Mis padres eran separados, como todos los hogares en la actualidad, antes eran una familia feliz, pero con el tiempo vinieron los problemas, mi padre engaño a mi madre, tan típico como predecible, me tocó ver sus peleas. Comenzaban a gritos hasta que mi padre pegaba a mi madre, una muestra de lo machista que era ese hombre, un troglodita que pensaba que una infidelidad era lo que todo hombre “debía” hacer para mostrar su hombría, mi madre simplemente pensaba que mi padre tenía razón en todo.
Un día mis padres estaban discutiendo muy fuertemente al lado de la habitación en la que me encontraba, en un momento los gritos pararon y yo fui a curiosear a ver qué había pasado.
Cuando entré a la habitación vi a mi madre llorando tirada en el suelo, ahora que lo pienso, no puedo creer como esa mujer se rebajaba por unas simples migajas, ese hombre no valía sus lágrimas. Mi padre se encontraba haciendo sus maletas y mi madre al verme, me dio una mirada llena de amargura, como si fuera mi culpa, que ella no pudiera ser feliz.
Mi padre se encamino hacia donde me encontraba con dos maletas a la mano, se agachó me dio un beso en la frente y se dirigió hacia la puerta principal, y como si nada salió sin importarle nada más que él, sigo recordando su egoísmo, el ultimo regalo que me dio. Ese fue el regalo que recibí en mi cumpleaños numero ocho.
Mi madre se iba de fiesta todos los días, llegaba ebria con un hombre nuevo cada día, no existía en esa casa, ella no me miraba y yo la ignoraba, al final ni siquiera pagaba mis cosas, era un simple fantasma a sus ojos y uno muy molesto.
Me toco dejar la escuela cuando tenía diez años, comencé a buscar trabajo pero en realidad nadie contrataría a una niña, me junte con mala gente y en conclusión termine trabajando como “camello”, esto era normal en mi mundo, en las calles de las comunas de Medellín habían cientos de niños huérfanos como yo.
Mi padre ya tenía una linda familia, me olvido completamente y mi madre con un nuevo novio cada mes, le era indiferente.
Paso un tiempo, comencé a tener un poco más de dinero, alquile un cuarto pequeño en una residencia, me sentía feliz con tener eso, porque las calles heladas eran mucho peor, me sentía en el cielo, pero no imagine lo que se vendría… nunca pensé que eso pasaría.