La cascada de los deseos.

El bello durmiente.

El amanecer llegó como también en Fíria llegaba al término de cada noche, y aunque aquella madrugada había sido fría y lluviosa, el Sol salió contento a hacer su trabajo, pero ésta vez no pudo despertarlo, ya que el caballero del viento, yacía cual si fuera bello durmiente, arrullado por la agradable temperatura ambiente, que le templaba el fuego de su espada, levitando a unos cuantos centímetros de su pecho, la primera en entrar fue Brisa Mística y al verlo ahí tendido, le hizo una señal a Rayito de Sol de que guardara silencio, y sigilosas rodearon la mesa donde aquél durmiente roncaba como oso en hibernación, entre bajas y disimuladas risitas, la ninfa morena le hizo una señal a la rubia de que prepararan todo lo necesario para pintarlo, ya que aquél cuadro tragicómico no podía pasar desapercibido, para una artista nata como lo era la morena, y procedió a dibujarlo tal y como estaba sobre aquella meseta de piedra, con una mano sobre su pecho y la otra debajo de la nuca, poniendo su bíceps a manera de almohada, con el rostro semi cubierto por sus alborotados cabellos y su torso desnudo, pero en vez de meseta de piedra, acabo por pintarlo sobre nubes, cual si fuera un ángel durmiendo, sin alas claro y cuando daba los últimos toques a su cuadro, su modelo durmiente dio señales de conciencia y medio abrió un ojo, dando un vistazo a su alrededor, como checando el entorno, las chicas se quedaron inmóviles como estatuas y las miró sin advertirlas, cambió de posición y continuó durmiendo ya sin roncar, las chicas caminaron en silencio hacia la salida y ya afuera entre risas comentaron:

 

  -¡Qué ruidos tan extraños hace el humano cuando duerme! ¿Será que todos duermen así? –pregunta Brisa.
 

 

  -¡Espero que no!

 

Contesta Rayito divertida y Brisa dio unos pasos para recoger algo que había llamado su atención.

 

  -¿A ti se te cayó esto?

 

Preguntó intrigada, mientras le mostraba un adorno para el pelo, compuesto de corales y piedras preciosas de los que acostumbraban a usar las aquanas.

 

  -¡No, no es mío!  -contesta Rayito extrañada.

 

  -¿Mmmh? Si no es tuyo ni mío, entonces… ¿Será de quién estoy pensando?

 

Dice Brisa Mística buscando complicidad en los ojos de Rayito de Sol.

 

  -¡Eterna estuvo aquí!  -dicen al mismo tiempo.

 

  -¡Entonces el caballero del viento no está durmiendo y esos extraños ruidos que hace son porque se está muriendo! –diciendo esto entraron corriendo para salvar al supuesto moribundo.

 

  -¡Yurik, despierta! –dice Brisa mientras Rayito lo sacudía de los hombros.  -¿Estás bien, te sientes bien? 

 

Preguntó Rayito a la vez que lo vio abrir los ojos y medio adormilado, se deslizó de la meseta de piedra para colocarse, o intentar colocarse en una torpe posición de guardia de luchador de muay thai.
 

 

  -Pero… ¡Qué demonios!

 

Dice al perder el equilibrio y medio despertar al tener que apoyarse para evitar caer.

 

  -¡Que me rapen! A pero qué manera de despertarlo a uno tienen; ¿Pues qué les pasa?

 

  -¡Somos nosotras! –contestan las chicas.

 

  -No pues si ya me di perfecta cuenta de que se trata de ustedes; ¡Pregunte que de qué se trataba la situación no que quién eran ustedes!

 

Dice algo molesto mientras se jalaba su larga y alborotada cabellera, para acomodarla y despejar un poco su visión, mostrándoles su bien torneada musculatura humana en su cuerpo semi desnudo, espectáculo que provocó admiración en las pupilas de las ninfas.

 

  -Lo que no comprendo es por qué me despiertan así de rudas; ¡Miren que pueden provocarme un ataque al corazón al despertarme así! Y miren que de eso no creo que la espada pueda salvarme.

 

  -¡Discúlpanos caballero pero es que pensamos que te estabas muriendo!

 

  -¿Y eso por qué, acaso me veo enfermo o algo así? ¡Los dragones no lograron lastimarme! ¿Acaso no les informó la reina sirena?

 

  -¡Claro que nos lo dijo! En todo Fíria es noticia nuestra victoria sobre el poderoso ejército de Daro’s Eretum, bueno, al decir nuestra, me refiero a ti y a nuestro ejército. –contesta Brisa orgullosamente.
 

 

  -Entonces… ¿Por qué demonios pensaron que me estaba muriendo?

 

Vuelve a preguntar mientras terminaba de acomodarse los cinchos que fijaban a su espalda la funda de su espada, espada que continuaba levitando encendida en fuego a unos centímetros de la meseta de piedra.

 




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