La chica virgen #1

15

Idiota

Mi despertador sonó a eso de las 6:30 de la mañana y sin voluntad de levantarme de mis aposentos lo apagué pensando en dormir cinco minutos más pero el hecho de recordar que tenía un examen a el primer bloque me prohibió hacerlo, mis ojos aún no podían abrirse y mi boca se sentía pastosa, una especie de revoltijo me dio dolor de estómago. No podía comer nada hasta que pasara al menos media hora por lo tanto decidí tomarme una ducha. Para hacer tiempo y para despertarme, aunque siempre me bañaba con agua tibia y terminaba con mas sueño que antes. Me obligué a tomar las mantas que apresaban mi cuerpo y retirarlas, el frío golpeó mis piernas desnudas. Había elegido una mala noche para usar mi camisón. Con cara de sufrimiento me levanté y con los pies congelados fui corriendo hasta el baño, la noche anterior también había dejado mis pantuflas en ese lugar, amaba el frío pero odiaba las mañanas frías en las que tenía que salir a enfrentar al mundo.

También detestaba el Instituto.

Vi mi reflejo en el espejo de cuerpo completo y casi me asusté al ver el nido de pájaros que parecía tener sobre mi cabeza, mi cabello podía ser muy lacio pero cuando tenía arranques de locura nadie podía calmarlo. Mi rostro se encontraba fruncido y la mala vibra brotaba de mi ser.

Odiaba las mañanas. En serio las detestaba.

 

—¿Mamá? —pregunté en voz alta entrando a la cocina mientras cepillaba mi cabello con dificultad.

Le había hablado a la nada, porque la cocina estaba completamente vacía. Suspiré en resignación al darme cuenta de que mamá ya no estaba en casa y caminé hasta la nevera para tomar un yogurt con cereales. En eso iba a consistir mi gran desayuno.

Me senté en la barra y comencé a comer sola con mi soledad, se oía únicamente el crujir de mis cereales al ser aplastados y destrozados por mis dientes. Comencé a pensar en si los demás podrían escuchar ese sonido tan fuerte como yo lo sentía. A veces cuando veía películas comenzaba a masticar las cosas con mas lentitud para que nadie se quejara del estruendo. Así continuó mi desayuno express y terminó de la misma manera, al tirar el embase descartable de mi yogurt a la basura tomé una servilleta y me limpié el rostro podía ser muy desastrosa al comer.

Corrí escaleras arriba maldiciendo el haber dejado mi mochila en mi habitación y en la mitad de ellas me encontré con un muy despeinado y malhumorado Brandon. Su uniforme escolar estaba hecho un desastre, arrugado, mal puesto y su corbata no estaba anudada.

—Becky ¿Me llevas? —dijo mirándome suplicante—Mamá y papá no están y Brook duerme, por favor, por favor, por favor —continuó mientras juntaba sus manos como si estuviera rezando y me miró con ojos de cachorrito. Él al igual que Brook era rubio, solo que con ojos café como los míos pero había heredado el mismo toque de ternura que tenía ella.

—Bien —respondí secamente luego de unos minutos de silencio y él sonrió triunfante, maldito bastardo manipulador—, espera a que tome mis cosas, ve al garaje y ábrelo así no tengo que sufrir con esas puertas del demonio.

Pasé por su lado siguiendo mi camino sin darle otra mirada.

 

—Te dije que bajes los pies del asiento Brandon ¿Es que estas sordo, idiota? —me queje por enésima vez en lo que iba el viaje, acelere un poco mas para aliviar un poco mi enojo.

—Cállate —respondió molesto, pegando sus pies tan fuerte que el cuero del asiento comenzó a rechinar.

—Niño insolente —ascullé entre dientes comenzando a bajar la velocidad para estacionar, estábamos lo suficientemente lejos como para que no pudiera volver a casa y si decidía seguir su camino llegara sudado cuan cerdito por el sol mañanero que se alzaba en el cielo totalmente despejado—Bájate —dije firmentente, sin mirarlo. Mi mandíbula estaba tan apretada que dolía. Sabía lo mal que se había portado y cuando notó que no andaba de broma abrió la puetta y salió sin decir una palabra, pero al cerrar la puerta lo hizo de una forma brusca y desconsiderada, obligándome a girar mi cabeza y lanzarle una mirada venenosa.

—Le diré a mamá —dijo con superioridad acomodándose su mochila en el hombro.

—Tú le dices esto a mamá y yo le cuento que fuiste tú el que le saco el freno de mano al auto de la señora Rudd porque no te quiso dar pastel de manzana el otro día —La señora Rudd o simplemente Maggie, era una dulce viejita amiga de nuestros padres que tenía una panadería en el centro, siempre que nos veía nos atiborraba de comida sin preguntarnos si queríamos y no nos dejaba pagar ni un centavo, pero un día ella había hecho un pastel de manzana que se veía delicioso y Brandon quería de ese pastel a pesar de que ella dijo que estaba reservada para el cumpleaños de una niña. Como todo un caprichoso niño de mamá él se enfadó muchísimo y no aceptó ningún otro dulce. Para colmo la niña y sus padres, que habían reservado el pastel, llegaron en ese momento para retirarlo y Brandon dijo que esa niña iba a su clase y que era una idiota. Se lo dijo a ella, cara a cara y se sintió muy mal ver a una niña tan linda soltar lágrimas. No contento sólo con el sufrimiento de su compañera le sacó el freno de manos al auto de Maggie cuando tuvo oportunidad y aún estaba en el taller. Ese niño era siniestro y no podía esperar para ver cómo lo castigaban por todas las cosas que hacía, pero por ahora prefería tener ases bajo la manga.

No esperé mas para ver su reacción o para escuchar su contestación pero sabía que no iba a decirle nada a mamá. Ella lo castigaría por toda su vida si se enterara de aquella maldad injustificada.

 




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