Yo miraba mi mano y no podía dejar de pensar en ese encuentro. Si, me parecía increíble lo que estaba sucediendo, ya quería volverlo a ver y decir mas que 2 o 3 frases tontas. Algunos compañeros se dieron cuenta de lo que pasó, unos sonrieron, otros guiñaron sus ojos y otros dieron pulgar arriba. Tenía su aprobación, me apoyarían y ni dirían nada.
Llegamos al Instituto y todo transcurrió entre lo que se llamaría normal. Sin embargo, en mi interior lo que ocurría no era normal, me sentía diferente, viva y a la expectativa.
El resto de semana transcurrió normal, no lo había vuelto a ver así que de la expectativa pase a la desilusión, a lo mejor se había olvidado de la niña tonta que había visto en un autobús y del cual había cruzado unas cuantas palabras, todo tenía que seguir igual, llevando una vida aburrida, monótona y sin sentido, tratando siempre de agradar a mis superiores, tratando siempre de hacer a otros feliz, viviendo siempre de las expectativas de otro, pero cuando iba a agradarme a mi misma, cuando iba a tomar el control de mi vida, cuando iba a dejar que los demás dejaran de dictar los pasos que debía seguir. Cuando?.
La semana siguiente tomé nuevamente el autobús, sentada en la misma silla y mirando por la ventanilla el mismo panorama. Cuando llegamos al Instituto, allí estaban los soldados de la semana anterior, lo que significaba que él se encontraba también allí, apresuré el paso y entré al salón, mis compañeros entraron momentos después y al encontrarme sentada en mi lugar dijeron a voz de grito:
-Ahí viene
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Editado: 14.08.2021