- Que yo sepa nunca hemos tocado este tema. Ahora, si esta cosa rara que llamamos relación seguirá tomando este camino prefiero que salgas de aquí y no vuelvas, quiero que la persona que esté a mi lado sepa darme la importancia que merezco.
-Que tratas de decirme? Acaso quieres terminar? Ya miraste a otro hombre? Respondeme Soliange - me dijo él.
Su rostro había cambiado totalmente con mis palabras, había entrecerrado los ojos, sus labios eran una fina línea y cuando me exigió que le respondiera estaba a menos de un palmo de distancia de mi.
Era típico de los hombres pensar que hay otro de por medio, cuando lo que yo trataba era de aclarar asuntos pendientes.
-Tu que crees? - le respondí yo.
Mala frase, me tomó por los brazos, me arrojó al sofá y se echó sobre mi; me besó con posesión, como si quisiera dejar su marca en mi.
-Eres mi mujer, me entiendes. Sólo mía - me lo decía entre cada duro beso.
Yo lo abrazaba y me dejaba hacer, verdaderamente me gustaba lo que estaba haciendo y pude darme cuenta cuales eran sus sentimientos hacia mi.
- Oh como si pudiera poner mis ojos en otro hombre que no seas tú - le dije, y mis palabras surtieron efecto, sus besos se tornaron suaves y sus manos me acariciaron con infinita ternura y yo anhelaba más.
Sus labios abandonaron mi boca y prestaban más atención a mi cuello.
Mis manos acariciaron su rostro, sus brazos, su espalda y cuando encontré los botones de la guerrera empecé a soltarlos, sin embargo, él ya se había adelantado y mi blusa ya se encontraba abierta y sus labios ya descendían hasta el nacimiento de mis pechos.
Sus manos? no parecía que tuviera dos sino cuatro, las sentía acariciando mis piernas, mis brazos o mi cintura pero cuando tocaron mis senos creí desfallecer. Nuestras respiraciones se aceleraban, metí mis manos por debajo de su camiseta, su piel era suave y definitivamente ardiente, cada músculo de su pecho totalmente definido, podía sentir completamente su excitación y eso también me excitaba a mi. Sentir todo esto era maravilloso, de mis labios escapaban suaves gemidos que lo alentaban a seguir. Cuando estábamos llegando al momento del frenesí de la pasión, sonó el timbre de la puerta.
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Editado: 14.08.2021