Un timbre molesto y la voz del piloto rebotando en el avión, indicando que hemos aterrizado me despiertan. Inútilmente, trato de convencer a mi cuerpo de reaccionar, pero este se niega a obedecerme. Mis párpados parecen hechos de plomo y aun así me siento como si flotara un poco en el aire. A lo lejos escucho una conversación, pero por más que intento despertar, mi cuerpo parece no estar de acuerdo conmigo. Es como cuando estoy resfriada y me tomo un antialérgico de esos que produce sueño.
—¿Vos creés que todavía está viva? No despertó ni para el aterrizaje... La moví despacito, pero no reacciona. ¡Esta mina es un oso!
—Hombre que sí, sólo tienes que darle un beso. ¿Acaso nunca viste la bella durmiente?
—¿Otro? Si la beso de nuevo sin su consentimiento, aunque mis besos son mágicos, no creo salir con vida. ¡No te pongás a tentar la suerte, Mingo!
—¡Pero vaya gallina que saliste, Tahiel! Venga; yo me sacrifico por los viejos tiempos... ¿Estás totalmente seguro que este mate no tenía nada extraño? Sabes a lo que me refiero.
—¿Cómo que por los viejos tiempos? No sé, ché, no me acuerdo... Algunas veces se me da por mezclar el mate con un poco de Marimba. Ya sabés, para más placer.
—Ay verga, vaya lío que te metiste si...
Las voces se diluyen, mi cuerpo responde y lentamente estiro mis brazos; achico mis ojos, la luz que se filtra por la ventanilla del avión se me hace demasiado fuerte. Cuando logro enfocar mi vista me encuentro a Domingo y a Tahiel a mi lado, estudiándome con la mirada como si estuviesen esperando algo de mi parte.
—¿Quién se metió en líos?
Domingo con gran disimulo señala hacia dónde está mi jefe, cuya sonrisa torcida delata alguna travesura.
—¿Ingeriste azúcar? —digo mientras trato de abanicarme con mis manos, experimento una sensación de bochorno y me siento sudar como si estuviese en un sauna—. ¿Hace calor acá? Deberíamos salir cuanto antes de este avión.
—Soledad, algunos «inconvenientes» pasaron, y cuando compartimos ese mate, ¡que estaba muy rico, por cierto!, se me olvidó decirte que... bueno... —Tahiel balbucea las últimas palabras dejando al final una leve pausa, como si tratara de buscar la expresión correcta.
—Ajá, cuéntame más —digo mientras trato incorporarme del asiento. Por alguna razón su nerviosismo me causa risa, pero esta desaparece cuando le veo incomodo—. Está bien comprendo porqué lo hiciste —digo en un intento por calmarlo, lo cual parece relajarlo—; un par de dulces para los nervios no le hacen daño a nadie. Bueno a ti sí.
Lo que dije fue antiético, pero no puedo evitar reírme de manera desaforada. Rayos, no sé lo que me pasa; Tahiel solamente juguetea nervioso con sus dedos. Domingo nos mira a ambos negando con la cabeza y gracias al cielo decide ponerle fin a esta patética conversación.
—Ya me estoy arrepintiendo de juntarlos a ustedes dos —expresa Dom algo irritado—. Tú bebe de esta botella de agua, necesitas hidratarte; Tahiel, tú ojo con ella. Solamente te digo eso.
—Siliminti ti digi isi —respondo en un intento de imitarle, mientras trato de recibir a botella de agua y me tambaleo al intentar ponerme en pie.
Con Tahiel estallamos en risa, Dom ofuscado decide dejarlo pasar mientras me sostiene directo a la salida. En el camino le hace un gesto a Fabián quien responde mirando hacia Tahiel con evidente decepción y al final le dice que él se hace cargo; René deja a un Milán molesto quien amenaza con informar a Méndez, mientras ella se va al encuentro de Tahiel, y yo, pues no entiendo un carajo de lo que está pasando.
Hace unas horas una versión ebria de mi ex, al que estúpidamente aún quiero, me hizo un espectáculo en el aeropuerto; mi jefe al cual recién conozco me dio un beso el cual puedo asegurar que disfruté, y aquí estoy riéndome de todo, sintiéndome alelada por la vida. Los argentinos tienen razón, el mate es magia o quizá es el cansancio de todo mezclado con el vuelo.
Prefiero culpar al mate.
Recogemos las maletas y camino junto a mi amigo entre bromas tontas hasta la salida del aeropuerto. No le doy importancia a la multitud que espera junto a la puerta, hasta que, por ser los primeros en salir, nos recibe un bombardeo de flashes y el grito ensordecedor de jóvenes locas. Achico los ojos y alcanzo a ver muchos carteles y fotos de los chicos de la banda. Ahora lo entiendo: Dom no bromeaba cuando decía que estos chicos son muy famosos en su tierra.
—Sólo sigue caminando y no hagas ningún comentario a los reporteros —sugiere Dom cerca de mi oído—. Caminemos derechito a la van contratada por Méndez. Ahora mismo hay muchos rumores sobre la banda y es mejor que tú pases desapercibida. Recuerda que te contrataron porque el médico que antes veía a Tahiel filtró información acerca de su enfermedad que aún no ha sido confirmada y esperamos que así siga.
Mi padre alguna vez me enseñó: a la tierra que fueres haz lo que su gente te sugiere. Domingo no es argentino, pero conoce mejor el terreno mediático de la banda. Así que, siguiendo su consejo, apresuro el paso hacia la van. La multitud estalla en gritos, supongo que los chicos han salido; giro y les veo tomarse algunas fotos y dar autógrafos con rapidez. La mayoría parecen cómodos con eso, menos Tahiel. El vocalista y guitarrista principal da algunos saludos, trata de huir de los paparazzi, es ahí cuando lo veo tambalearse y temblar.