Él seguía así pegadito a mi lado, yo seguía comiendo mi chocolate para que se esfumara del todo el enojo y poder hablar civilizadamente.
-Que hago si te hieren? - le pregunté en voz bastante baja.
-No me van a herir - me respondió con su nariz pegada a mi cuello.
-No eres de hierro Teniente - le dije, mientras mi cuerpo experimentaba nuevas sensaciones.
-No, no lo soy, pero soy bueno en lo que hago - me respondió y está vez rozaba mi cuello con sus labios y besaba mi clavícula.
Lo miré y tenía esa expresión en su rostro que tanto adoraba y que hacía que quisiera comérmelo a besos. Acaricié su rostro con mi mano y le susurré:
-No quiero que te pase nada malo.
-Princesa, no malgastes tus preocupaciones en mi, estaré bien - me dijo mientras seguía besando mi cuello.
Las sensaciones de mi cuerpo seguía en aumento, sentía estremecimientos que subían desde mis pies hasta el centro de mi ser, de seguro que no quería estar en ese carro, quería sentirlo más cerca de mi.
-Cuando te vas? - le pregunté con aprehensión, si se iba quería estar con él todo el tiempo que pudiera, que se grabara en mi cerebro cada línea de su rostro, quería besarlo, abrazarlo, sentirme parte de él.
-En tres días - me respondió.
#14570 en Otros
#4273 en Relatos cortos
#4563 en Joven Adulto
amor militar, amor amistad romance adolesencia, amor dulzura
Editado: 14.08.2021