La Chica de los Tatuajes

Capítulo 6

Narrador Omnisciente.

Cinco años atrás.

Summer vio al hombre frente ella entrelazar sus manos, la observaba tras unos lentes de contacto azules; ella sabía que detrás habia unos ojos negros.

Se removió, incomoda en aquel estrecho lugar. Se preguntó cuándo volvería a su hogar, quería ver a su hermano y darle una muy buena paliza. Se la merecía después de haberla humillado en medio de la clase.

El hombre no pareció notar el nerviosismo de la pelinegra, pues saco un cigarrillo de la chaquetilla y se dispuso a firmarlo; pero la joven golpeo su mano, haciendo que lo soltara.

—¿Aceptas o no? —Le preguntó de forma brusca la chica.

El hombre suspiró. Le dirigió una prolongada mirada a la joven que comenzaba a tatuar por completo su cuerpo; tenía los ojos de un azul atrayente, su cuerpo también lo era, y ni hablar de su forma de hablar, pero era demasiado inmadura como para meterla en sus trabajos. Era solo una pequeña de catorce años, que debería de estar en el colegio en este momento, jugando con sus amigas; pero ahí estaba, frente a él, dispuesta a alejarse de su familia y comenzar una nueva vida en un callejón sin salida.

—Si entras en esto, te buscarán y no se detendrán hasta asesinarte. —Murmuro él.

—No —Repuso la chica—. Lo intentarán, pero no lo lograrán. No pueden matar al diablo si ya está muerto.

Estaba convencida de que lo haría, entraría a esa mierda y dejaría atrás a la vida de niña pija que tanto quería su madre para ella.

Aun recordaba lo horrorizada que se encontraba su madre cuando vio sus tatuajes, inclusive se desmayó cuando la chica llego a casa con una ceja partida. Su madre no entendía que ella no quería formar parte del mundo de la alta élite, si no de aquello que ellos evitaban: el crimen.

Tal vez se debiera a que era una joven hormonal experimentando, pero estaba segura de jamás se sentiría ella en un mundo donde la imposición social y el machismo reinaban.

—Hay una condición— Después de pensarlo por unos minutos, él lo soltó.

—¿Cuál es, Rick?

—Quítale el trono a Elisa.

Una sonrisa ladeada se formó en el rostro de la chica, estaba lista para cerrar el trato.

Cuando sus manos estaban por unirse, un fuerte ruido hizo que ambos se pusieran alerta. Parecía que afuera alguien estuviese pegándole a otra persona.

Minutos después, la puerta se abrió. Y la peor pesadilla de Summer cruzo el umbral.

—Hola, hermana.

♠♠♠

Actualidad

A pesar de que la isla de Mimesica no era exactamente grande, Summer no habia vuelto a toparse con George en todo el mes.

Habia algo que le preocupaba, pues tenía la creencia que siempre después de la calma, viene una gran tormenta. Y temía porque no fuera tan fuerte como creyó.

La chica se habia mantenido aislada, con el fin de recuperarse a ella misma, su personalidad desafiante y sociópata. Pero al estar rodeada por Juliane y Amelí, las cosas se habían puesto difíciles, pues las chicas eran como una droga rebosante de alegría.

Se habia encontrado a ella misma preguntándose, porque no tomo otra decisión cuando joven, si ella no hubiese estado tan hambrienta de atención, podría haber notado todo lo que conllevaba esa vida.

Pero bien que se lo tenía merecido, debería de haberle hecho frente a su madre y olvidarse de sus locas ideas.

Era tarde para arrepentirse, mas no podía no atormentarse por sus decisiones.

Tan metida como estaba en sus pensamientos, no noto que alguien la observaba.

Robert no podía creer lo que veía. Estaba seguro de que era ella, al parecer George no estaba loco como pensó en un principio.

La chica que veía ahora no era la misma de hacía tres años, estaba más delgada, tenía unas ojeras pronunciadas y no dejaba de mirar, con una expresión desconfiada, hacia el gran ventanal de bar.

Amelí se acercó a él con una sonrisa nerviosa, para nadie era sorpresivo el que la rubia estuviese enamorada de Robert. Cuando se detuvo junta a él para tomar su orden, siguió el camino se su mirada. Vio a Huguette fruncirle el ceño a un niño que le hablaba.

Quiso reír, pero no le pareció oportuno, se alegraba de que su amiga estuviese hambriento el caparazón donde se habia metido, aunque el proceso iba siendo lento, pero algo era algo.

—¿Qué deseas ordenar? —Le preguntó al chico. Él, que no habia notado su presencia pro observar a cierta persona, se sobresaltó al escucharla tan cerca.

—Un té de canela, por favor. —Respondió sin apartar sus ojos verdes de los celestes de la joven.

—Por supuesto.

—¿Cuál es su nombre? —Amelí no entendió a la primera la pregunta que Robert habia hecho, le vasto mirarle una vez para saber de quien se trataba.

—Huguette, es nueva por aquí, no creo que la conozcas. —Respondió, las palabras se atropellaron cuando las soltó de manera rápida.

—Te sorprenderías. —Murmuro el chico, dando por finalizada la conversación. No despegó sus ojos de la pelinegra, aun cuando la rubia frente a él parecía hacerle ojito.




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