La Chica Nueva

CAPÍTULO 3

Me desperté de un salto cuando oí golpes en la puerta. Era Sam. Al parecer, hice caso omiso al despertador y ahora estaba atrasada. Me vestí lo más rápido que pude y adorné mi cabello solo con un cintillo.

Tomé mi mochila y bajé al encuentro con mis hermanos y mi madre. Ella solía estar mucho en la casa; tenía un trabajo "híbrido", como le llaman ahora, por lo que no era necesaria siempre en su oficina. En cambio, mi padre debía viajar mucho y lo veíamos cada dos meses, aunque se quedaba por varios días. Ellos no estaban juntos, pero tenían una muy buena relación de ex-maridos y como padres. Eso hacía que fuera agradable compartir juntos algunas celebraciones.

Apenas terminé mi desayuno, lavé mi tazón y me alisté para salir. Sam ya estaba lista hacía rato, y Fede, como siempre, le pedía permiso a un pie para mover el otro.

¡Llegamos sin retraso, menos mal! Me despedí de mamá y bajé antes que Sam y Fede. Caminé en dirección a mi salón. Allí ya estaban algunos estudiantes. Divisé a mi compañero Joaquín y a Marion. Y, a lo lejos, a Ruth, que estaba acompañada de un chico no muy alto, de piel morena, cabello negro y ojos castaños. Estaban abrazados, por lo que supuse que él debía ser el "popular" Justin.

Me senté en mi lugar y saludé a mis compañeros más cercanos. Oí que hablaban de la fiesta de Justin; al parecer, tenía fama de dar las mejores del lugar. Poco a poco fueron llegando los demás estudiantes y la maestra. Luego de ordenar sus libros y bolso, miró al final de la sala y su cara se descompuso.

—¿Usted nuevamente aquí, señor Miller? —dijo, resoplando y refiriéndose a Justin.

Él solo se limitó a despedirse de Ruth con un fuerte beso en los labios y se marchó. Al parecer, no era muy querido por la señorita Hoyt, la maestra de matemáticas.

Por fin sonó el timbre de inicio de la clase. Ya estaban casi todos los estudiantes en sus lugares, así que la señorita Hoyt comenzó entregando unas guías y pidiendo que realizáramos la actividad individualmente, ya que sería con nota.

Por lo tanto, me dediqué a hacer mi trabajo en silencio durante la clase. Como terminé rápido, lo entregué a la maestra, y ella me dejó usar el rato libre en lo que quisiera. Me entusiasmé con leer, pero recordé que mi libro estaba en mi casa, así que me dirigí a la biblioteca de la escuela.

Como era horario de clases, estaba muy sola. Era una sala grande, con varios estantes coloridos, algunos computadores, mesas de trabajo y unos sofás muy cómodos para leer. Así que traté de buscar algún libro de mi interés y di con Como agua para chocolate, de Laura Esquivel. ¡Uno de mis libros favoritos!

Me acomodé en el sofá y me dispuse a leer. Llevaba un buen rato allí, cuando, de reojo, vi a alguien entrar.

*****

Charlotte no buscaba a nadie. Solo un libro, un momento de paz, y un espacio lejos del bullicio del colegio.
Pero el destino tiene la costumbre de aparecer cuando menos lo esperas... incluso en una biblioteca casi vacía, con olor a papel y café de máquina.

Una historia puede empezar en cualquier parte, incluso entre páginas prestadas y miradas furtivas.

¿Quién entró? Tal vez alguien que, sin saberlo, venía a abrir un capítulo distinto en la vida de Charlotte.

Nos leemos en el próximo... y ojalá vengas con el corazón preparado 💛

Con cariño, Mel.




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