La chica de la caperuza roja

Capítulo 4

Valma

—… No poseo la autoridad para ordenarle al bosque alguna cosa—esas palabras aunque yo las diga y aunque sean verdad me escuecen y me molestan. Con mi autoridad actual de señora de los lobos jamás podría hacer más que liderar la manada, incluso eso tiene una fecha límite. Si no encuentro a mi señor pronto… Perderé mi capacidad de cambiar… Igual que mi manada lo hizo. Mis opciones son limitadas en cuanto a Sven, aunque yo quisiera sacarlo del bosque no podría hacerlo nunca y solo conozco a alguien con la capacidad de hacerlo, aunque… Aprieto la mandíbula y veo al cachorro Sven Bacey, pedirle a nuestro Rey Talo que saque a este humano del bosque significa abandonar mi derecho a la bendición y eso podría significar que mi manada corra peligro en el caso de que yo pierda mis derechos como señora. Pero no puedo dejar que un humano deambule por el bosque, menos si Gea tiene conocimiento de su existencia. Podría matarlo ante el Manzano y acabar con su maldición o podría engañarlo y convertirlo en su señor. No tengo otra opción, Gea es demasiado peligrosa, bien. He tomado una decisión. Debemos ir al Castillo Cuervo.

La seguiremos, señora—escuchó la voz solemne de Kerrttu y no dudo de sus palabras. Somos una manada y como tal decidimos por el bien mayor aunque signifique perder una oportunidad futura. Asiento levemente hacia la manada aceptando su lealtad.

—Vamos, cachorro. Tenemos que ir al Castillo Cuervo.—El cachorro Sven parece querer decir algo, pero lo ignoro. Debemos darnos prisa si queremos evitar la noche. El bosque cambiará y la niebla espesara aún más. Suelto un suspiro, espero que este cachorro pueda caminar rápido, no quiero arriesgar a la manada y tampoco quiero arriesgarlo a él. Los humanos ya de por sí son tan raros y preciados para las criaturas del bosque y para el bosque en si, pero los humanos hombres… Simplemente los clanes del bosque podrían empezar una pugna por su custodia.—¿Puedes andar?—pregunto sintiéndome tonta. Jamás he tenido que preguntar alguna cosa así, los lobos no nos detenemos por heridas sufridas en el camino, seguimos siempre porque queremos proteger a la manada. Él parece pensar, quiero que me dé una respuesta rápido. Tan simple como "si" o "no". 

—Eh, sí. ¿Qué es ese castillo?

Los lobos bufan y casi puedo escuchar el comentario hastiado de Kerrttu en mi mente, sería algo así como: Humanos. Nunca pueden dejar de preguntar. En efecto. Los humanos son así, entrometidos, curiosos y no tienen sentido del respeto o la lealtad. Sven Bacey no es el primer humano que aparece en el bosque ni tampoco será el último. 

—Andando, cachorro—le digo sin querer perder más el tiempo. Pronto perderá el efecto la bendición de la princesa Miska. Al recordarla una profunda estocada me atraviesa el corazón, pero trato de darme consuelo recordando el hecho de que su despertar pasará. Fue una de las predicciones de la antigua señora del Clan Zorro, Seija. La princesa despertara cuando lo sienta llegar y con su venida traerá luz a nuestro amado Myyttimetsä. Todos esperamos, aún después de trescientos años su despertar con paciencia e inquietud, ha pasado demasiado tiempo y a la mayoría se nos acerca el ocaso muy lentamente. Sacudo la cabeza negando, tengo que dejar de pensar en eso. Todavía no es el momento de preocuparse por eso. Por ahora tengo que llevar al cachorro al Castillo de nuestro señor Talo. Con algo de suerte escuchara nuestra petición y si no… Siento una sonrisa maliciosa dibujarse en mi boca, si no escucha siempre puedo hacer que sus cuernos toquen el suelo del castillo como cuando aún era un pequeño llorón. 

Mi señora. Estamos listos—me informa Kerrttu. No está aquí, seguramente se encuentra esperándome en la entrada del dominio Lobo. Vuelvo a ver al cachorro Sven y noto que hay cierta rigidez en sus hombros, está viendo la imagen que está al otro lado de la ventana. Mi manada. Dos pequeños cachorros juegan bajo la supervisión de sus padres mientras que una pareja recién acoplada camina lentamente con los frutos de su cacería. Seguramente este cachorro debe estar asustado lo que me hace preguntarme si alguna vez ha estado en un bosque además de este.—Señora… 

¿Que pasa, Kerrttu?—pregunto. Está preocupada. Ella siempre lo está, es su modo de ser. 

Nada. Es mejor que partamos, los árboles empiezan a querer despertar—aprieto la mandíbula haciendo que mis caninos emitan un leve crujido. Debemos irnos cuanto antes si queremos llegar con vida. 

Mis ojos vuelven a caer en la figura alta y delgada del cachorro. Me está viendo, demasiado. Por un breve momento logro escudriñar su rostro masculino y una pregunta me azota la mente: ¿Cuál es su edad? Pero tan pronto como esa pregunta me toca parpadeo tratando de deshacerse de ella. No es el momento. Ladeo la cabeza hacia la entrada de mi cabaña y diviso una capa oscura colgada al lado de la puerta. Tiene mi olor. Tiene que ponérsela. Mi bestia gruñe complacida ante el sonido de eso. Mi aroma cubriéndolo. Empapando su ser. Sacudo la cabeza. ¿Que en el nombre de los astros estoy pensando? De pronto estoy comenzando a perder la cabeza. Dando pisadas sonoras y firmes camino hacia la entrada y desengancho la capa para luego tendersela al cachorro. 

—Pontela, cachorro. Es hora de irnos. 

El sigue viéndome y mi bestia aúlla de felicidad por ese hecho. Vuelvo a negar y refunfuño una maldición, si no fuera porque él está aquí probablemente mi cabeza estaría golpeando los troncos de la pared con fuerza. En serio… ¿Que. Infierno. Me. Pasa? 




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