La fiesta del horror (Parte 1)
— ¡Ahhh! —Su grito hizo que pegara un salto de repente—. Soy una porrista zombi, y me comeré todos tus sesos —hizo un sonido extraño y se me acerco directo al cuello.
—Los vampiros muerden cuellos, los zombis comen cerebros —le dije alejándola de mí.
—¡Es que yo soy una vampira zombi porrista! —exclamo volviéndose a acercar y yo la volví a apartar—. Que aburrida eres, Tati —frunció el ceño.
—Eso ya lo sabías, Rose —me encogí de hombros.
—¿De qué se supone que te has disfrazado? —me pregunto moviendo la cabeza hacia un lado e inclinándose para verme detenidamente.
—Soy un fantasma —le dije mostrándole la sábana blanca que tenía en la mano, aún no me la había puesto, todavía me faltaba cortarle dos agujeros para los ojos.
—¿¡Eso te pondrás!? —exclamo indignada.
—Si Rose, eso usaré, gracias por tu preocupación.
—No, nada de eso —se negó rápidamente—. ¡Señora Morgan! ¡Tatiana está cometiendo un crimen! —grito a todo volumen, entrando a mi casa y cerrando la puerta detrás de ella.
Mi mamá apareció de inmediato en la entrada de la sala, que colindaba directamente con la cocina, se paró frente a nosotras y puso una cara de preocupación.
—¿Qué paso Rose? ¿Qué hizo Tatiana ahora? —le preguntó.
—¿Por qué asumes que yo hice algo? —la mire con los brazos cruzados.
Las dos voltearon la cabeza de inmediato y me miraron significativamente. Bueno, esa había sido mi respuesta.
—Tatiana quiere usar esto para la fiesta de Halloween —me quito la sabana de la mano y se la entrego.
Mi mamá la tomo entre sus manos y la analizo con detenimiento.
—¿Esta no es la sábana que usamos para cubrir el sofá? —me pregunto directamente con una ceja enarcada.
Y yo solo pude emitir una risa nerviosa—. Puede que quizás si sea esa…
—Ay Tatiana, no puedes usar esto, es un crimen para las fiestas de Halloween. Ya te prestaré uno de mis tantos disfraces —afirmo, Rose al escucharla solo soltó un gritito ahogado y la siguió dando saltito hasta su habitación.
Renuente, las seguí por el pasillo hasta entrar al cuarto de mis padres que quedaba al final de este. Era una habitación bastante simple, una cama matrimonial en el centro junto con dos mesitas de noche, una repisa llena de libros y cuadros, y al lado un armario grande frente al tocador lleno de maquillaje y joyas de mi mamá.
—¡Wow! ¡Tiene más cosméticos que la vez pasada! —exclamo Rose acercándose al tocador y viendo los diferentes tonos rojos de pintalabios que tenía mi madre.
—Esos me los vendió tu mamá esta semana —le informo y esta sonrió. La mamá de Rose vendía productos de belleza Avon e iba casa por casa hablando con sus clientas y ofreciendo el maquillaje, esa era otra de las formas en la que conseguía chismes y rumores—. Cuando era más joven, un par de años antes de que nazcas, solía ir a muchas fiestas, en una de esas conocí a tu padre y…
—Ma, al punto.
—¡Ey!, yo si quería escuchar la historia —dijo Rose esperando con ansias que continuara.
—Pues yo no, ya la he escuchado mil veces, se conocieron en una fiesta, mi papá le derramo una cerveza encima, y se enamoraron a primera vista, y bla, bla
—Así no va. Yo lo odié por un buen tiempo, era muy arrogante y narcisista, pero con el tiempo, el amor inevitablemente surgió y nosotros…
—¡Ma! Al punto.
—Ah sí, decía que solía ir a fiestas de joven, y por eso tengo guardada una que otra prenda que te podría servir, mira —metió la mano a su armario y saco unas cosas blancas y con plumas falsas—. Son unas alitas de ángel.
—¿Y por qué tienes unas alas de ángel en tu armario? —pregunte extrañada.
Mi mamá enrojeció al instante y sonrió—. Ya te dije, hija, cuando era joven iba a muchas fiestas, eso es todo.
—Pero…
—Que eso es todo, Tatiana —me miro amenazante y volvió su vista a las alas—, si lo usas con… —Rose la interrumpió de inmediato.
—¡Yo sé! —exclamo y salió de la habitación de inmediato, escuche sus pasos corriendo en el piso de arriba.
Ay no, ya sé dónde se metió.
—A Rose sí que le emociona esto —comento con una risa.
Yo solo rodeé los ojos y respondí: —Así es ella. Aunque aún no me fio de la procedencia de ese elemento —señale esas cosas.
—Son lindas, y también te quedaría lindo.
—No me gusta —respondí con una mueca.
Solo fue cuestión de un par de segundos para volver a escuchar los pasos de Rose acercándose a toda velocidad. Se detuvo en el umbral sosteniendo un vestido blanco entre las manos y mostrándonoslo con una sonrisa plasmada en el rostro. Rose había subido a mi habitación y había sacado uno de mis vestidos más escondidos.
—No me pienso disfrazarme de ángel —les informé de inmediato.
—¡Dale Titi! —Rose me movió del brazo. Al escucharla llamarme por ese apelativo solo puede lanzarle una mirada amenazante.
—¡No me digas así! —le di un leve empujón.
—¿Titi? Nunca te había escuchado llamándola de esa forma —cuestiono mamá.
—Ah sí, se lo puso su no… —la interrumpí.
—Me lo puso un amigo y ya, no me digas así —la miré mal.
—Ajá, ahora es solo un amigo —me tiro un codazo.
—El mismo “amigo” que te hace sonrojar ¿Verdad? —mi mamá me lanzo una mirada pícara y yo me limite a negar rápidamente.