A simple vista parecia que lo peor ya habia pasado.
La calma parecía empezar a a asentarse en todo el páramo. Nadie podía verse venir que la calma solo sería temporal porque en cuanto el ojo del huracán comenzará a desaparecer, la calamidad junto con la desgracia volverían caer con toda su intensidad, la cazadora volvería a la partida con mucha más sed de sangre y con mucho más entusiasmo de sentir el rojo elixir fluir del cuerpo de su víctima mojando sus aterciopeladas manos, los gritos indeseables y toda la adrenalina que sentía al ver que poco a poco esa salvaje especie se iba extinguiendo al compás de su desquiciada risa.
La noche comenzaba a surgir y junto con ella el pánico iría de su mano, el aire era frío y llevaba consigo un olor a sangre fresca.
Y a la orilla del río en medio de una luna creciente la chica lavaba su caperuza al ritmo de que ella emitía un dulce tarareo, mientras que los lobos daban un último adiós a su compañero mediante un largo y melancólico aullido que advertía que la calma había terminado. El ojo del huracán había desaparecido, el reinado del pánico volvería a tomar su mando y su mensajera de muerte iría tras cada uno de los lobos.
Aquella noche hubo un deceso, a la siguiente fueron dos y a la tercera cuatro. El miedo era aún más profundo, dejando de lado su marca personal de dejar los cadáveres exhumados al lado del camino ella comenzó a entrar sigilosamente a las casas de su nueva presa y ahí con el doble de salvajismo cometía su despiadada hazaña, dejando escenas del crimen mucho más limpias que antes y mucho más sádicas que nunca.
Los caminos se iban abriendo cada vez más para Basilio, quien si bien antes no tenía ni idea de que camino tomar ahora no sabría que más hacer para hallar una salida a este laberinto sin fin.
La noche de la masacre había concluido y con ella las esperanzas de detener al asesino que parecía ser la encarnación del mismísimo demonio.
Un crimen casi perfecto pero este casi le costaría más que su libertad. Una pista y una nueva luz comenzaba a verse entre la tiniebla, el hallazgo de un pequeño cabello sería el hilo del que seguirían hasta los pies de la chica demonio.
Mientras tanto la chica lavaba con gran afán su caperuza que al ya no poder absorber más el rojo del pecado, comenzó a teñir las aguas cristalinas en un rosado tirando a tonalidades ya casi rojizas.
A la mañana siguiente dejando de lado su macabra versión y mostrando su abrumadora ternura en el sendero que daba camino a la casa de la abuela iba dando saltitos juguetones al ritmo de su tarareo... Con la novedad de que no hubo lobo que se cruzará en su camino.
Este hecho no se le hizo extraño
—Con la masacre de la noche anterior los pobres caninos tendrían miedo hasta de sus sombras —pensaba.
El hecho de siquiera imaginar lo que pasó en la noche anterior dibujaba en su rostro una sonrisa que poco a poco se iba tornando un tanto maquiavélica y en su interior un fuego ardía con intensidad que lo avivaba la satisfacción de que estaba a un paso de concretar la venganza que consumía su dulce esencia.
Editado: 15.05.2020