Rebeldes sin intención.
El grito de la directora vieja amargada desde la entrada, hizo que nos detuviéramos abruptamente—. ¿Qué creen que hacen alumnos? ¡Vuelvan aquí! —nos gritó enfurecida.
— ¡Ay no! ¡¿Y ahora qué?! — mire a Spencer esperando algún tipo de idea o ayuda de su parte, pero por la expresión que tenía en el rostro me confirmo que estaba igual de asustado que yo— ¡Corramos!
— ¡No! ¡Será peor, es mejor regresar! —me tomo de la mano, y trato de jalarme de regreso.
— ¡¿Estas de broma!? ¡No podemos volver, tenemos que irnos!
—No, te vas a meter en problemas.
—Me voy a meter en problemas un millón de veces, no hay diferencia, vámonos.
—Pero yo no quiero ser la causa de tus problemas, mientras esté vivo jamás te meterás en algún lío.
—Deja tus diálogos de películas y sígueme, no quiero que te pase algo malo si volvemos.
—Y yo no quiero que te pase algo malo si no regresamos.
—Vale, creo que no nos vamos a poner de acuerdo en esto, será mejor que me hagas caso, que yo tengo la razón, ahora corramos —volvió a cogerme de la mano fuertemente y me obligo a caminar en sentido contrario—. ¡Déjame, Spencer! ¡Tenemos que irnos!
—No Titi, el plan de huida queda cancelado.
—¡No! ¡Por qué! ¡Ah! ¡Spencer, quería huir!
—Huiremos en otro momento, ahora debemos volver y afrontar a la vieja loca —murmuro en mi oído tratando de tranquilizarme.
A mitad de camino la directora nos dio el encuentro con el rostro amargamente fruncido, y con sus tacones chocando salvajemente contra el césped—. ¡Alumnos! ¡¿Qué significa esto?!
Nos miró con reproche y se dio la vuelta. La seguimos hasta entrar al colegio de nuevo, y volvió a cerrar el gran portón de fierro; murmuro algo de que la esperáramos fuera de dirección, que en escasos momentos volvería a buscarnos. Renuente a su mandato, me acerque a las sillas que estaban fuera de su despacho y me deje caer en ellas, claro con Spencer a mi lado.
—Todo va a salir bien, no creo que nos ponga un gran castigo —afirmo optimista.
Él siempre tan sonriente y yo siempre con mi cara de culo, éramos la pareja perfecta, eso era un hecho.
Sentí su mano sobre la mía, otra vez, pasaba su pulgar por mi palma, recorriendo cada línea de esta. Su tacto provocaba un hormigueo por donde tocaba, su mano no era muy grande, la mía no era muy pequeña, pero aun así, encajaban con precisión, como si hubieran sido hechas para estar en esa posición toda una eternidad.
Solo con pensar en eso mis mejillas se volvieron a encender en rojo brillante, provocando un brillo en mis ojos que nunca me había percatado que tenía, hasta que Spencer me lo comento: — ¿Sabías que tus ojos brillan cuando tus mejillas se sonrojan? Te hacen ver muy tierna.
—No hables —le resondre con un suave golpe en su mano y añadí en un susurro—, tú causas eso.
—Lo sé, y me gusta ser el único que provoca tu nerviosismo —le dio un leve apretón a mi nariz y sonrió de oreja a oreja. Antes de que pudiera contestarle, la directora salió de su despacho y lo llamo a pasar solo a él.
—No estoy nerviosa —afirmé antes que se metiera a dirección, él me contesto con una ladeada de cabeza, y desapareció detrás de la puerta.
Supe que mentía mucho antes de que esas tres palabras dejaran mi boca.
Estaba muy nerviosa, y no solo por la cercanía de Spencer, sino también por lo que estaba por pasarme. Una suspensión no iría bien en mi registro. Además que ya escuchaba la gritada que me darían mis padres, y eso, sin contar el castigo que me impondrían, ¿En qué mierda estaba pensando cuando intente hacer eso? En definitiva no estaba pensando, si no fuera porque Spencer me persuadió para no seguir con esto, la cosa hubiera sido peor.
—Psss —siseo alguien—. Psss —me di la vuelta buscando la procedencia del sonido y encontré a Rose sacando la cabeza ligeramente detrás de un basurero.
—¿Rose? ¿Qué haces ahí? —pregunte extrañada.
Se paró de su escondite. Se acomodó como debía esos pantalones a la cadera que era tan aficionada de usar, en lo personal me incomodaban mucho, así que prefería no usarlos; y se acercó como toda una dama a sentarse a mi lado—. He venido a salvarte —hizo una pose de heroína.
—Ajá —la miré mal—. Rose, cariño, tú no matas ni a una mosca —lleve una mano a su mejilla y la acaricie.
Me aparto de un manotazo—. Encima que vengo a rescatarte me tratas mal, ¡Ya no quiero nada! —se paró enfurruñada y se sentó tres asientos más lejos. Poniendo “distancia” entre nosotras.
Ay Rose.
—Está bien, súper heroína Rosita ¿Cómo me vas a ayudar? —arrugo la nariz al escuchar ese apodo.
—Está bien, superheroína Rosita ¿Cómo me vas a ayudar? —arrugo la nariz al escuchar ese apodo.
Rose no odiaba casi nada en este, casi nada, excepto el apodo de Rosita, le ponía de los nervios, y la verdad que no lo entendía, era un bonito apodo.
—¡No me digas así! Suena a una flor podrida.
—No suena a eso. Suena más a una rosa roja, y chiquita —me senté un asiento más cerca.
— ¡Ves! Por eso lo odio, Agh —negó asqueada.
—Bueno —me acerque otro asiento, me apoye en el brazo de la silla y la mire radiante —. ¿Cuál es tu gran plan?
—Verás —ahora ella se acercó un asiento y quedo a mi lado—. Le echaremos toda la culpa a Jeff, él tiene antecedentes, tú no. Además de la marcha, claro, y la pelea con Eliana; pero después de eso, tu registro está tan limpio como el mío.