La casa del Paraiso

CAPITULO V: María

En la Universidad, al salir de la última clase una voz femenina lo llamó, era María. 

María era una de esas mujeres que hay que mirar dos veces, porque a la primera te impresiona y a la segunda mirada te das cuenta de porqué. 

Morena clara, de largos, brillantes y abundantes cabellos negros, tenía un cuerpo deslumbrante. Aunque vestía de manera recatada se podía advertir bajo la ropa holgada la esbelta figura. Tenía una risa fácil y trato amable para con todos que hacía confiar de inmediato en ella y fue lo que le pasó a Marcos. 

Él, siempre retraído, se dejó envolver en la avalancha que era María y se encontró de pronto compartiéndolo todo con ella. 

Iban a clases juntos y quedaban para estudiar los fines de semana, siempre en la casa de Marcos. Después de clases, él la acompañaba hasta su casa que está de camino a la suya. 

Un día en que estaban solos estudiando para un parcial, Marcos se quedó mirando embobado su rostro mientras ella se reía de uno de los profesores. Lentamente se acercó para llevar uno de los largos mechones detrás de la oreja y sin apenas proponérselo, no pudo contenerse y la besó. Extasiado luego de probar los dulces labios de su amiga, se separó de ella. Pero cuando se reflejó en sus ojos negros, se dio cuenta del error cometido. María, siempre discreta, lo miró tímida con las mejillas teñidas de un suave rubor, pero más bien de vergüenza que de otra cosa. Él se disculpó y ella le sonrió apenas. No hablaron de lo que había pasado, Marcos no le confesó lo que sentía por ella, aun así, se distanciaron. María comenzó a rehuirle. Después de ese beso, su relación no fue la misma y Marcos sufrió por aquel error que lo separó de ella. Hasta que la casa y su rubia ocupante comenzaron a desplazarla de su pensamiento 

Ahora María estaba allí, llamándolo. Justo cuando él había conseguido dejar de pensarla, ella llegaba para recordarle su existencia. «¿Por qué tiene que ser así?» pensó él con frustración «¡cuando ya la estaba olvidando!». 

— ¡¿María?!— entonó el muchacho frunciendo el ceño sorprendido. 

 La joven parecía incómoda, sin embargo, cuando enfrentó su mirada lo hizo con ojos intensos que se le clavaron a Marcos como si quisieran traspasarlo. Suspiró y le dijo con voz seductora: 

—¡Qué bueno verte Marcos! Te he extrañado —Marcos abrió grande los ojos y contestó con titubeo: 

—Eh... bueno... Nos vemos todos los días. Estudiamos juntos.  

—Sí, pero hace mucho que no hablamos. 

—Pensé que no querías hacerlo, te llamé varias veces, te escribí por WhatsApp y no me respondiste. 

La muchacha desgranó una risa brillante y magnética. Acercando su cuerpo a Marcos, le dijo en un susurro: 

—Pero ahora si quiero hacerlo, digo, hablar contigo. Quizás ¿podamos estudiar juntos este fin de semana? 

Aturdido por la cercanía del cuerpo femenino, su cerebro se negaba a pensar con claridad. Marcos torpemente pronunció un: 

—Sí, claro… el fin de semana —Y antes de terminar de hablar, María posó suavemente sus labios carnosos sobre los de Marcos.  

—Te llamo.  

La joven se alejó dejándolo en estado de shock, sin entender lo que pasó, se volteo a mirarla. Antes de cruzar en la cafetería, vio que María se volteaba y le pareció que lo miraba un poco aturdida, sin embargo, ella siguió su camino. 

El muchacho se quedó parado, tratando de asimilar el sorpresivo beso. Era cierto que María le atraía, pero en todo el tiempo compartido, ella jamás se comportó de esa forma. Como si fuese una vampiresa a punto de seducir a su siguiente presa. María no era así. O al menos eso creía. De todas formas, para Marcos las mujeres eran seres extraños que él no comprendía y María parecía decidida a confundirlo cada vez más. 



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En el texto hay: angustia, brujas, sobrenatural

Editado: 29.08.2020

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