Josh.
La chica que conocí hace dos semanas en aquel hospital del demonio, que me hacía sentir que mi vida no podía ser peor...
Julie.
1 mes desde que vi a aquella chica por primera vez; y dos semanas desde que empezamos a hablar.
No había salido de mi cabeza desde el momento en que nuestras miradas se cruzaron, por primera vez.
Destino o azar. La vida se había encargado de juntarnos en una situación, complicada, y parecia un verdadero reto.
Pero, tenía la certeza de que tanto ella como yo nos podríamos ayudar mutuamente. Ella se ganó un pedazo de mi corazón en cuánto cruzamos unas cuántas palabras.
Hay algo en ella que me atrae en todos los sentidos. No se como ni porque, porque no me siento así por cualquier chica.
Es extraño.
A penas la conozco, pero cada vez que estoy cerca de ella se me acelera el pulso y la respiración va demasiado rápido.
Años atrás he tenido que luchar por no rendirme. El hecho de no poder caminar me ha llevado a hacer locuras, a tener pensamientos muy negativos, no quería seguir viviendo si no podía hacer lo que me gustaba.
Quería renunciar a todo.
Pero, todo cambió cuándo cambié el chip. Me costó muchas terapias con mi psicóloga Martha Swam; en las que hablaba de como me sentía, y todo lo que había perdido a causa de un mal golpe al caerme en aquella pista de baloncesto.
Los primeros meses fueron los más duros.
Con el tiempo me di cuenta de que si yo no luchaba por recuperarme, nadie lo haría por mí.
Comencé a comer, y a hidratarme más seguido, los médicos me recomendaron ir a rehabilitación.
Estuve un año y medio yendo, e hice muchos amigos que estaban en mi misma circunstancia.
Algunos incluso en peores circunstancias.
Tuve tiempo de aprender a no quejarme demasiado, y ver que había gente en situaciones similares a la mía o peores, como aquellos que tenían parálisis en todo el cuerpo, de arriba para abajo.
Eso sí que debía ser duro. Lo que me impedía tener la pierna rota era que hacía mucho tiempo que no caminaba. A veces se me llegaba a dormir el pie.
Con el tiempo fui cambiando mis ideologías y mi forma de ver la vida.
Me di cuenta de que debía agradecer a Dios hecho de que estaba vivo, de que alguna vez en la vida todo el mundo pasa por algo parecido, sea de cerca o de lejos.
Y que todo acabaría pasando. Porque estas cosas aunque duren más tiempo de lo previsto, de alguna manera u otra acaban solucionandose.
[...]
Hace unos días estaba en la décima sesión con un grupo de personas que tenían que hacer rehabilitación.
Más que un profesor, soy un apoyo moral para que vean que van a salir de esa situación y que hay cosas peores.
Estuvimos con estiramientos de la articulación de las piernas, la tenían que levantar con cuidado y despacio, para no lastimarse.
Cuándo de pronto, un ruido me distrajo de mis pensamientos.
Era Julie. Estaba apoyada al pomo de la puerta.
Alce una ceja y sonreí burlón.
Pero, en el momento en el que me iba a acercar a la puerta, ella cayó de espaldas al suelo. Por suerte, su cabeza no impactó contra el suelo, pero, la pobre debió estar fatal.
La traté de ayudar como pude, pero, no lo lograba. Algunos médicos ayudaron a levantarla y la regañaron por no estar en reposo.
Ella pidió una disculpa.
Estuvimos haciendo bromas, y después le hablé sobre el motivo de que me fui del ascensor sin despedirme. Por la rehabilitación, y ella me estuvo comentando que le gustaría asistir.
Le dije que le preguntase a su médico de cabecera y que si todo estaba bien, que pasara algún día.
[...]
Estaba dando un paseo por todo el hospital, con cuidado de no atropellar a nadie con mi silla de ruedas. Fui a la máquina de agua, cogí un vaso y me serví.
Escuche una voz llamarme.
—¡Josh!—dijo una voz femenina. Me volteé y cuándo vi de quien se trataba mi corazón dio un vuelco. Era la mismísima Julie.
—Julie, ¿qué haces por aquí?—la salude.
—Pues nada, que me encantan los hospitales últimamente. —dijo rodando los ojos, supuse que bromeaba. Y me reí.
—Te levantaste muy bromista.—dije alzando una ceja. —Me hace gracia, todas las veces que nos encontramos es el hospital. Entiendo que nos hemos conocido aquí, pero ¿dónde te escondes? —le pregunte frunciendo el ceño. Julie me miró extrañada y se cruzó de brazos.
—Pues en Narnia, donde si no.—dijo como si fuera lo más evidente del mundo.
Me gusto que dijera lo de Narnia. Esta chica sí que parece sacada de ese lugar, es muy peculiar y me gusta.
Últimamente hasta la noto más espontánea.
—Podía haber sido en Hogwarts.
Ella me mira seria y dice.
—Hogwarts no existe.
Pongo los ojos en blanco. No ha dicho eso. Díganme que ella no ha dicho eso.
—Retira eso.
—Es la verdad.
Trago saliva y cojo una de mis muletas para levantarme de la silla de ruedas.
—Bueno, pues Narnia tampoco.
—¿Disculpa? ¿No crees en Narnia? Yo vivo allí.
—Y yo soy uno de los magos más poderosos de Hogwarts, no te digo—le saco la lengua y ladeo la cabeza para reírme leve.
—Está bien. Dejémoslo en que ambas existen. —exclama ella rindiéndose y ofreciéndome otra sonrisa. Es una chica risueña, bromista y simpática.
Me pregunto si tendrá novio. Desde luego estoy más que convencido de que debe haber muchos chicos haciendo cola por tener una cita con Julie. Ella aparenta estar bien, por fuera, pero sé que por dentro se siente dolida por no poder estar cumpliendo su sueño de ser bailarina. Lo deduje cuándo me contó que se lesionó bailando, no pensé que algo tan grave podría suceder bailando. Pero, así es. Un mal movimiento, pude hacerte pasar factura.
—Bueno, venía para decirte que mi doctora me deja que venir a la rehabilitación avanzada, por lo tanto nos veremos más seguido. Y ya no tendrás que seguirme—dice sonriendo.
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Editado: 17.04.2021