Tori estaba revisando la última habitación que quedaba en la nave, su pequeño amigo estaba parado sobre su hombro y la seguía para todos lados, el pequeño animal solo desaparecía por las noches, cuando iba a visitar a su familia, para volver por las mañanas a pasar su día con su padawan. Eridia estaba a su lado escaneando la habitación con uno de sus sensores que había conseguido de Vitti. Alara estaba feliz con lo que tenía en su cinturón, pero lo único que quería era tener a su novio entre sus brazos. Con mucho cuidado, terminó de instalar una batería para iluminar todo el lugar con las viejas luces de la nave.
“Maestra… ¿Conoces a este sith?” Preguntó al aire Tori.
“Su nombre era Kralos y era el líder de la ilustre Primera Flota del Imperio.” Respondió pensante Eridia. “Artemios nos dio una clase acerca de su vida, parece que el Imperio estaba listo para conquistar la galaxia y Kralos iba a ser la punta de la lanza.”
“Lo nuevo es que ahora sabemos cómo terminó siendo la única flota que llegó a la República.” Dijo pensante Alara.
“Revan derrotó al Emperador y cambió radicalmente los planes… Igualmente, Kralos casi conquista la República con su propio poder…” Dijo pensante Eridia.
“Su hermana lo derrotó en su propia nave…” Dijo pensante Alara. “Yo misma lo he descubierto en uno de mis viajes.”
“Ya veo, parece que lo respetaban mucho.” Dijo pensante Tori.
“Es uno de los siths más recordados en la historia reciente del Imperio, Tori. Solía ser algo parecido a Ihsahan en tiempos modernos, ya que era la mano derecha del Emperador y tenía mucho peso en la política Imperial.” Aclaró sin cuidado Eridia.
“¿Shin es famoso en el Imperio?” Preguntó sorprendida Tori.
“Podría ser el Emperador con solo su máscara.” Dijo divertida Eridia. “Prefirió reconstruir a los Grises y volver a ver Alara.”
“Debe haber sido difícil.” Dijo pensante Tori.
“Shin no tiene ese tipo de problemas, en el momento que supo que ese era el camino, lo tomó sin ningún tipo de dudas.” Dijo pensante Eridia. “Lo único que hizo fue preguntarnos a todos sus espías si queríamos seguirlo en su nuevo viaje…”
“Es una de sus cualidades…” Dijo apenada Alara. “Espero que esté bien…”
“Perdón, maestra…” Dijo con cuidado Tori.
“No te disculpes, Tori. No importa que no hablen de él, lo extraño a toda hora…” Dijo sonriente Alara. “Debe haber algo más en esta nave que estas reliquias del pasado.” Agregó mirando a las cajas que estaban detrás de ellas.
“Esas espadas son extrañas…” Dijo pensante Tori.
“Shin nos contó una historia sobre una secta sith que prefieren… cortarte con metal.” Dijo pensante Eridia. “Su proceso de creación es… desagradable.”
“Artemios va a tener trabajo…” Dijo al aire Alara. “¿Qué más pueden estar buscando?”
“Tenemos tesoros del pasado y Vitti puede revivir esos holopads…” Dijo pensante Eridia.
Alara volvió a revisar con la mirada la habitación cuando notó a Tori agachada junto a unos estantes que estaban debajo de una ventana. Su aprendiz estaba quieta y su mano se movía lentamente hacia el estante. Eridia corrió hacia ella para detenerla en el último instante. Tori estaba confundida y su mirada estaba perdida detrás de ellas. Alara apoyó su mano en su cabeza para tranquilizarla un poco.
“¿Tori? ¿Estás bien?” Preguntó preocupada.
La joven se sacudió un poco para despabilarse.
“Lo siento, maestra… esa gema me estaba… llamando.” Dijo apenada Tori.
“No lo puedo creer… es una Joya Sith…” Dijo asombrada Eridia.
Alara abrió los ojos al ver a Darth Ihsahan entre ellas. Su prometido era alto y estaba en su tamaño real. Su máscara estaba sana y parecía que estaba mirándolas a las tres al mismo tiempo.
“Eridia, eso que acabas de encontrar es una reliquia sith.” Dijo con seriedad Ihsahan. “Es uno de los tesoros de la Época Dorada. No deberías pasearlo por canales oficiales.”
Alara intentó acariciar a la imagen en vano mientras Eridia se acercaba con algo entre las manos. La joya era roja como su sangre y desviaba la luz como un diamante. Extrañamente no emitía energía alguna.
“Las historias dicen que pueden usarse en rituales o para potenciar magia sith. Una joya como esa ha causado la destrucción de la del Cúmulo de Cron en la épica de Exar Kun. Deberías moverla en el máximo de los secretos y no dejes que el resto de la Orden se entere de su existencia.” Terminó con severidad el sith.
“¿Era así cuando era tu padawan?” Preguntó con curiosidad Eridia.
“No… Shin dice que cuando estaba el Imperio no quería malgastar tiempo en nada, así que era lo más directo posible.” Dijo pensante Alara. “¿Eso es lo que dice?”
“Tengo una manera de probarlo… Abran paso.” Dijo con seriedad Eridia. “Tal vez tengas que noquearme, Alara. Prepárate.”
Alara no estaba contenta con esa idea, pero Eridia estaba decidida a probar su hipótesis. Su aprendiz apretó la joya para empezar a crepitar en electricidad. Sus relámpagos saltaron hacia todos lados, como una repentina tormenta. Eridia empezó a brillar en rojo mientras su presencia se volvía violenta e impredecible. Alara notó la locura en los ojos de su amiga, pero la purasangre arrojó la joya al otro lado de la habitación.
“Maldición…” Dijo agitada Eridia.
Tori, luego de soltar a su pequeño amigo, salió corriendo en busca de una caja mientras ella la ayudaba a ponerse de pie.
“¿Estás bien?” Preguntó sorprendida Alara. “Estuve a punto de noquearte…”
“Es… asombroso. Sentí que podía destruir este planeta solo con la Fuerza… Nadie debería tener ese semejante poder.” Dijo preocupada Eridia.
“Esto es lo que el Imperio está buscando… Vieja magia sith.” Dijo pensante Alara. “Buen trabajo, Tori…”
La joven estaba agachada junto a la joya sin saber que hacer. Eridia se acercó para meterla en la caja y cerrarla con su telequinesis.
“No nombremos esto en las comunicaciones, Eridia.” Agregó pensante.
“Shin suele tener buenas ideas, Alara. Incluso cuando era sith.” Dijo pensante la purasangre. “Necesito salir de aquí.”
“Yo también, Tombi está inquieto.” Dijo con cuidado Tori.
“¿Tombi?” Preguntó divertida Alara.
“Pasa mucho tiempo conmigo, así que Juna lo nombró Tombi.” Dijo sonriente Tori.
“Es un buen nombre…” Dijo sonriente Alara. “Salgamos de aquí, yo me encargo de las cajas.”
“Entendido.” Dijeron al unísono.
Alara también necesitaba despejarse un poco.