—Bueno —dijo Vera mientras nos sentábamos en la clase de Literatura—, es lindo, agradable, y ahora está en el equipo de lacrosse. Mel, ¿puedo preguntarte qué estás esperando?
—Sí, puedes preguntarlo —respondí acomodando las cosas sobre mi mesa.
—Muy graciosa... ¿Qué estás esperando?
La respuesta potencial a aquella pregunta me miró desde una distancia de tres mesas más adelante. Kevin alcanzó a sonreírme antes de que el profesor llamara al orden y no tuviera más remedio que darme la espalda.
Vera tenía la frente surcada de arrugas.
—Recuérdame cuántas oportunidades desperdiciaste durante el último año de tu vida por estar obsesionada con Kevin —suspiró.
Era difícil darse cuenta de quién estaba más harta de la situación, si ella o yo. Un silencio tenso se extendió entre nosotras y el resto de la clase se me hizo insoportable. Kevin no dejaba de darse vuelta para mirarme cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo, y cuando yo «fingía» notarlo (porque, aunque no lo estuviese mirando, siempre me daba cuenta), él volvía a girarse en su silla y hacía como si nada hubiese ocurrido.
Si aquella me pareció una situación extraña fue porque aún desconocía la que acontecería durante el almuerzo. Kevin esquivó la mesa del equipo de lacrosse y se sentó en la punta de la nuestra. Después de acomodar su bandeja, nos observó a todas con una sonrisita.
—¿Puedo sentarme con las damas hoy? —preguntó en un tono cordial, recordándome al príncipe azul de las películas.
—Bueno, ya estás aquí, ¿no? —le respondió Vera agresivamente.
Las mejillas de Kevin se pusieron rojas. Yo lo sabía mejor que nadie, pero, en realidad, no era ningún secreto que Vera lo detestaba.
—Por supuesto que puedes sentarte con nosotras —me apresuré a decir, y le di un leve pisotón a Vera. Ella bufó por lo bajo, dándome a entender que había captado mi mensaje, y bajó la mirada hacia su bandeja. Aproveché para cambiar de tema, por el bien de todos—. Así que Jesse entró al equipo. Supongo que sus pruebas estuvieron muy buenas.
—De hecho, estuvieron excelentes —contestó Kevin más animado, mirándome directo a los ojos y obligándome a pestañear repetidas veces—. Tiene mucho talento, y las recomendaciones que trajo son increíbles. Si sigue jugando, seguramente le darán una beca para la universidad.
Oír eso me hizo sentir una especie de orgullo desmesurado hacia Jesse. Me gustaba saber que le iba bien en lo que le apasionaba hacer, y, principalmente, en algo que no fueran mujeres o videojuegos, como a la mayoría de los chicos de nuestra edad.
—¿Saben qué? —dijo Kevin de repente, bajando el tono de voz hasta convertirlo en un susurro teatral. Había un brillo algo malicioso en sus ojos celestes. Vera frunció el entrecejo; claramente no se estaba perdiendo ni una sola palabra, pese a que fingía no prestarle atención—. Ya que estamos hablando de Jesse... me enteré de que le ha echado el ojo a una chica de la escuela.
Me asusté por la forma violenta en que Vera giró su cabeza hacia mí. Los ojos se le salían de las orbitas.
—Imposible —soltó Regina—. Lleva apenas dos días aquí; no puede gustarle una chica.
—¿Nunca oíste hablar del amor a primera vista? —replicó Kevin en cierto tono burlón—. Además, no dije que le gustara en serio. Eso sí sería imposible. Es simplemente un «flechazo»; seguramente el primero de los muchos que tendrá durante el resto del año.
—¿Y quién es la chica? —preguntó Vera, mirando a Kevin por primera vez desde que se había sentado en nuestra mesa.
Él vaciló.
—No lo sé realmente. No nos lo dijo. Aunque sospecho quién puede ser... De todos modos, no puedo decírtelo.
—¿Por qué no? —inquirió Vera, y noté que su tono se estaba volviendo amenazador.
—Porque no puedo, Vera —contestó Kevin como si fuera obvio—. Jesse no es solo un compañero de clases, ahora es también compañero de lacrosse. No voy a ir por ahí revelando las cosas que él cuenta dentro de la intimidad del equipo. Hay algo llamado códigos, ¿sabes? ¿O acaso tú me dirías quién le gusta a Mel si yo te lo preguntara?
Una ráfaga de extrema e insoportable incomodidad recorrió la mesa, envolviendo a las cinco personas sentadas a su alrededor. Kevin había metido la pata. Todos en la escuela conocían nuestra historia y estaban al tanto de mis sentimientos hacia él. Reviví dentro de mi cabeza aquella embarazosa conversación en la que él me había dicho «solo amigos».
Simulé atarme el cabello y giré la cabeza hacia el otro lado. Podría haberme puesto a llorar en ese preciso momento; pero, por fortuna, si bien Vera podía ser una perra con los demás, conmigo era diferente, y enseguida salió a mi rescate como pudo.
—Eso es muy diferente. Mel es mi mejor amiga. Jesse no es exactamente tu amigo, ¿verdad?
Kevin la observó ceñudo.
—Podría llegar a serlo —respondió—. De todas formas, no voy a decirte quién es la chica.
—¿Para qué te sentaste aquí? —exclamó Vera ya cabreada.
—Quiero ir al baño —intervine antes de que esa penosa discusión pasara a mayores—. ¿Vienes conmigo?
Vera le dirigió una última mirada furibunda a Kevin y ambas nos levantamos, vaciamos nuestras bandejas y fuimos al baño sin siquiera invitar a Karen y a Regina a acompañarnos.
—Vera, fuiste muy grosera —dije después de comprobar que el baño estuviera vacío.
—No lo fui; él es un idiota. ¿Por qué se sentó con nosotras?
Realmente no tenía la respuesta a esa pregunta, pero solté la primera que se me vino a la cabeza porque, esta vez, no quería darle la razón a Vera.
—Porque es mi amigo.
Al oír eso, Vera hizo una mueca extraña, dejó su brillo labial y se volvió hacia mí.
—¿En serio? —preguntó con un sarcasmo algo hiriente.
Como para tener algo que hacer y quitar mis ojos de encima de los de Vera, abrí el grifo y me lavé las manos.
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Editado: 02.03.2023