—Espera ¿A dónde vas? —dijo Roger agarrándola por la cintura y bajándola del techo fácilmente como si de una niña se tratase.
—Suéltame ahora —grito María mientras trataba de soltarse de su agarre que la interrumpió de la persecución que le hacía a él joven de la capa purpura que yacía de pie en la cima del techo. Ese día por fin pudo verlo con claridad era un joven no mucho mayor que ella. Tenía cabello tan negro como las plumas de un cuervo, una piel blanca y el rostro un tanto infantil la había seguido a todas partes desde que salió de sus clases hasta que salió del trabajo, pero lo que colmo su paciencia fue verlo de pie junto a su cama cuando ella salía de darse un baño y ponerse el pijama.
Por fin se armó de valor ya fuera por la rabia que sentía de que su demencia fuera tan grave que provocara alucinaciones tan nítidas o el miedo de que todo fuera real y un extraño estuviera en su habitación ¿Quién sabe con qué intenciones?
—¿Quién eres? Y ¿Qué haces en mi habitación? —pero no hubo respuesta del individuo que tenía una expresión de sorpresa que pronto paso a ser de satisfacción. Esto la enervo mucho más.
—Si eres real y no te marchas ahora mismo llamare a la policía —le advirtió.
Pero seguía sin inmutarse y en silencio, sintiendo más temor María observo toda la habitación en busca de un escape o algún objeto con que defenderse, de pronto recordó que en sus manos llevaba un tarro de crema para peinar y su peineta así que decidió tirarle lo primero a la cabeza del sujeto con toda la fuerza posible. Teniendo como respuesta un quejido haciendo que el muchacho se llevara la mano al golpe dejando entrever una cicatriz algo extraña. Este le devolvió una mirada feroz y procedió a abrir la puerta y marcharse.
A ella costó unos pocos segundos salir levemente de su aturdimiento y decidió seguirlo aun iba por el pasillo, corrió tras de él y este al darse cuenta se escabullo aún más rápido y giro por unas escaleras dejando solo el ruido de su capa, pero eso no la detuvo necesitaba respuestas y ese muchacho se las daría así él no lo quisiera. Llego de pronto a un balcón que daba a el patio del interno del edificio y estaba enclavado en el techo, logro distinguirlo entre la oscuridad estaba en la parte más alta de la edificación ¿Cómo había logrado subir hasta allí? Vio una saliente suficientemente gruesa para aterrizar en ella; que hacía a vez de canaleta salto dispuesta a seguirlo a donde fuera para su sorpresa alcanzo a aterrizar perfectamente y se disponía a subir por el techo cuando Roger la detuvo.
—Tú estás loca —dijo soltándola nuevamente sobre el piso de la saliente—. Mira la hora que es y pretendías subirte a el techo a pesar de lo inclinado que es ¿Quieres que te pase algo malo allí arriba?
La voz de Roger la trajo de vuelta de su trance busco con su mirada el punto donde había visto la figura de aquel hombre extraño.
—No… yo solo… quería ver la ciudad de allá arriba porque debe ser hermoso —mintió, señalando el punto más alto del techo—. Creo que no es buena idea.
—¿Tú crees? —respondió sarcásticamente.
—Bueno y tú ¿Qué me dices? ¿Por qué estás aquí? —inquirió, analizando el hecho de que a esta hora él debería estar en su residencia.
—Veras es que… yo —no pudo explicarse-
—¿Esas son botellas de vino? —dijo, al ver dos figuras de vidrio alargadas a los pies de su compañero.
—Talvez —respondió, rascándose la nuca.
Pasando por alto el hecho de que no se podía tomar alcohol dentro del colegio, observo a su compañero la imagen pulcra que generalmente trasmitía se veía desaliñada, parecía que hubiera llorado amargamente hacia poco. María no quiso preguntarle nada.
—¿Quieres que te acompañe? —decidió preguntar ya que la idea de olvidarse momentáneamente de sus problemas con una copa le lleno la mente.
—Claro, pero pensé que no tomabas —dijo, mientras sacaba un vaso de su maletín para llenarlo y ofrecérselo—. No fuiste cuando los invite a el Union Bar.
—Si bebo solo que no lo hago con frecuencia y además no me gusta el ambiente de los bares.
—Es entendible eres un tanto introvertida.
—Pensé que no se notaba —dijo, sentándose en la cornisa dejando sus pies en el aire y Roger la imito.
Se tomaron la primera copa; para María claro está en silencio, finalmente Roger hablo.
—Sabes es curioso como las relaciones románticas se parecen un poco a las estaciones: primero es la primavera donde la relación florece y todo está de maravilla, luego sigue el verano cuando todo arde con pasión, pero lentamente todo se va apagando en otoño y tenemos que atravesar el duro invierno solos.
—Eso no cuenta si vives cerca a el ecuador o es sol o es lluvia —señalo, mientras Roger le llenaba de nuevo el vaso.
—Acabas de dañar mi mejor metáfora —hizo un puchero que enterneció su triste rostro.
—Lo siento, pero ¿Por qué me dices algo así? — inquirió.
—Para esta época hace un año le propuse matrimonio a la que hasta ese entonces había sido el amor de mi vida: Melissa, pero resulta que ella no me amaba tanto como decía porque la sorprendí en una aventura con su compañero de trabajo. Supongo que evite mi dolor ocupando en mi carrera lo más posible y cuando oí del programa no dude ni un segundo en postularme para alejarme lo más posible por eso estoy aquí trate de evitar mi invierno —dijo, su voz sonaba muy apagada.