La Chica de las lágrimas azules

Capítulo cuatro: Broken

Blue 

¿Cómo lidiar con las historias que se sienten inconclusas?

¿Cómo lidiar con las historias que se sienten inconclusas?

¿Cómo razonar cuando tus sentimientos se interponen? 

Había pasado mucho tiempo después de nuestra última interacción, las charlas se habían vuelto progresivamente en conversaciones vacías, sin chiste, escazas pero gentiles. De alguna manera por mucho que mi razón me forzara a hacerlo no podía dejarlo ir. Lo quería aún cuando no estaba conmigo. ¿Por qué sentía esta sensación? Él no me pertenecía.

Créeme que el mundo es un lugar enorme. Tan enorme que te consume. Y eso que muchos dicen que es como un pañuelo. Admito que muchas veces me hizo sentirme pequeñita y atrapada. Siempre me preguntaba cómo era posible que aquí entrase tanto vacío; que el tamaño de mi recipiente sigue siendo el mismo por muy grande que sea el planeta, ¿sabes? Que no somos más que simples motas de polvo en medio de una inmensidad que te mide por números y no por tu propia naturaleza. 

 Sé que la mayoría del tiempo sólo soy aire, que viene y que va. Oxígeno que muchas veces se escapa para provocar la primera tormenta del año. Siempre entra tanta agua que la tierra deja de ser el suelo firme que mis pies necesitan pisar. Es cierto, ¿Qué iba a contener un metro y medio en comparación a lo que puede contener un océano entero? Soy un punto pequeño en medio de una ciudad que ni siquiera me vio crecer. Algo invisible que sigue una línea recta hacia ningún sitio, puesto que las brújulas nunca fueron mi punto fuerte. Interpretarlas tampoco. Soy consciente de que durante mucho tiempo no fui capaz de orientarme y encontrar el Norte. Básicamente porque iba dando tumbos de un sitio a otro sin encontrar el lugar idóneo donde poder soltar mi ancla. Que vivir a la deriva está bien, pero terminas perdiéndote siempre y no porque la soledad sea una pésima compañera; sino más bien porque las personas muchas veces son más que un conjunto de cables y mecanismos complejos que se someten a un sistema para el cual no son más que títeres. 

Es una locura, pero pensé que el mundo era eso, un conjunto de costumbres y monotonías donde nadie se paraba a mirar más allá de lo que vislumbraba tras la ventana. Que todo se volvía una rutina incesante donde nos quedamos atrapados en momentos, etapas, obligaciones, condiciones e incluso personas. Pero supongo que estaba equivocada. A veces sienta bien equivocarse. ¿Sabes lo bien que sienta tener el conocimiento de que da igual lo grande y aburrido que sea el mundo que siempre vas a terminar por ubicarte en tu propio Norte? Es posible que hable de coordenadas, porque desde que he llegado siento que por fin dejé de recorrer el hueco profundo del mundo para encontrar un punto cardinal que terminó llevándome aquí. Sí, ahí, justo donde parece que estás tú. Donde me has dejado echar el ancla sin poner una sola pega o lanzar un "pero". 

 Puedo decirte que he visitado muchos lugares. Que casi todos presumían de ser bonitos. Estaban llenos de colores y todo parecía estar en su lugar. Todo se sumía en un perfecto orden, por eso mi cabeza terminaba por transportarme a algún sitio en el que podía fingir que todo era placentero. Y es que engañarse es el mejor invento de la historia. Permitirle a nuestra imaginación jugar con nosotros es muchas veces la vía de escape más segura. No la más eficaz. Pero sí la más segura. Que por ahí dicen que nos alimentamos de sueños y vivimos de ilusiones estúpidas. Que esperamos tanto y tenemos las expectativas tan altas que cuando cruzamos la puerta el paisaje es de lo más inverosímil.  

A veces pienso que es lo que realmente quiero de él y que es lo que necesito. Pero después me detengo un momento, reflexiono y sé que lo que yo necesito él, no puede dármelo y sólo me queda agachar la cabeza e ir de regreso a casa con mi corazón herido entre mis manos. No es un momento fácil pero tampoco lo culpo en absoluto. 

La confianza que tenía en mí misma se fue desvaneciendo, me miro al espejo y el semblante cansado, los hombros caídos y una sonrisa inexistente me devuelven la mirada. No quedan rastros de lo que solía ser. Esa chica que se llevaba el mundo por delante y se regia por los latidos de su corazón se esfumó, el brillo de su mirada, la sonrisa deslumbrante... todo eso se desvaneció.

Se perdió en una sola pieza por completo, no sabe dónde quedó aquella chica que se comía el mundo con el brillo de sus ojos cobrizos, aquellos ojos mieles que la lluvia deslavó convirtiéndolos en grises por tantas lágrimas derramadas.

Esa valentía y fuerza en sus brazos se transformó en cansancio y desgano. No sabe si fue el pasar de los años o los infortunios de la vida quiénes le arrebataron la alegría o simplemente que el sol dejó de alumbrar su sendero.

La vida me ha dado una bofetada, bueno otra, me ha gritado pegada a mi nariz: crece, y yo tuve que hacerle frente, porque ésta vez, no podía hacerme más pequeñita. La vida me ha visto ponerme de pie y devolverle una sonrisa y ha seguido su rumbo, como siempre. Yo he avanzado herida tras herida y lo que antes me tiró al suelo, ahora solo es una historia que le cuento a los que comparten mi camino.




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