La casa esta vacia

la noche es larga

Pero lo era aún más para ella. Apoyé mi cabeza suavemente en la al-
mohada mientras le miraba moverse de un lado a otro en la cama, bus-
cando, desesperadamente, que alguna posición le induciera al sueño.

Pero todas daban el mismo resultado: nada.


La noche es larga.


Sus ojos permanecían abiertos mirando al techo, a la ligera luz de la
calle que se filtraba en los huecos de la persiana, o simplemente a la
oscuridad. Y cuándo estaban cerrados, tampoco estaba durmiendo, su
cabeza seguía despierta con sus pensamientos revueltos. Podía oírlos
todos y cada uno de ellos.


La noche es larga.


Me culpo varias veces a lo largo de la noche, como de costumbre, como si la culpa fuese exclusivamente mía. Yo tenía un solo objetivo, molestarle, pincharle el cuerpo varias veces durante la madrugada para mantenerla despierta. Y tenía mucho que utilizar alrededor; la luz, el ruido del exterior, el calor, la mala postura de su propio cuerpo, las almohadas. Cualquier cosa servía, y claro, yo lo aprovechaba, pero no era solo mi culpa.


La noche es larga.


Comenzaba a crear historias en su cabeza con tal de alejar a algo mucho
mayor, la verdadera razón de su molestía para cerrar los ojos. Y no era yo, claro que no. Yo simplemente me recostaba a observarla durante la noche con curiosidad, con algo parecido a la lastima observando a todos sus sentimientos molestándole.

La noche es larga.


Pero no es solo mí culpa. He observado a varios más atormentarle sin piedad alguna, ellos no eran como yo que comprendía cuando tomarme un descanso. La angustía, igual de corrosiva que siempre con su cara demacrada, su expresión de dolor constante y los ojos saltones, jamás se iba. La ansiedad, que estaba allí moviendose frénetica de un lado al otro, cruzando los dedos entre sí a cada segundo y lanzando estúpideces de entre sus labios ya cortajeados, pero que por momentos se ocul-
taba en donde ella no pudiese verla, y cuando volvía, solo era peor. La culpa, ¿Por qué? Jamás lo supe, tampoco la hice cuestionarse sobre ello aún, solo la observé aparecer por escasos momentos tan silenciosa como era posible, pero notable, siempre tenía algún momento de aparición en donde dejaba ver sus uñas largas de forma amenazante. La envidia arrinconada en una esquina, agazapada, y con destellos triunfa-
les por segundos cada unos cuantos meses, era una de las más olvida-
das. Y finalmente, el inalterable fantasma de la tristeza, tan profundo como el óceano, estaba pero a la vez no. Ese fantasma que parecía efímero pero se aferraba a ella durante largos periodos cuando tenía opor-
tunidad, buscando consuelo para su propio dolor y condenando a aquella mujer a la peor de las sensaciones. Y siempre volvía, creyendo de forma ingenua que en alguno de esos agarres, algo podría ser diferente.


La noche es larga.


Y en algún momento me vi a mí mismo como un salvador, como el bote salvavidas en medio de la tormenta, como una mano amiga. Le di creatividad en aquellos momentos, pensamientos para distenderse, pero despues lo noté. Después de muchas noches lo entendí. Yo era otro ejecutador más, sentado, obligándole a soportar aquellas emociones corrosivas en el medio de la noche porque tenía miedo a quedarme
solo, porque tenía miedo a ser solo yo en la habitación.


La noche es larga.



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En el texto hay: amor, decepción, crecimiento

Editado: 27.12.2021

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