La habitación es chica.
Es lo primero que puedo notar, incluso antes del hombre frente a mí,
de la melodia, de la soledad, de los colores aburridos.
La habitación es chica.
No hay puertas, o ventanas. No sé si es de día o de noche, no sé dónde
estoy. El hombre frente a mí parece extrañamente conocido. Vi su
rostro antes, pero no sé dónde. No sé nada. No sé mucho.
La habitación es chica.
Veo como las cuerdas de la guitarra vibran, chocando una contra la otra y produciendo una melodía bellisima, pero poco me importa. Me concentró en como las claras se tocan con sus compañeras en una danza seductora, y una de ellas es la encargada de tener contacto con una de las más grandes, oscuras y pesadas. Ahí es donde las diferencias se conocen, y ambas tienen que adaptarse a ser tan diferentes. Pero no me importa.
La habitación es chica.
Le preguntó al hombre dónde estamos, no me contesta. Sus ojos no me
miran ni por un segundo, pero su cuerpo esta hacía mí, así que asumo
que sabe que estoy ahí con él, quizás solo esta muy concentrado en
aquella melodía tan encantadora y melancólica a la vez, asi que habló de
nuevo, esta vez, con más enfasis en mis palabras, siempre me han criticado que mis labios se mueven poco y muchas veces no se me oye,
quizás eso había pasado antes.
La habitación es chica.
El hombre sigue sin responder y comienzo a moverme inquieta en mi
asiento. Siempre fui paciente, siempre tuve el don de esperar para todo. Agua de tanque. Así que no me rindo y preguntó de nuevo dónde estamos. Silencio.
La habitación es chica.
Tomó una respiración un tanto larga, pero no me desespero, no aún.
Cambio mi pregunta, me intereso por él. “¿Cómo se llama usted?” Silencio de nuevo. Sigue muy concentrado en tocar aquella canción correctamente, sus dedos son largos y llegan a todas las cuerdas con facilidad,no como yo que jamás fui diestra para el arte de la música. Preguntó de
nuevo y obtengo la nada misma.
La habitación es chica.
Me concentró en evaluar mis alrededores, siempre supe que presionar a las personas no es conveniente, quizás solo le esté molestando, y siem-
pre fui buena observando, una habilidad importante. Pese a mis esfuerzos, no hay mucho para ver. Gris en las paredes, el mismo tono en todas. No hay ninguna puerta, ni ventanas. Me comienzo a sentir ence-
rrada.
La habitación es chica.
Miro el techo: también es gris. Me ofusco. ¿Cómo podía ser aquello
posible? No es mi color predilecto, no es blanco, ni negro. No es nada
en realidad. Un punto medio entre conflicto y solución, entre bien y
mal. No veo ninguna abertura que pudiese dar indicio de que había unasalida en el techo. Miro con atención el suelo, tampoco hay nada. Solo
gris.
La habitación es chica.
Vuelvo la atención a la unica persona en el lugar además de mí. Él sigue
tocando aquella guitarra con la misma devoción como si tuviese que
saberla la perfección. Preguntó de nuevo donde estamos, esta vez, con
voz más demandante –algo impropio de mi, pero necesario en aquel
momento-. Silencio.
La habitación es chica.
Me muevo de mi silla por primera vez solo para hacerme más cercana a
él. Me sigue pareciendo familiar. Muevo mis manos delante de su cara,
entre su mirada y la guitarra, pero no se mueve, no me presta atención.
Mi expresión cambia. Siento que intento comunicarme con otra pared
de repente.
La habitación es chica.
Le vuelvo a llamar, comienzo a preguntar sin parar pero no responde.
No mueve sus ojos hacia mí, no deja salir nada de entre sus labios, sus
dedos siguen tocando freneticamente aquella melodía que me comienza a irritar, le pido que se detenga, pero tampoco acata mi pedido. Comienzo a pensar que podría ser sordo, ciego, o las dos cosas. Tocó unade sus piernas cubiertas por un jean color negro, pero nada.
La habitación es chica.
Hablo de nuevo, está vez exigo, e incluso, levantó más la voz, para
cuando me quiero dar cuenta he perdido completamente los estribos,
estoy gritando, me puedo dar cuenta de eso. Pero él permanece tocando
la maldita guitarra, dando toda su atención a eso, comienzo a creer que
aquello es una broma y solo me pongo peor. ¿Cómo alguien podría ser tan ajeno a la angustia del otro? Porque es obvio que estoy angustiada,se me nota en el rostro, en las facciones marcadas. No tengo que decirlo.
La habitación es chica.
Guardo silencio cuando mi garganta comienza a doler, de nada sirve
gritar si él pretende no prestar atención a mis preguntas, o a mi simple
existencia. Un sentimiento me recorre desde pies a cabeza: enojo. Me enojo, asi que solo me cruzó de brazos, trabo la mandíbula, y me concentró en fingir que la canción es lo más importante.
La habitación es chica.
Y de repente, los dos estamos casi iguales. Él toca la guitarra como si
no hubiese un mañana, y yo le aplicó la misma ley del hielo en forma de
venganza, como si hacer lo que él hace me hiciese sentir mejor en algún
punto; no lo hace.
La habitación es chica.
Los minutos pasan, y eso se convierten en horas en las que he intenta-
do de todo. Golpeé las paredes como si estuviese fuera mis cabales completamente, grité pidiendo ayuda, sacudí un poco por los hombros
al músico con la intención de que me prestase atención. Me enojé, lloré,
grité, y finalmente me rendí.
La habitación es chica.
Mi espalda buscó comodidad y se dejó aplastar contra una de las pare-
des, había roto mi propia silla así que solo me quedaba sentarme cruza-
da de piernas mirandole desde el otro extremo de la habitación. Mi mente se despejó, y me dispuse disfrutar de la música, si iba a estar all mucho tiempo, al menos debía apreciar aquella pequeña cosa que hacía
mi estancia realmente linda. Cerré mis ojos, mi cabeza se movio ante la melodía, la conocía, pero no sabía de dónde tampoco. Quizás no debía
de saberlo, no era esencial. Quizás ni siquiera debía de saber donde estaba, o quien era el hombre con la guitarra. No estaba bajo mi control.