La Casería de Tom Chesster

X

Lago Ricknald, 13.35

Algo le intrigó en su camino a la cabaña.

Algo que provenía desde su izquierda, donde estaban los arboles que adentraban al bosque del Ricknald. Por el rabillo divisó un movimiento veloz. Se volteó hacia el bosque veloz. No había nada más que arboles cubiertos de nieve. Vio una fugaz sombra que encontró parecido con un humano que cargaba un rifle. Quedó perplejo y su corazón dio un latido exagerado que le hizo saltar. Dio varios pestañeos y volvió a mirar. No había nada, la sombra se desvaneció. Abandonó el paisaje de arboles blancos y siguió su camino, antes de que perdiera la cordura allí mismo. Estaba cerca de casa cuando oyó un nuevo crujido, proveniente del bosque.

Los lobos actúan como también lo hicieron Karl y Bill: juntos y acompañado de demás. Eso causaba en todos, la naturaleza del Ricknald, pavor y desesperación.

Su mirada se cruzó con la de cinco lobos más que estaban saliendo de la mata de árboles. Ya fuera del bosque, le miraban con ojos asesinos y bañados con oscuridad. Tom gimió y su soplo se convirtió en escarcha húmeda por el aire. Sus ojos claros se tiñeron en el color del terror. Dio un paso atrás, los lobos dieron uno adelante. Soltó su casería que cayó en seco en la nieve, y se echó a correr hacia su cabaña. Los lobos se lanzaron en largos saltos hacia Tom. La nueva casería comenzó.

Corría como nunca y sus huesos lo sabían. Se quejaban, y mucho. Sentía tirones provenirle de ambas rodillas, pero no les prestó atención. Ya habría tiempo para ellas. Los lobos estaban a lo mejor a más de medio kilometró de él, y corrían cada vez más veloces. Tom se vio presa también de un abanico de sensaciones. Que ni él podía explicar. Corría cada vez con mayor dolor, pero no insistía en ello. Sus pies se hundían en la nieve y debía aplicar fuerza extra para sacarlos, y así sucesivamente. Miró encima de su hombro y los vio en la lejanía, pero no tardarían en estar a sus espaldas. Le mostraban los colmillos bañados en saliva espesa. Su cabeza le tintineaba como el tic—tac de una bomba, al compararse con una bomba le causó risa, el también podía explotar en cualquier momento.

El Ricknald había tirado sus mejores cartas a la mesa para así por fin quitar a Tom del juego, el único jugador que aún no perdía. Si iba a morir no se lo dejaría tan fácil, concluyó y corrió con más fuerza.

La casa estaba mucho más cerca que minutos atrás. Cuando vio a los cinco lobos por primera vez, vio a su cabaña más lejos de lo común. Ahora la tenía menos de dos minutos. Se ensaño en esa idea y perdió el sentido del tiempo. Un lobo había disminuido distancia y ahora le estaban picando los talones. Un chirrido le atravesó las sienes, un sonido metálico y muy doloroso. Perdió velocidad. El lobo vio la distancia que le separaba de su caza y se lanzó a este. Abrió su hocico y pareció que sus colmillos crecieron centímetros más. Mordió el tobillo de Tom y este soltó un gemido sordo. Cayó al piso y el mismo que le había causado la herida se le balanceó hasta quedar frente a frente. Lanzaba sus colmillos a Tom y este con sus brazos los frenaba de rajarles el cuello. Los otros cuatro estaban cada vez más cerca, pero lejos aún de ellos dos. El hocico se atrasó un poco y se preparó para lanzarse con toda la fuerza que el lobo tenía, era muy corpulento. En ese momento el instinto cazador de Tom reaccionó de manera inconsciente. Con sus manos tomó el cuello del animal y le empezó a estrangular con ferocidad. El lobo soltó un grito de dolor. Tom tenía los ojos dilatados y en ellos podía verse la rabia que ocultó durante mucho tiempo.

Tu mataste a mis hermanos, a mis padres. Y ahora vas a pagar, maldito hijo de puta.

Apretó mucho más ambas manos en el cuello del animal, sus ojos ardían y sacaban chispas. El lobo movía sus pies y con su cuerpo entero se mecía hacia ambos lados. No podía quitarse de esas manos que estaban sudorosas y llenas de ira. Soltó un último gemido y murió con los ojos ennegrecidos aún.

No se dio tiempo de admirarlo por completo. Recordó que tenía a otros cuatro más en carrera a él. Al pisar con su pie herido recobró el dolor. Lo obvio y siguió la corrida hacia la cabaña.

Al entrar cerró la perta de un portazo, se dirigió al ventanal y tomó el rifle. Lo colgó en sus manos y apuntó al ventanal. Los lobos no se veían. Se asomó por esta para tener vista mas amplia, y aun no los veía. Salió de la cabaña por segunda vez en el día. No estaban. Corrió aun más al lugar donde mató al lobo. Estaba llegando a la cabaña en que alguna vez vivieron la familia de Karl Fritz. Al afinar su vista los vio. Estaban rodeando al lobo que mató con sus propias manos. Le miraban todos con un rostro meramente familiar.

¿No era esa la mirada que vio siempre en los pueblerinos del Ricknald? 



#13612 en Thriller
#7685 en Misterio

En el texto hay: miedo, suspenso y terror, suspeso

Editado: 06.06.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.