La casa siniestra

Capítulo 1

Los nuevos dueños eran una pareja joven con dos nenes, una nena de seis años que recién empezaba el colegio primario y un nene de cuatro años que ingresaba al jardín de infantes. Ni Julia ni Tomás sabían lo que había pasado en esa casa. Ellos la eligieron por el aspecto exterior clásico pero bien cuidado y por las comodidades que esta ofrecía. Estaba ubicada en el centro de la ciudad y a los dos les quedaba cerca del trabajo y el colegio de los nenes. Tenía tres habitaciones y un gran cuarto que podían usar como lugar de trabajo. El  living era amplio, ideal para reuniones y cumpleaños.

La cocina- comedor era bastante grande e incluía todos los electrodomésticos, en la casa había una heladera de doble puerta color blanca, un microondas y muchos electrodomésticos más ya que los antiguos dueños no se habían llevado nada. Además tenía un jardín bastante amplio donde podrían construir una pileta para pasar el verano más fresco ya que la ciudad era bastante calurosa en verano y tanto los niños como los papás podrían jugar y chapotear en el agua.

Al principio todo transcurrió tranquilo. Los primeros meses todo ocurría plácidamente hasta que un día pasó algo extraño. Tomás, era abogado, y había madrugado porque tenía que presentar un caso muy importante en tribunales. Estuvo casi una hora buscando su maletín y su notebook que no aparecía por ningún lado.

Cuando ya no sabía en dónde buscar fue a preguntarle a Julia si sabía dónde lo había dejado, ella le respondió que seguro estaba en su despacho, una habitación del hogar que habían dividido en dos y donde cada uno había instalado su despacho. 

Tomás había armado una oficina donde podía seguir en casa con su trabajo de oficina, por eso había colocado un escritorio, una biblioteca con algunos códigos y un par de cuadros. En cuanto Julia ella había creado un taller textil con una máquina de coser, una tablón donde creaba sus diseños y algunos muestrarios de tela

Tomás había pasado toda la noche trabajando y sus cosas no aparecían por ningún lado. Para sacarse la duda le pregunto a sus hijos, Mía y Franco, si habían visto su portafolio y su notebook en algún lado. Ellos le dijeron que no, que sabían que no podían entrar allí que era zona prohibida para ellos pero Juanchi sí había entrado, Juanchi era el amigo imaginario de Franco, aunque él le había dicho que a ese lugar no se podía entrar.

Después de casi dos horas buscando sus cosas, Tomás se subió al auto y al llegar al trabajo descubrió sus cosas en el baúl del auto. Tal vez las había guardado antes de acostarse y como estaba agotado no se acordaba de haberlo hecho.  Lo tomó como un descuido y entró al edificio. 

Los días pasaron sin nuevos contratiempos hasta que un día, Julia fue a su taller a coser un vestido para Mía, faltaba poco para su cumpleaños y la nena quería un vestido de princesa. Tenía pensado hacerle un vestido de color celeste como Cenicienta pero con el corte de Aurora, la princesa favorita y el color favorito de Mía. 

Mientras estaba concentrada en el diseño, la máquina de coser empezó a coser sola. Julia pensó que algo había quedado atorado en el pedal, era una máquina de coser eléctrica, revisó el pedal y el enchufe pero no encontró nada raro. Siguió trabajando y al rato la  máquina volvió  arrancar sola volvió a revisar todo pero no encontró ningún desperfecto y la desenchufo por la dudas que algo estuviera en corto.

 




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