La chica de los rizos

Capítulo 2. Chica de los rizos

Sus miradas estuvieron conectadas por unos segundos, hasta que la profesora pidió su atención a la clase. Cada vez que ella volteaba a ver al lado lo descubría observándola, cosa que la ponía más nerviosa. Jamás en su vida había sentido la necesidad de querer que una clase finalizara, amaba estudiar, no por nada era la mejor estudiante de la carrera. 

Estaba escribiendo en su cuaderno los últimos apuntes, cuando la maestra indico que harían un trabajo en pareja y que ella los elegiría. Cuando escucho con quien le tocaría hacer el trabajo, no podía creerlo, no sabía si era el destino o la vida por no hacer este fin de semana el ritual a la madre tierra. Le había tocado con Cristian, la persona que no quería tener cerca de ella, ya que todo en él indicaba peligro. Al contrario de Susana, Cristian estaba feliz por haberle tocado, hacer juntos el trabajo, eso le daría la oportunidad de conocer más a la chica. Después que la maestra salió del aula, Cristian se acercó a Susana a pedirle el número para ponerse de acuerdo de cuando y donde realizarían el trabajo, luego de intercambiar número la chica salió a toda prisa del salón. 

Luego de recibir la última clase, Cristian salió junto con sus amigos de la universidad. Mientras tanto, Susana espero a su amiga en la cafetería. Katy llevo a Susana al pequeño restaurante de su mamá, ya que siempre después de salir le ayudaba con el negocio. Al llegar al local que se encontraba norte de la ciudad, se encontraron con Henry, quien también venía llegando en su motocicleta. 

― ¡Hola! ―saludo Katy sonriendo. 

―Hola ―respondió, al quitarse el casco de seguridad sus miradas se conectaron, esas que no necesitas hablar para expresar lo que sientes y anhelas. Dicen que cuando estás frente al amor de tu vida, el tiempo se detiene… y a veces las cosas que nunca esperas que pasen, suceden… Y es cierto que todo lo que nos rodea carece de importancia cuando nos encontramos frente a esa persona que nos emociona y nos hace sentir mariposas. 

― ¿Qué haces acá? No deberías estar en la universidad ―pregunto Susana interrumpiéndolos. ―Son únicamente dos clases las que me faltan para terminar la carrera y las voy a cursar por la mañana. Vendré al restaurante por la tarde y por la noche trabajaré en mi tesis ―explico acercándose más a ellas― el profesor me dejo hacerlo desde casa y que todo lo que fuera avanzando se lo enviara por correo ―aclaro apartando la mirada de Katy.

― ¡Qué bueno! ¡Me alegro por ti! ―exclamo alegre. 

― ¿Iras al baile? ―pregunto, en cambio, Katy emocionada. 

―Creo que no ―dijo en un susurro. 

― ¿Por qué? ―quiso saber la chica haciendo puchero con la boca. 

―Tengo muchas cosas que hacer, además no me gusta ese tipo de eventos ―dijo encogiéndose de hombros. 

Katy entrecerró los ojos y acerco a él, de modo que sus labios casi se rozaban. El chico paso saliva y su corazón se aceleró al sentir el roce de los únicos labios que había probado. En ese momento deseaba volver a sentirlos y deleitarse con un beso que sabía tan dulce como la miel. 

― ¿Y si yo te lo pidiera? ― inquirió mordiéndose el labio inferior. Henry sonrió y la tomo de las manos. Susana, al ver que la conversación había subido de nivel, decidió entrar al restaurante y darles la privacidad que los dos enamorados necesitaban. ―Sabes que a ti no te puedo negar nada ―expreso posando sus ojos en los de ella. Él se inclinó hacia ella y beso con suavidad aquellos labios rojos, ella cerró los ojos y se dejó llevar, y sintió que algo estallaba en su pecho. El beso fue corto, pero con amor y deseo. Al separarse, Katy se apoyó en el pecho del chico y dejo caer la cabeza sobre el hombro de Henry. 

―Quiero que vayamos juntos al baile ―pidió con ilusión, mientras con sus brazos rodeaba el cuerpo del chico. 

― ¡Está bien princesa! Pero no llevo traje, sabes que no me gusta usarlos ―aclaro dándole un beso en la frente. Katy sonrió emocionada, siempre conseguía lo que quería. El amor de Henry y Katy fue a primera vista y a pesar de que no pueden estar juntos, están conscientes de los sentimientos de cada uno. Katy sabía que todo lo que Henry hacía era para darle una mejor vida cuando al fin estuvieran juntos. Él le había demostrado su amor de mil maneras. 

―No importa lo que te pongas, siempre estás divino osito ―dijo relamiéndose los labios. Al escuchar el cumplido, Henry se ruborizó. 

― ¡Tú también princesa! ―susurro al oído― Paso por ti y me esperas en el lugar de siempre. Katy asintió. Ella vivía en una zona residencial, cerca del sitio había un parque muy bonito, ese era su punto de encuentro favorito. 

―Bueno princesa, tengo que trabajar, nos vemos luego ―dijo separándose de ella y dándole un casto beso en los labios. 

Henry entró al restaurante seguido de la chica, él a su puesto de trabajo y ella a su mesa preferida. Debes en cuando le gustaba llegar a probar la deliciosa pizza casera que preparaba la mamá de Susana y los deliciosos batidos de frutas. Mientras Katy esperaba por su pizza y su refresco favorito, Susana atendía las mesas con esmero. 

De un momento a otro entraron un grupo de chicos que se ubicaron en la mesa más grande del local que era para seis personas y que estaba contiguo a la ventana de cristal, desde donde se podía ver los transeúntes y los carros que circulaban por la vía, Teresa mando a una de las chicas a atenderlos, luego de tomar sus órdenes se fue a la cocina. Susana estaba en caja cuando su mamá le pidió que ayudara a la chica con las órdenes de la mesa cuatro que era donde se encontraban los chicos. Susana se puso el delantal y le ayudo a llevar los batidos. Llego hasta la mesa, saludo y luego empezó a poner los batidos. Ella no se había percatado que uno de los chicos que se encontraba en el grupo de amigo era con el que había chocado en la mañana en la universidad. Cristian de inmediato la vio y no dudo en hablarle. ― ¡Hola, chica de los rizos! ―saludo con una sonrisa sugestiva. Susana volteó a ver enseguida, abriendo los ojos como plato a verlo. Ella le dio una sonrisa apretada en respuesta y siguió en lo suyo. Su torpeza se hizo presente enseguida al tomar uno de los vasos, este se le deslizó de las manos sobre la bandeja derramando parte del líquido sobre el chico de ojos verdes. Se odió así misma por no tener autocontrol de sus emociones y parecer torpe ante los demás. 




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