La ciencia del peligro

Capitulo 1

Verónica

No sé cómo definir este día , no se si decir que es bueno o malo; tampoco sé como sentirme, ¿será que me siento feliz? o ¿me voy por el camino de la tristeza? Me pregunto desde que supe que esta fecha llegaría.

-Aquí está su vestido señorita.- María interrumpió mis pensamientos.

-Gracias María, déjalo en mi cama.- Ordene casi sin aliento.

-Señorita, ¿está bien?

-No sé,- lágrimas se asomaron a mis ojos amenazando salir de allí. - María, ¿cómo me debería sentir?

-Señorita nunca he vivido algo tan duro como lo que le está pasando a usted, no sabría cómo aconsejarla.

-Tranquila, no se preocupe.- Dure un rato en contestar.

-Señorita, voy a dejarla para que se vista, luego pase al cuarto del fondo para que la maquillen.

Mi dama de compañía dio la vuelta y se disponía a abrir la puerta...

-María.

-Sí...

-¿A qué horas es el sepelio?

-El entierro es a las diez y media.

-Ah... ¿Y la coronación?

-A las tres.

-Gracias María, puedes retirarte.

Es increíble, el mismo día que entierran a mis padres coronan a mi hermana. Mis padres murieron hace dos días en un accidente automovilístico, desde ese momento el mundo para mis hermanas y para mí dio un giro de ciento ochenta grados, y ni hablar del país ya que este se enloqueció; los reporteros desde hace dos días están fuera del palacio tratando de que digamos como nos sentimos, pero... ¿No es obvio? Obviamente nos sentimos del demonio, las tres tenemos unas ojeras horribles, además los ojos hinchados de tanto llorar.

En este momento estoy poniéndome el vestido para el sepelio, es un vestido un poco más arriba de las rodillas con un escote en v.

-Señorita, ¿ya terminó de vestirse?- Preguntó María interrumpiendo mis pensamientos por segunda vez en el día.

-Sí, ya en un momento salgo.

Termine de subirme la cremallera del vestido, me mire al espejo y lo primero que note fueron mis horripilantes ojos hinchados.

-Estoy horrible- digo a lo bajo.

-¡Verónica! ¿Ya estás lista?- Gritó mi dama de compañia.

-Ya María, ya.

Salí de mi habitación y me dirigí al cuarto del fondo, donde me encontré con mis diseñadoras personales.

Verónica, te estabas demorando.

-¿Ustedes creen que pueden arreglar esto? - señale con el índice mi cara.

-Vero, estás del demonio.

-¡Karen!

-Le gritó Teresa a Karen para decirle que se callara.

-Tranquila Teresa, yo sé cómo me veo.

-Vero, ven, siéntate aquí debemos ver cómo vamos arreglar eso.- Dijo Karen señalando mi cara.

Me senté en el taburete del tocador y Karen con Teresa empezaron a realizar su magia en mi rostro; aproximadamente en cuarenta minutos ya estaba maquillada y arreglada además ya estaba peinada, al menos me veía decente.

-Listo, acabamos linda

Anuncio Karen.

-Señorita Verónica, su hermana Bianca manda decir que la prensa llegó.

Me informo María

-Ya bajo María gracias.- Le hago una pequeña reverencia a María. -Voy a bajar, al parecer la prensa acaba de llegar.-

 Me dirijo a mis hermosas maquilladoras 

-Vale, trata que no te coman viva.

-Eso espero.

Al bajar me encuentro con mis dos hermanas Adelaide y Bianca, que detrás de ellas hay un montón de reporteros y periodistas.

-Buen día.

Hago una pequeña venia antes de tratar dirigirme donde estaban mis dos hermanas pero no obstante un grupo de reporteros me rodearon cuán manada de leones tratando de comer a su presa.

-¿Qué piensa usted sobre que su hermana sea la reina?

-Pues... bien, aunque va ser un poco extraño referirse a ella como reina y no como hermana.

-Ósea que piensa que la princesa Adelaide va ser buena reina.

Pregunta una mujer que aparenta tener entre treinta y dos o treinta y tres años que estaba detrás mío.

-Sí.

Después de esto todos los periodistas y reporteros comienzan a preguntar todos al mismo tiempo diferente cosas haciendo que tenga dolor de cabeza que con los minutos va aumentando.

Estoy llegando al punto que tengo un dolor de cabeza insoportable, además me estoy quedando sin aire ya que tengo un montón de gente alrededor mío haciéndome preguntas a lo loco. Empiezo a buscar aire moviendo suave mi cabeza a la vez que contestó preguntas sobre la coronación de Adelaide, muevo mi cabeza hacia el lado derecho y observó a Bianca hablando con el mayordomo, devuelta muevo mi cabeza hacia el lado izquierdo logrando ver mi abuela que aparentemente está buscando a alguien; por undécima vez miro hacia mi lado derecho, esta vez quedó un rato mirando hacia este lugar para admirar la vista, ahí está él, el hijo del ministro, mi guardaespaldas desde los quince años, no tengo ni la menor idea porque me gusta tanto, pero el hecho es que me gusta y ya está. Estaba ocupada mirando a este ángel que por un momento olvide que tenían un montón de avispas preguntonas a mi alrededor.

-Princesa Verónica, cómo se siente referente a sus padres.

No es cierto que me estén haciendo esta pregunta: "Veras, estoy que me tiro de un quinto piso".

- Prefiero no hablar de ese tema.-

Digo tratando de aguantar las lágrimas para no arruinar el maquillaje.

Vuelvo mi vista a donde está el hijo del ministro y observo que me está mirando , nuestros ojos se encuentran y yo le hago una señal con mi cara como diciendo: "R, ayúdame", la cual él entiende perfectamente.

-Señores, creo que ya se acabaron las preguntas, la futura reina necesita a la princesa urgentemente, así que permiso.

Los reporteros empiezan a hacerse a un lado acto seguido que R me agarra la mano y me saca de esa cueva de lobos que me iban a acabar con tantas preguntas.

-Con qué Adelaide me necesita.-Bromeo.

-Me deberías agradecer que te salve que te comieran viva.




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