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Ayúdame, Dios mío. Dime que esto es una pesadilla, que todo es un mal sueño producto de mi imaginación, ¿Qué es esto? Esto no es real, esto no es real, esto no es real.
No es real
¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL! ¡NO ES REAL!
¡DIOS MIO, SALVAME!
- ¡Verónica! – escucho decir Rafael
Miro detrás de mi observando a una Verónica soltando arcadas. Mi cuerpo tiembla de una manera anormal a tal punto que no puedo pararme, ni siquiera sé en qué momento caí de rodillas al suelo. Me arrastro por el suelo hasta llegar a Verónica, es incluso moverme con mis brazos temblorosos, pero a cómo puedo coloco una de mis manos en la espalda de Verónica quien se encuentra sentada en el suelo con las manos en su boca, su respiración agitada y lágrimas cayendo. Mis ojos se van a Lilia que está en una esquina tapando sus oídos con sus manos y su rostro con sus rodillas. Rafael que estaba consolando a Verónica se levanta en dirección hacia Lilia. El hospital nos envuelve en una esencia de horror siendo difícil buscar la manera de encontrar la calma, que la verdad no creo que sea posible encontrar la calma en esta situación. Si esto sigue así no poder encontrar la paz.
- Chicas – hablo Rafael – Se que todos estamos en shock, pero ahora mismo debemos salir de aquí, no creo que estemos seguros.
Asiento y giro hacia Verónica quien también asiente. Verónica se limpia la cara con un pañuelo que saca de su bolsillo y luego se levanta, cuando me levanto una de mis piernas dobla mi pie y casi caigo de no ser por Verónica que me toma del brazo, la miro y le sonrió.
- ¿Estas bien, Verónica? – pregunta Lilia limpiándose las lágrimas de la cara.
- Estoy bien, Lilia. Soy muy sensible a estas cosas – le responde tranquila.
- Perdona que me haya distanciado, me pone… nerviosa escuchar cuando la gente vomita – explico Lilia.
Verónica coloca su mano en la espalda de Lilia.
- No te preocupes ¿Sí?
Ambas se sonríen.
- Vámonos y no miremos atrás – dijo Rafael serio empujando a las tres hacia el pasillo.
Caminando rápido bajamos las escaleras hasta llegar a la entrada, el único sonido en los silenciosos pasillos de este hospital eran nuestros pasos apresurados y las ruedas del suero mío y el de Rafael. Llegando a la entrada nos paramos en seco.
Un cronometro que iba bajando segundo por segundo hacía eco por todo alrededor.
- ¿Qué es eso…? – pregunta Lilia con timidez.
Mierda… ¡Mierda! ¿Cómo te explico, Lilia…? ¿Cómo te explico que estamos en la boca del lobo? ¿Cómo te explico que nunca estuvimos a salvo? ¿Cómo te explico que todo este tiempo estuvimos haciendo lo que él quería?
- Es una bomba con una cuenta regresiva, Condesa.
Una voz masculina resuena como un eco repitiendo la palabra “Condesa” por toda la sala junto con un escalofrió recorrer por todo mi cuerpo al saber el dueño de dicha voz.
¡De dicha maldita voz!
Sin pensarlo dos veces tomo con ambas manos el tubo que sostiene mi suero y me lanzo hacia él.
- ¡Emma no!
- ¡Rafael!
Las voces de Lilia y Rafael no me detienen y con todas mis fuerzas como si fuera un bate de beisbol levanto mi suero y le propino un golpe en la cabeza.
- ¡¿Ah?!
De manera bruta mi golpe nunca llega a su cabeza y es detenido por una de sus manos que tomaron a tiempo el tubo. Acompañado por una expresión de odio y aura oscura jala con fuerza el tubo que aun sigo agarrando, atrayéndome a él más de cerca y obligándome alzar por completo la mirada solo para ver lo tanto que desea matarme.
- ¿No te quedo claro lo que paso la última vez…? – expreso con seriedad mientras su otra mano tomaba por completo mi cuello – No abuses de mi solo porque no pueda matarte, Edwards.
Sus palabras que fueron dichas cerca de mi cara se alejaron apretando mi cuello con más fuerza, para repentinamente sentir como el tubo del suero me es arrebatado de las manos, pero también dejándome un dolor en el dorso de mi mano.
Sangre, gotas de sangre caen al suelo blanco haciendo notoria su presencia.
- ¡William! – escucho hablar a Verónica – ¡Suelta a Emma por favor, está sangrando!
Los ojos oscuros de William me miran fijamente, poco a poco siento como su agarre en mi cuello se va suavizando para luego soltarme. Retrocedo y Verónica me toma la mano poniendo un pañuelo verde en mi dorso.
- ¡¿Que te pasa, William?! - exclamó Verónica con enfado.
Pero a William parece importarle un comino si lo que hace está bien o mal.
- Olvídalo, Verónica. Un hijo de puta asesino mal nacido como él jamás tendría las cuerdas bien pues-
¡Ah!
Me cayó la boca nada más escuchar un disparo a mi izquierda.
- Cierra la puta boca maldita. ¡Agradece que tu idiota enamorado no está aquí porque o sino lo mato! ¡¿Me oíste?! ¡LO MATO!
William tira disparos al techo. Me cubro la cabeza y me agachó al suelo. Los chicos al igual que yo también se agachan cubriendo la cabeza, hasta que por fin la pistola se queda sin balas.
- ¡ME ESTÁS COLMANDO LA PACIENCIA, EDWARDS! ¡ME TIENES HARTO! ¡PERO TEN EN CUENTA UNA SOLA COSA!
Tira con rabia el tubo del suero.
- ¡TODOS, INCLUSO TÚ, ¡PAGARAN POR SUS PECADOS!
¿Pecados? ¡¿De qué está hablando?!
- Y tú, Emmaly Edwards, tu juicio ha comenzado desde hace seis años.
¡¿Seis años?! ¡¿Que pecado?! ¡¿Un juicio?!
- ¡Pero no te preocupes! - sonríe de una manera cínica - ¡Porque lo peor...!
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Editado: 18.09.2024