La Chica De Un Zimmerman (zimmey libro 2)

—5–

Las caricias de Paul eran suaves y muy delicadas, ¿O le sentía así porque deseaba estar entre sus brazos? Sus besos eran profundos, cálidos, todos llenado de amor, no hacía falta nada más, deseo amarlo por una eternidad. Podía disfrutar de sus manos recorrer mi cuerpo mientras me despojaba de mi ropa, en tanto, aprovechaba para dejar suaves besos sobre mi piel.

—Te amo tanto —me susurró dulcemente en el oído.

—Yo te amo mucho más. —Respondí con la respiración agitada. Sólo de una cosa podía estar plenamente consciente, quería más... Mucho más.

Ya la sabíamos, el amor rondaba por la habitación, era el dueño total de los hechos. Me apresuré a deshacerme de su camisa, dejando a mi entera disposición su pecho, teniéndole ahí, de algún lado saqué la osadía para pasar mi lengua por el mismo, ¿Se puede jugar con el autocontrol en esas instancias? Comprobé que no. Mientras se deshacía de lo que quedaba de su ropa, lo miré como dulzura y deleite, sabe las cosas que provoca en mí.

Todo era desnudez, unido a la candidez de ambos cuerpo. Necesitaba mucho de él, quería tanto como fuera posible, me acariciaba sobre la cama, dejando muestras de que tan caballeroso se puede ser sobre la misma. Nos sentíamos, nos besamos, era la amalgama perfecta de dos almas necesitadas entre sí. Entregándonos con pasión como no lo había hecho nunca. Fue delicado al entrar, suave en su tacto, sus labios en los míos eran el acompañamiento ideal para el momento, mordía mi labio con suavidad, mientras nos movimos entre las sábanas, sentía un pequeño escozor algo molesto, pero no era nada comparado con la entrega que estaba dispuesta a dar; éramos dos, exteriorizando todo el amor que sentíamos. Él se movía en mi interior con un poco más de intensidad, el placer de hacía mayor, deslizaba sus labios sobre mí recorriendo recorriendo mi cuello, sentía sus dientes rozar levemente mi mandíbula, mientras uno que otro gemido se escapaba. La sensación de placer sólo podía ir en aumento, los jadeos quedaban atrapados entre besos.

—Ah —gemí una vez más. Sabiendo que había dejado de ser dueña de mí hace mucho.

Gruñiamos.
Disfrutábamos.
Éramos uno solo.
Le besaba con fervor y ansias, solo podía querer más del hombre que sin saberlo me había devuelto la vida, me sonreía con afecto, juntaba nuestras narices, podía ver claramente el deseo en sus ojos. Sentía como algo se iba formando en mí, hasta llegar a la liberación, para entonces, ya habíamos sudado lo mismo que en una maratón. Complacida y feliz.

Para cuando salió del cuarto de baño tras darse una ducha, mis ojos estaban muy pesados, pero quería esperarle, estaba necesitada de su calor.

—A dormir. —Murmuró dejándose caer del otro lado. —Ven aquí.

Su brazos estaban abiertos para mí. Justo lo que quería, su cercanía, no dudé en acercarme. Mi cabeza estaba sobre su pecho, nuestras piernas enredadas, mientras recibía pequeñas caricias en mi espalda, su tacto era muy familiar, le había estado añorando.

— ¿Te siente bien? —Le escuché preguntar, se preocupaba por mí.

—Ujum —sonreí dejando un suave beso sobre su pecho. No estaba para más, el sueño era dueño de mí.

—Debe estar muy cansada, por el viaje... Claro. —Alcancé a reír, sentí su beso en mi cabello.

Estaba llena de paz, mis ojos se cerraron.

***

Abro los ojos, estoy agitada. Levanto la vista para cerciorarme de que no ha sido un sueño, no he sido víctima de la imaginación. ¡Es real! Duerme plácidamente con su brazo rodeando mi cintura, lo muevo con suavidad para no despertarle. Me deslizo por la cama con lentitud hasta llegar al suelo, busco mi bata a un lado de la cama para ponérmela, necesito salir.

Camino por los pasillos disfrutando del lugar, uno que otro ventanal me permite observar con atención el hermoso panorama que el horizonte ofrece. Está empezando a clarear, deben ser un poco más de entradas las cinco, no hay reloj para cerciorarme de ello.

—Harás rodar a tu madre, cariño. —Susurro. Me estómago está como si no hubiese cenado. Acaricio mi vientre sobre la bata, todavía no me puedo creer que esté conmigo.

Bajo por las escaleras, ésta casa es tan enorme que espero poder regresar a la habitación sin perderme. Entro a la cocina, que aún está a oscuras.

— ¿Necesita algo? —Llevo mi mano al pecho por la impresión. ¡Santa mierda! —Lo siento, no quería asustarle.

—Tranquila, no pasa nada. —El lugar se ilumina y puedo ver a la culpable de que casi para en este lugar. Es morena, puede que tenga unos cuantos años más que mi madre.

—Soy Lucía, el ama de llaves. Aunque siendo sincera, le trabajo al viento. —Comenta con un poco de gracia en la voz. —La familia viene muy pocas veces, una o dos veces por año.

—Me imagino. —Busco con la mirada algo para comer, de pronto me siento avergonzada.

— ¿Quiere desayunar ahora? Puedo prepararle unos huevitos con tocino
—La sola idea me parece terrible. —Ya vi que no.

—He venido por algo de comer, pero no deseo desayunar aún, es sólo un... —Ni siquiera sé cómo describirlo.

—Las típicas ganitas de picar en horas no adecuadas. Muchacha, no te preocupes, es normal en tu estado. — ¿Dijo mi estado? La miro con la ceja en alto, ¡Eh! —El joven Paul es un loquillo, ayer ha bajado por un poco de jugo recién exprimido, si, se lo he preparado en ese instante. Le vi durante estos días tan triste y falto de alma que ayer me ha puesto los pies de cabeza, de pronto pidió una cena decente y luego con su voz tan alemana me dijo: ¿Sabes? voy a ser papá. Pensé que estaba de broma como siempre, pero su felicidad me comprobó que una en serio. ¿Cuál es su nombre? Discúlpeme el atrevimiento.

—Ay, no, lo siento. Lo siento, me has dicho tú nombre y yo no dije nada. Soy Phoebe, y agradecería que me llamaras por mi nombre, estoy cansada del señorita.

—Bien, Phoebe. Hay que darle alimento a ese muchachito que despertó a su madre, ¿Te apetece un poco de Colacao?



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En el texto hay: pareja, romance, amor

Editado: 29.08.2020

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