamento ligero de caza, arco, pistola. —Dije directamente para ir al escritorio atrás de él

llenar lo que era el formulario de lo que tomaría. Después del robo de hace meses fue obligatorio desde entonces hacer los registros de las armas tomadas y entregadas por huella y nombre, Camillo es del todo memoria, pero no es tan cooperativo así que Camille se encarga de gran parte tomar registros hora tras hora, a pesar de que lo notó se impuso la regla. Fue entonces cuando al leer un poco arriba de quienes ya había recogido equipo de caza, noté el nombre de Kenneth que ya había sido asignado como mi compañero, algo que sinceramente ya lo suponía.



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En el texto hay: sangre, guerra, mundo apocaliptico

Editado: 13.02.2019

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