Instante por instante la gran calígine vespertina se aproximaba lentamente hacia el ocaso de la propia alba sucedánea al gran horizonte diáfano que es causante de los inmensos haces laminares solares. Agnis despertó, veía que Michael lo estaba, una vez más como en sus recuerdos, sosteniendo en sus brazos en un inquebrantable, pero inaudible llanto. Michael se percató.
—¿Qué pasó? —dijo Agnis mientras trataba de entender la situación, pues estaba un tanto confuso, era ¿un sueño o lo que es real?
—Simplemente te desmayaste cuando nombré a Metatrón.
Rápidamente se le vino una figura alegórica reminiscente: siendo atravesado por la espada punzante de Metatrón. Agnis se intimidó e ignoró, trastocando su mirada por completo, a Michael, quien todavía lo seguía sujetando en sus brazos. Agnis se incorporó en sí, dejando prácticamente a Michael atrás.
—¿Qué fue lo que realmente pasó? —le preguntó Raphael a Agnis, mientras Michael, que se encontraba en rodillas, se levantaba lentamente como si se encontrara adolorido. Agnis volteó a verlos.
—Necesito que me expliquen por qué tengo un compromiso adquirido —interrogó categóricamente, mientras daba un paso hacia delante, Agnis. Gabriel suspiró:
—Lo adquiriste cuando juraste a la tríada angelical que traerías devuelta a Metatrón, desde ahí se te otorgó el don de la reencarnación… —se detuvo Gabriel.
—Es así como has estado reencarnando una y otra vez, a la espera invicta de poder cumplir tu compromiso deontológico para con la tríada angelical —dijo Raphael.
—Cada vez que reencarnas te conviertes más en humano: esta vez será la última vez que has sido reencarnado —puntualizó Michael.
—¿Cómo lo sabes? —cuestionó Agnis con una mirada categórica a Michael.
—La reminiscencia es la capacidad que permite a los seres no humanos recordar quiénes hemos sidos, fuimos, somos, y seremos a lo largo de la eternidad, cuando la pierdes te conviertes en humano. No podrás cumplir con tu promesa sin el don de la reencarnación —Sin tener consideración alguna Agnis estaba lagrimeando cálidas gotas lluviosas.
De manera improvisada se escuchó a la lejanía un estrepitoso grito conmocionado: Agnis reconoció de inmediato la voz chillona de su madre. Agnis salió corriendo con celeridad pronta mientras se daba cuenta que ya había anochecido. Los ángeles triádicos iban interceptando los pasos acelerados con el fin de poder alcanzarlo. Agnis llegó a la casa, en específico, a la entrada frontal de la casa, donde yacía esa gran puerta de madera fantásticamente ornamentada. Agnis se espeluznó.
—Hola, Agni, tiempo sin vernos —Agni hizo un sonido gutural. Podía ver que ahí se encontraba Metatrón, todavía dentro del piso de la casa. También podía vislumbrar seres tétricos, repulsivos y siniestros; dentro de ellos reconocía a la mujer que había aparecido en sus sueños. Agnis cayó de rodillas mientras reconocía que aquella mujer era su madre. En ese momento, llegaron Raphael, Gabriel y Michael.
—¡Qué sorpresa!, los estaba esperando: escuadrón angelical —dijo Metatrón con una sonrisa sádica, un tono satírico y un ademán cínico—. ¿La reconoces verdad? Es tu madre —su madre se reía desconsolada y maniáticamente—. Te daré un regalo —expresó con sinceridad profunda Metatrón mientras degollaba a su madre, quien nunca perdió su sonrisa en ningún instante. Los sentidos de Agnis se esfumaron y su razón se disipó, hasta que Michael colocó su mano cálida en el hombro derecho de Agnis. Recuperó sus fuerzas.
—¿Acaso no es una grata sorpresa? —decía Metatrón—. Acabo de darte el don de ser humano —reía descaradamente Metatrón.
—Sin dilación alguna —repetía Metatrón—. Te estaré esperando en lo más profunda de esta casa —Soltó otra sonrisita oscurecida—, por cierto, ya has estado ahí y has hecho un buen trabajo —Metatrón se adentraba a la casa mientras llevaba a una persona arrastrada. Agnis lo miró fijamente tratando de reconocerlo: era su padre. Estaba totalmente cambiado, se podía percibirlo ultrajado, simplemente, deteriorado.
Agnis corrió rápidamente tras su padre, pero una extremidad ventral finamente marcado lo interceptó, haciendo que su cabeza cayera en su parte superior.
—No me detengas —le objetó Agnis mientras lloraba. Michael simplemente lo abrazó.
—Tenemos que entrar —le dijo lloriqueando Agnis a Michael. Michael guardó completo silencio.
—No podemos… —Se atrevió a decir Gabriel.
—Ningún ángel puede entrar al hogar célico de una deidad dual —continuó Raphael.
Agnis empujó lejos a Michael y manifestó:
—Yo soy humano.
A Gabriel le surgió una idea.
—Si es verdad que Agni es humano, entonces uno de nosotros puede darle sus votos celestiales para convertirse en su ángel guardián, lo que le permitiría acompañar a Agnis a todas partes —Los ángeles triádicos habían decidido que el candidato idóneo era naturalmente Michael.
La ceremonia celestial sería llevada a cabo precariamente por Raphael siendo el testigo de la devoción de Michael y Gabriel siendo el testigo de la devoción de Agni. Ambos seres tanto humano como angelical debían morderse sus propios labios lo suficientemente como para poder tener un beso ensangrentado.
Michael con los labios ensangrentados se acercó lentamente, paso a paso, a Agni, este estuvo por un instante estático, intimidado por el ritual de devoción de votos. En un momento en el que Michael se detuvo estando demasiado cerca de besar a Agni, este se abalanzó contra él y tuvieron cada uno, por primera vez, su beso ensangrentado. Desde ahora en adelante eran uno y otro tanto en cuerpo como en espíritu: Michael el guardián célico de Agni y Agni el feligrés devoto de Michael.
—Entraremos —dijo Agni mientras aún seguía reposando en los fornidos brazos de su guardián celestial, el cual le dedicaba una mirada empecinadamente vehemente.
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Editado: 06.12.2020