Me encontraba enganchado a "Orgullo y Prejuicio". Nunca pensé que el libro me atraparía incluso más de lo que me atrapó la película o que las maravillas que había oído decir del clásico pudieran no hacerle justicia en lo absoluto.
Y el simple hecho de imaginarme a la chica de la coleta torcida —que ahora sé que se llama Adara gracias a la simpática bibliotecaria, la cual espero tenga una vida plena y satisfactoria por el gran servicio hecho a mi persona— leyendo esas mismas páginas hace que me emocione y quiera leer aún más, ahondar en las lagunas de su mente y vivir la misma historia que ella vivió leyendo esas maravillosas (y un tanto desgastadas) páginas.
A diferencia de la mayoría de los lectores que conozco (que no son muchos ya que mi círculo más cercano desconoce lo que es leer y no han abierto un libro en su vida) su obra no tiene ni una sola marca en el interior: ninguna frase subraya, ningún apunte en lápiz con sus frases favoritas o con cosas que la hayan impactado… Nada de nada. Tan solo hay algunas notas adhesivas moradas, iguales que la que había dejado encima del libro el día que la bibliotecaria me lo dio, colocados estratégicamente en las páginas deseadas con frases o escenas de importancia de la novela (y que no me aportaban demasiada información de su personalidad o gustos a la hora de la lectura).
Durante toda la semana la busqué con la mirada en los pasillos e incluso en el receso para agradecerle su acto de amabilidad y confianza —y para hablar con ella, a quien quiero engañar—, pero no conseguí hacerme con ella. Era como si estuviera desaparecida o, simplemente, no quisiera destacar por nada del mundo ante el resto de los alumnos para no ser encontrada.
A mi favor tenía el hecho de que ahora contaba con más información de ella que nunca —su nombre, que tampoco es que fuera la gran cosa— y eso me abrió puertas a la hora de averiguar sobre ella.
Estas son algunas de las cosas que he podido averiguar a través de preguntas (como un completo stalker) y con lo que he ido descubriendo personalmente:
No es demasiado, pero tengo intención de ir averiguando más cosas con el tiempo.
Camino por los pasillos de camino a la clase de Matemáticas. Los Lunes nos tenemos que quedar una hora más en clases por temas de estudios y horarios, así que la clase de Matemáticas es la última de la hora extra de hoy y aunque la comparto con algunos conocidos, camino solo por el corredor solo enfocado en mi libro.
Tan solo me quedan algunas páginas para terminar y llegar al esperado final.
Aún recuerdo la cara de Dan al verme leer el libro mientras esperábamos a la profesora en clase inglés:
—¿Estás leyendo?
—¿Tan sorprendente es? —respondí yo, casi ofendido por su pregunta.
—No, no… —negó él rápidamente, pero de repente pareció arrepentirse de su respuesta—. O bueno, sí. ¿A qué se debe este milagro?
—Para tu información, yo leo y leo mucho. —Su cara mostró una mueca graciosa y yo intenté mantener la compostura—. Y estoy leyendo porqué me han regalado el libro.
—¿Quién?
—Una amiga. —respondí yo dudoso.
Pensándolo bien, no tenía muy claro si podía considerar a Adara mi amiga. Apenas habíamos hablado, no la conocía de casi nada y lo poco que sabía de ella lo había averiguado como todo un stalker preguntando a algunas personas del club.
—Pues cuidadito, que de la amiga a la folla-amiga solo hay una follada de distancia. —rió él mientras me pegaba en el hombro.
No podía estar más equivocado.
Si conociera a Adara en lo absoluto sabría que no es de la clase de chicas con las que él —o incluso yo— suele juntarse, que es diferente, tirando a especial. O bueno, eso deduzco yo.
Oigo unos susurros en el baño de hombres y aunque al principio no les doy importancia, distingo un nombre que capta por completo mi atención:
—Adara, no te hagas la dura nena. —Una voz masculina pronuncia las palabras, mezclando el tono autoritario con el seductor y haciendo que mi estomago se revuelva.
Pero, ¿qué cojones…?
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Editado: 19.12.2019