Trabajar en el Centro Educativo El Edén es, según las palabras de Eva, un sueño hecho realidad.
Nunca se imaginó a sí misma, una persona de pocos recursos, ejerciendo su profesión pedagógica que logró conseguir gracias a trabajos de medio tiempo, en un lugar tan prestigioso que no solo alberga a los hijos de las personas más influyentes de Menchersten, sino que también promueve el programa de educación inclusiva de calidad y ofrece becas a personas menos privilegiadas, con discapacidades físicas y circunstancias difíciles.
Lo cual es complicado de lograr en una sociedad patriarcal y desigual que no favorece a todos de la misma forma.
Al principio creyó que todo sería color de rosa; sin embargo, tras su primer día laboral Eva se percata de dos cosas; primero, que todo es un espejismo de humo, una farsa. Tal inclusión no se da allí, solo de nombre puesto que los únicos favorecidos son los jóvenes con un buen estatus social.
Segundo, que la clase que le encargan liderar es el “peor” grupo de la institución y no solo por la parte académica, sino porque en ella se encuentran los becados sin ningún renombre y talento especial del cual sacar provecho, según las palabras del vicedirector.
Por lo que, no dispuesta a tolerar la discriminación económica, racial, por género y discapacidad, además de las faltas de oportunidades por las que someten a aquellos alumnos y de la cual en su momento también fue víctima, decide iniciar una lucha de clases a fin de demostrarles a sus estudiantes, profesores y directivos que un nivel económico no define quién eres y que la clase 10-D tiene mucho para ofrecer.
Para lograrlo, atacará especialmente a la clase 10-A dirigida por Hadan Wester.